22 de noviembre de 2006

¡Pero claro! (un ensayo sobre el sentido de la vida).

Debajo de mi cuello, a una seis u ocho lamidas de distancia, cualquier mujer podrá hallar, sin mayor dificultad, una perpendicularidad que es parte de aquello que los manuales de anatomía se empecinan en llamar, aparato genital. Conozco términos más divertidos para referirse a tal, pero corro el riesgo de hacer reír a mi lector y quitar, de esa manera, la atmósfera de seriedad que necesito para contar los profundos pensamientos que a continuación voy a detallar.

No sin tortuosas cavilaciones mi agudeza intelectual ha horadado en los misterios del universo. Y si bien la totalidad del todo no se me ha revelado, pude, no obstante, extraer una verdad irrefutable.

Desde Sigmund Freud que la humanidad no está expuesta a una idea/quiebre. Y tal vez sea tiempo de nuevas rupturas, de un cambio de paradigma, ¡la humanidad debe avanzar!
Desconozco si lo aquí expuesto arribará a ese destino. Y pido sepa disculparme si el exabrupto anterior le creó alguna expectativa, soy un poco impulsivo. Es que me entusiasmo y me voy de boca. Igual en el párrafo siguiente voy a bajar un poco el tono, como para no sonar tan grandilocuente y prometedor.

Hasta el momento, y salvo que me estén haciendo una broma (si es así déjense de joder y díganmelo), la humanidad desconoce el propósito de su existencia.
Como no se puede vivir en la angustia de sentirse inútil hemos justificado nuestra presencia de las más variadas maneras. Ninguna, hasta ahora, ha podido satisfacernos a todos. La que yo presento posiblemente tampoco lo haga, sin embargo, se me antoja la más creíble de todas (más por haberla pensado yo, que por tener una lógica implacable o una coherencia sin fisuras, que por cierto tampoco tiene).

Empecé el texto hablando del aparato reproductor, y entiendo que a esta altura se ande preguntando por qué, dado que nada parece justificarlo. Sucede, querido lector, que no soy tan buen escritor como científico, por tanto, el texto tiene algunas deficiencias. Deficiencias de forma, orden, y vaya a saber qué más, pero que seguramente serán excusadas, amortizadas, perdonadas, y olvidadas, por lo que realmente importa: el contenido, el mensaje, la idea. Ahora, si me disculpa, continúo.

La genitalidad tiene mucho que ver con esta exposición por estar íntimamente relacionada con la perpetuidad de la raza humana. Y para perpetuar la raza humana no conozco herramienta más natural que la genital, en mi caso, un pene. Es cierto además que los hombres no podemos hablar de otra cosa, pero en este caso, créame, no hay gratuidad. Aparte convengamos que fue usted, en el párrafo anterior, quien sacó el tema. Para no seguir con esta desviación pasemos, sin más, a conocer el fin de nuestra existencia junto a la teoría que lo explica. Ahí va: el propósito de nuestra existencia es mantener el movimiento de la cola del perro.
¿Qué tal, eh? Simple, cortito y directo. Le dejo un poco de aire para que se recupere.

¿Seguimos? ¿Seguro? Muy bien. Vamos entonces.

Estamos ante la primera teoría que no es antropocéntrica. Y digo primera porque no conozco otra, no porque no exista otra. Tampoco es que me ando leyendo toda teoría que se me cruza.

Inédita y original, esta hipótesis le otorga al ser humano un rol jamás visto: el secundario, cuando no un terciario, o por qué no también, un cuartario, que no existe, pero que yo fundo ahora, apresuradamente, porque debo seguir con la explicación, que si me atreviera a abandonar acá, sin cerrarla, correría el riesgo de convertirme en objeto de burla de mis colegas.

Me pregunto, ¿habrá incidido en la concepción de esta idea tan original, donde el humano es un ser de humilde accionar universal, el hecho de que su autor –yo- sea un tipo original y humilde? ¿Será está la combinación ideal de ingenio, humildad y pene? ¿Estará usted ante la presencia de un ser superior? (perdón lector, pero a veces sucede que la expresión de mi modestia, inteligencia y poder sexual escapan a mi voluntad y se filtran en mis textos de manera inconsciente, haciéndole pensar, quizá, que todo esto es una excusa para hablar de mí. Por suerte soy mejor de lo que creo y puedo controlarme y revertir esta tendencia involuntaria, logrando, finalmente, reencausar la idea original, despojándola de toda subjetividad, e irguiéndome así, como soberano absoluto de mí).

