23 de octubre de 2006

Ausencia, presencia y libertad.

Últimamente vengo experimentando momentos de invisibilidad y ausencia. Casi sin darme cuenta y de manera gradual he ido vaciando mi presencia (primero dejando huecos y luego ni eso) de distintos lugares. Empecé por hablar cada vez más bajo, y mayormente no hablar. Incluso los pasos que doy tienen un sentimiento aéreo. Me estoy disolviendo al punto de no ser ya percibido por la gran mayoría. En toda la inmensidad del universo apenas si estoy en un lugar, y puedo asegurar que nadie me conoce, ni podrá jamás. Lo notorio de esta ausencia es que ha llegado hasta carecer de su anverso, la presencia, pues detrás de toda falta se adivina el algo que debería estar; en mi caso ya no se sabe ni que falto. Sin embargo yo sí sé que falto, y esto lo siento como una libertad ganada. Es muy placentero no estar. Esos momentos que la gente desea se acaben, yo ya ni las empiezo. No estoy y nadie lo nota. Libertad, libertad. Aunque falsa, o acotada más bien, pues siempre termino por Estar y por Ser. Paradójicamente, y para mi sorpresa, ese Estar y ese Ser se ha intensificado, se ha vuelto más crudo y vertiginoso. Para usar una metáfora puedo decir que es como haber sido, por ejemplo, el trompetista de una orquesta que de repente empieza a tocar más bajo y más bajo cada vez, hasta detenerse por completo. La orquesta al principio podrá notar débilmente que falta, pero luego, habituada, seguirá sin notar nada. A partir de ahí, y con la ayuda del tiempo, el trompetista no es ni recuerdo. En cambio él estará. Y cómo. Pues no solo podrá elegir la forma de su presencia (nunca me olvido de los límites de toda elección) sino que también, al no escuchar su propia música, escuchará la de los demás. A esto me refiero cuando dije que la existencia se intensifica, con que la presencia es más cruda y vertiginosa. Uno ya no se distrae con los propios sonidos, que son en definitiva los que los demás pedían escuchar; uno pasa a escuchar y a ver más nítidamente el mundo circundante, o eso creo. Se siente con más fuerza y extensión. Se pasa a observar al resto, pero desde el afuera, aunque sin salirse. Esto causa en mí un instante de placer agudo. Siento la libertad de Estar, no sé si dónde y cómo quiero, pero con una conciencia más clara y profunda.

4 comentarios:

Evan dijo...

Fundirse con el océano de la conciencia universal, hasta que todo es ausencia, y nada existe.

Sólo la nada.

Y entonces, libertad.

Satori.

Anónimo dijo...

Leer en alguien totalmente desconocido, las palabras que explican algo que también logré, es descubrir que aún hay gente interesante por conocer. Aunque en tu ultima frase cambiaría Estar por Ser, no te parece?

Con respecto a lo que escribiste en mi post del absurdo, coincido casi totalmente, de hecho una vez que lo publiqué me di cuenta que no había expresado correctamente lo que quería. Fue algo catártico, pero no exacto. Lo borraría, pero no quiero perder lo que escribieron que es plenamente más correcto que lo mío.
Y sí, Camus es genial, y ese ensayo en particular es de relectura obligatoria.
Besos, y vas a verme seguido por acá. Al fin gente con la que se puede discutir (utilizando el sentido original de discutir, obvio)

Flor dijo...

Siempre digo que me pone nerviosa comentar ante tanta cosa buena... se me hace dificil. Siempre te leo y siempre me dejas pensando y con la boca abierta.
Sabes que me siento identificada? Si, a mi me pasa y seguido, diria siempre.
Besos.

Olga Cristina dijo...

Interesante...