4 de diciembre de 2006

Dividuo.

Había comenzado el día como cualquier otro, siendo yo. Y no se me ocurrió pensar, ni remotamente -ni ese ni ningún otro día-, la posibilidad de, digamos, dejar de existir. Aunque tampoco estoy seguro de que haya sucedido eso. En verdad no comprendo este fenómeno que me ha sucedido. Y a falta de comprensión resulta natural que desista de toda posible explicación. Simplemente (de simple no tiene nada) trataré, y no sé cómo, de describirlo; aunque con, humana inclinación, le endilgaré una interpretación. O no. Todo esto me excede. De hecho, la vida entera se me rebalsa.

El acontecimiento se nutrió, creo, a raíz de una actividad que durante todo la jornada me había ocupado. Por motivos que me son ajenos, ese día realicé una práctica que, si bien no me era totalmente desconocida, nunca había alcanzado ni la duración ni la diversidad a la que tuvo lugar.

Alguna vez había desarrollado ideas en paralelo, pero de una temática en particular. Esta vez fueron ideas distintas, muy distintas. Estuve varias horas, con interrupciones mínimas, avanzando en estos disímiles textos. Uno respondía a un espíritu dramático, con estructura poética, otro se constituía en hilarante parodia ensayística, y el último, un texto bien comercial, laboral, con pretensiones persuasivas.

Llegada la noche, y como parte de una rutina placentera, salí a correr. Esta actividad, a la que el sentido común hace suponer solo física, me provee de un momento particular para la reflexión y el sentir. Cuando el cuerpo está bien, esto es, cuando no me siento pesado, o hiperventilado, me permite llegar a un estado casi hipnótico. Supongo que el ritmo es importante generador de ello. Un movimiento repetitivo y constante, separado por el mismo lapso de tiempo, me predispone a la abstracción. De alguna manera el subconsciente se ocupa de mantenerme alejado de las ruedas de los autos y del paso de algún peatón. Ayuda, también, y mucho, que los barrios a surcar estén dormidos o entretenidos en su cena. Oscuridad, silencio, soledad, ritmo hipnótico e imaginación se conjugan y mezclan dándome un instante de existencia física y espiritual único. Igualmente, que esto suceda así, es excepcional, la mayor de las veces hay interferencias tanto externas como internas.

Habían pasado unos treinta minutos, la respiración fluía sin ser sentida y el cuerpo se olvidaba de su independencia para convertirse en una sombra más de la calle. Por otro lado, en mí cabeza y corazón -dichos uno y otro como símbolos de razón y sentimiento, y que acaso sean lo mismo-, se despertaban, algunos como acto de volición y otros supongo no, las más diversas y dispares ideas y sentimientos. Por un lado se atropellaron las divergentes ideas que durante el día me habían ocupado, por otro, la necesidad de amarlo todo y de que todo me ame. Esto confluyo en un sentir -y no sé si esa es la palabra- extraordinario.
Sin reír, ni llorar, sin hastío ni deseo, sin amor ni desamor, y a su vez con todo eso, es decir, con risa y llanto, con deseo y hastío, con amor y desamor pasó lo que pasó. Es como si todo se hubiese ligado y puesto en comunión. No tristeza, no felicidad, pero tampoco apatía. Todo mi ser dejó de ser mi ser. Pasé, sin más, a constituirme como una parte más de la nada o del todo. No sé. Cada átomo de mí proyectó sobre mi conciencia profunda, sobre mi alma, la génesis caprichosa y universal de su existencia. Durante ese instante me sentí exactamente igual a todo. No pude percibir diferencia entre “mí” y el resto de las cosas. Fui nada y todo. Lo mismo que un granito de arena, una estrella o vos. La identidad se me disolvió por completo. Me vi sin conciencia. Dividido en todos los elementos del universo al mismo tiempo. En verdad no debería hablar de tiempo. Porque si bien al volver de tal experiencia pude calcular la distancia recorrida (unos 50 metros) dado que al momento de “desprenderme” sabía por dónde circulaba, y en base a ella estimar el segundaje, no así puedo calcular el tiempo sensorial de la experiencia. Simplemente porque en ella el tiempo no fue percibido. No había una continuidad del ser. Era como una estática dinámica. El movimiento de la quietud. O la quietud a partir de la cual, y dentro de sí, se genera el movimiento y el tiempo. Sí, ya sé, es incongruente, y confuso. Paradójico y contradictorio. Créanme que hago todo el esfuerzo por comprender y ser claro. Pero no puedo. Tal vez en otro momento.

Siento ahora la necesidad de ser eso, pero al mismo tiempo, sin desearlo. Porque pre-siento que de todas maneras ya eso soy.
No existir existiendo. No teniendo lugar ni tiempo. Dar y sacar. Pedir amor y desamor. Sin culpa ni excusas. Llorar y reír. Desesperar y esperar. Todo ello en profunda e intensa desesperación, con total y absoluta calma. Voy a luchar y a resignarme. A ilusionar y desilusionar. A prometer para no cumplir. A cumplir sin haber prometido. Seré tan pequeño y grande como pueda. Tan salvaje como civilizado. Todos me acompañarán y nadie vendrá conmigo.

Así, sin saber todavía lo que es, doyme el concepto de dividuo. El hombre desconcierto, inaprensible, que habla desde los bordes de la locura y la ridiculez, que tiene miedo y coraje, que sacudirá su alma para ver que hay, que mentirá y dirá la verdad, que persistirá, sobre todo, que persistirá.

Pídame lo que quiera. Puedo serlo todo. Pero por un momento. Solo por un momento.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Acabo de volver de un viaje casi acsi parecido. En este exacto minuto en el que em`pece a leerte acabo de volver a mi. Me desprendi por un rato y vole con los pajaros sobre el rio. Solo un rato de extasis total. Solo yo y el agua.

Y ahora de nuevo a esta apatica rutina. Bancos.cheques-mas bancos-telefono-ruido-gente.

Solo una cosa buena, en el agua no puedo leerte.

Soles grandes, y un ave chiquitita que los cruza. (o sea yo)

Anónimo dijo...

¨pìdeme todo lo que tu màs quieras

y unas horas para malgastar¨.. ♪

DudaDesnuda dijo...

O sea, ¿en aquel momento que me sentí una extraña eras vos siendo yo???

Besos y noches.

microcosmos dijo...

"a cumplir sin haber prometido?" uf.
bueno sí, ya sé, no da para destacar apenas una frase.
sobre todo porque fragmentos, en realidad, no fue lo que describiste. o viviste. o sentiste. y tampoco yo leyendo esto.
salute.