15 de septiembre de 2006

Cortando la cintita roja.

Doy inicio a este espacio. La razón es vaga, el resultado incierto. Pretendo volcar las impresiones que determinados momentos dejan en mí. En tiempo real, escribiéndolas casi al pie. La idea es que no se contaminen con el tiempo. Que el intelecto no las amase mucho. La retrospectiva es un pasado mentido. Por eso pretendo escribir el pasado en el momento mismo en que se está ejecutando. La imaginación y el olvido suelen jugar con aquello que nos pasó, aunque halla sucedido ayer. Será desordenado, sin duda; las cosas suceden sin más. Por supuesto que los instantes aquí expuestos serán también hijos de cierto engaño, es inevitable: yo los elegiré con algún criterio y los describiré con alguna intención. Sin embargo trataré de hacerlo con la mayor honestidad posible; liberando a la bestia que, sospecho, todos llevamos dentro.
Supongo que el objetivo de esto es la exploración de mi vida con la intención de sacarle algún provecho a la existencia en general ¿Por qué mi vida? Bueno, porque no tiene nada de especial. Justamente por eso me resulta interesante de ser explorada. Soy un tipo tan común como la mayoría de los mortales. Sin talento, belleza, salud o dinero de notar. Nada tengo que nadie tenga. A pesar mío, claro. Pues me encantaría ser dueño de algún talento: con solo un talento, la vida, la vida nada… no puedo saberlo. Pensaba decir que disfrutaría de él, pero creo que uno no puede disfrutar de su talento tanto como el de los demás. Borges dijo que estaba más orgulloso de lo que leyó, que de lo que escribió. El viejo tenía razón, pobre, si tan solo hubiera disfrutado de su obra lo que otros. Igual creo que en algún punto él, como tantos grandes, nos mienten, y que aunque sea una pequeña y secreta satisfacción sienten. Acaso la vanidad no ha soltado a nadie. Acaso yo pretenda con esto buscar un talento en mí. Un talento para poder decir que soy realmente un tipo mejor. Tarea harto improbable, y tal vez por eso digna de ser ejecutada. No puedo resignarme, si lo hago aceptaría la condición desfavorable en que la vida nos pone a los tipos comunes. Es difícil, los hombres grises somos, ante todo, cómodos: creemos que tenemos algún talento, que somos mejores solo por ser. Nos conformamos con esa grandeza de hormiga, y un día nos morimos sin haber sido. Creo que Sócrates dijo que la inteligencia había sido lo mejor repartido en el mundo, pues nadie se quejaba de la que le había tocado. Lo lamento querido Sócrates, pero yo no me resigno a mi mediocridad. ¡Al carajo, con el si puedo o no puedo! Será esta una lucha sin armas, la de un hombre mediocre para salir de su mediocridad.

1 comentario:

Caracol dijo...

Extraordinario.