3 de octubre de 2006

Qué leer.

Me pasó un par de veces y no me gustó. Me han preguntado, “Che, ¿qué puedo leer?”.
No lo hice, pero como respuesta podría haber dicho lo siguiente:
Depende. Si estás en el subte y estás perdido entre sus túneles, te recomiendo leer los carteles indicadores. Lo mismo si vas para Mar del Plata, conviene seguir el cartel que dice “Mar del Plata”.

Con el tiempo desaprendí algo que me habían enseñado, y es que una persona leída es una persona despierta, con razón e inteligencia de notar. Alguien respetable y referencial para toda la humanidad. Bien, esto no es necesariamente así. La gente suele leer, comprender y congeniar con aquello que quiere, sabe y desea de antemano.
Ningún libro ejerce una dictadura, y su alcance es el de nuestra comprensión. Es más, su alcance no solo no es inmediato o lineal, sino que resulta indefinido.
Sucede también que los textos pueden macerarse durante años en algún lugar de nuestro ser para luego, como por arte de magia, asimilarse, plasmarse o cristalizarse de una manera puntual. O por lo menos así lo sentimos. Sin embargo los efectos de cualquier lectura son inescrutables. La influencia de los libros no son, repito, para todos igual. Vuelvo al comienzo y propongo que cada quien lea lo que quiera y lo que pueda. Y que se quite toda ilusión de ser algo mejor que los demás. Usted podrá haber leído a mil filósofos o poetas, haber devorado variados ensayos o informes de divulgación científica, pero jamás, escúcheme, jamás será por eso ni un poquito de ellos. No hay transferencia concreta del saber, nadie puede enseñar realmente nada. Uno aprende lo que se le antoja.

3 comentarios:

Alex dijo...

Aplausos!!!!!!!!!!!!!!!!! Coincido plenamente.

Flor dijo...

Prefiero leerte en silencio.

Victoria dijo...

delicioso