Desplazar al ser humano y convertirlo en mero actor de reparto es una atrevimiento que probablemente muchos vanidosos no puedan tolerar. Pero deberán. Por lo menos hasta el último párrafo, donde les daré una perspectiva como aliciente (como para que vean que además soy un tipo sensible).

Es raro, lo sé. Pero hay que aceptarlo, el universo entero depende de algo tan pelotudo como el movimiento de la cola del perro. Verán, la naturaleza, con su sabiduría inescrutable (paro mí ya no, lero-lero), ha decidido que los seres humanos seamos lo suficientemente incompatibles como para que no exista jamás armonía alguna en nuestras relaciones. De este fracaso relacional se desprende la antigua frase, ahora convertida en axiomática: “más conocerás a la gente, más querrás a tu perro”.
El amor imposible -valga la redundancia-, creará frustración y despertará emociones violentas de las que nuestro instinto de conservación deberá salvaguardarnos. Para esto la naturaleza nos proveyó de un sistema intelecto-emocional capaz de elaborar la sublimación. Esta sublimación se traduce en un cariño pleno hacia nuestros perros que, increíblemente, se gratificarán con nuestra patética conducta.

Ahora bien, como todos sabemos, la cola del perro se mueve cuando percibe que su extensión, el perro, se pone contento. Esto produce una leve corriente de aire aparentemente insignificante y estéril. Pero he aquí que sumada la totalidad simultánea de colas en movimiento en el mundo, se crea lo que conocemos como viento. Chi cheñor, desde el céfiro más sutil hasta la tempestad más furiosa nace de los múltiples rabos que andan agitándose por ahí. Y casi no hace falta describir el resto. Pues resulta simple deducir que esta acción eólica provoca la más importante serie de eventos cinéticos, empezando por crear la propia rotación de la tierra, estimular las órbitas planetarias del sistema solar, producir el movimiento espiralado de la galaxia y finalmente, dar lugar a la expansión inercial y continua del universo. Cosa importante ya que nos garantiza, de paso, la conveniente sensación de que estamos yendo hacia algún lado.

Mientras usted se queda pensando si soy o me hago, aprovecho para cumplir con lo prometido a los heridos en su vanidad. Aquí dejo la perspectiva cauterizante: piensen que sin ustedes el perro no se pondría contento, y que la cola no se agitaría, y que el viento no soplaría, y que el universo no se movería, y que los hombres estaríamos condenados a un destino estático donde toda la vida no sería más que una intrascendente repetición de días. Que tengan un buen día.

Nota del editor: el texto aquí expuesto pertenece al inmenso corpus ensayístico del Dr. Horacio Gallardo quien, ante la falta de potenciales lectores, ha decidido autofinanciarse la presente publicación. Para ser claros, queremos desvincularmos de toda posible repercusión y dejar a resguardo la integridad intelectual y dignidad humana de nuestro sello editorial.

4 comentarios:

Victoria dijo...

vivir:
el sentido del sinsentido.


sonarìa canciòn
¨sin hilo¨
de las pelo´


beso.

Alex dijo...

menos mal que los perros no existen para mover el pene del hombre.

Anónimo dijo...

No me podés decir que no entendiste a ningún autor y después mandarte esta guarangada de texto!! (sacale el peyorativismo a guarangada, es un halago)

Igual, me hiciste creer que la cosa iba en serio, me acomodé en la silla para leerte........y vos saltás con los perros!! jajaaaa
Aunque reconozco que estoy totalmente de acuerdo con tu teoría; pero en mi caso, en el que yo no tengo perro.....soy prescindible entonces de la raza humana??

Maguita dijo...

estaba por sentarme a leer culturas híbridas de Nestor García Canclini... Ya no me interesa mas...
Creo q la teoría aquí presentada merece un lugar entre bastic, el que dijo q la cultura es una constelación de ideas y levis Strauss q algunos afirman era medio facho...
Sugiero al autor ahonadar en temas tan significativos en el estudio del hombre, su contexto desde la mirada antropológica mas objetiva y seguir proponiendo tesís, antitesis y síntesis para entender las causas primeras y últimas que llevan al hombre a ser lo que es y a los objetos/seres que lo rodean.

Saludo atte, Lic. M.E. Fuchinskouski
autora del libro "lo que es estar en medio de peroratas y humos"

Mis sinceros respetos.