24 de enero de 2007

Podría haber sido peor.

Por suerte no soy demasiado alto, tener que mirarme a la cara y que me dé dolor de cuello hubiera sido un dolor de bolas (y tener las bolas en el cuello, por lo menos en mi barrio, es un desarreglo estético imperdonable). Por lo pronto el enanismo tampoco me resuelve, correr el riesgo de pisarme ante una mínima desatención de mi escasés me provoca pavor, más aún sabiendo que soy de atención volátil. Y todos sabemos que lo volátil es sinónimo de explosivo, pero eso no me preocupa demasiado, veo que la parte de mi cuerpo que podría ser mecha de encendido también podría ser manguera de apagado. Y estando tan cerca del tema sexo sería una pena no tocarlo. Aunque no creo que este sea el momento más adecuado para hacerlo, tocarme frente a mis lectores es un acto de poco tacto. Igual es inevitable, porque el hecho de escribir (que no es más que hablar solo y por escrito) me provee de cierto placer, un placer, como se ve, auto-procurado, y que no por ser desapercibido como obsceno deja de ser masturbatorio. Pero a no alarmarse, las palabras son profilácticas, y además mis textos nunca terminan por acabar; asepsia que el mundo de la literatura debería agradecerme.

Mi tiempo libre se lo dedico al trabajo y a otras actividades inútiles como la educación y la conquista de mujeres. Quien se haya lanzado a esos propósitos sabe bien de los obstáculos que hay que sortear. El principal es la infinitud, ya que al aprendizaje hay que seducirlo día a día, lo mismo que a las mujeres. Si quisieran tomarme examen sobre cualquier materia en la que el conocimiento humano se haya enseñoreado, manifiesto mi preferencia por la demostración escrita, mientras que, si de materia femenina se trata, prefiero la demostración oral, incluyendo, está de más decir, el doble sentido, sobre todo el segundo, que debería ser el primero, o al menos empatarlo. En cuanto a mi imaginación, la dejo volar, y será en su cielo donde ella encuentre su propio techo. En cambio, en el campo de lo concreto evito las alturas, pues si bien no tengo miedo a volar si lo tengo a caerme. Es que a los golpes aprendí que el apelativo “pajarón” que me había endilgado mi familia era solo una metáfora.

Soy bueno, porque como me han enseñado las personas, basta para eso no ser malo; pero les digo un ex secreto, y digo ex porque tener un secreto implica también el secreto de tenerlo, y ahora que usted lo sabe no es lo mismo, es como que ya está medio contado, (una observación: la existencia -y debería agregar divulgación- de los secretos es una convención de los que gustan de ver en el mundo cosas ocultas y misteriosas, es más una derivación del tedio que la trascendencia de importancias -yo llevo piedras en los bolsillos por si alguien me quiere contar un secreto), aunque ahora que lo pienso lo mío no es un secreto, sino más bien una confesión (debería cargar más piedras para los que también se confiesan), y es que... me olvidé. Que los remil parió, esto me pasa por irme por las ramas, como aquella vez, durante ese fantástico verano de mi infancia donde un Eucalyptus, poco afecto a mi peso, cedió a favor de la anécdota y dejó, desligando responsabilidades y alegando senilidad gravitacional, que mi rollizo e infante cuerpecillo golpeara el piso segundos antes de una previsibles lágrimas. Por desgracia soy más de llorar que de caer. Y digo desgracia porque eso causa una desestabilización sobre la siempre frágil comprensión que las personas tiene para conmigo; les resulta mucho más fácil justificar las lágrimas saltadas por un golpe que las desbordadas por un atardecer que se ha extinguido por siempre. Y así está el mundo, lleno de chicas bonitas con el rimel corrido; yo ni siquiera tengo ese recurso gráfico para hacer más teatral mi llanto, debo conformarme con escribirlo y esperar, que tal vez así, alguien ensanche la sensibilidad junto con los brazos y venga a darme un humano abrazo. Porque uno es hombre, pero no tanto.

Ser yo es una desventaja que los demás no tienen, por eso me sonríen, sin embargo cargan con la suya, y entonces yo también les sonrío, me gusta ser bueno conmigo. Mi apego a los afectos suele ser persistente, y a esto se debió principalmente la anormal extensión de mi educación secundaria, y no como denostaban mis profesores, a la infranqueable distancia entre mi capacidad intelectual y el más básico de los razonamientos. En algún momento pensé en hacer lo que hacen quienes verdaderamente quieren vengarse de la humanidad: convertirme en erudito. Pero dicen que la venganza es mala. Y adhiero, tanta fatiga no puede ser saludable. Incluso, si uno busca la venganza por el lado del atractivo físico y pretende despertar la envidia logrando un equilibro Davinciano, no tardará en decepcionarse al descubrir que el éxito de las dietas no está en empezarlas los lunes sino en jamás terminarlas. Y esto no lo concluí salpicando la vista por livianas revistas de moda, no, lo hice horadando penosamente en todo lo que la ciencia de la nutrición puede ofrecer hasta el día de hoy (como digno vago seudo-existencialista y de aire altruista hago ver, mediante la apariencia de demostración de la vacuidad del sacrificio, que la renuncia está por debajo del renunciado, y que este, por ende, es noble al abdicar).

Haciendo justicia a lo renglón atrás dicho, y testimoniando menos coherencia con mi juicio que con mi vanidad, interrumpo estas líneas de mi incomprensión. Y que quede asentado que esta nobilísima y doble renuncia (a la continuación y al final), la hago habiendo evaluado tanto varias y agudas observaciones como posibles finales de brillante y redonda conclusión. Y no crea que no estoy conciente de que usted es también un beneficiado de esto. Conozco los rincones de mi filosofía y sé muy bien de su fortuna: se está yendo libre de hacer todo ejercicio de reflexión.

17 comentarios:

Anónimo dijo...

No suelo apaludir ante muestras de sabiduría, con lo cual solo voy a sentarme y a mirarte de reojo y decicarte una sonrisa sol a tu genialidad. Y un abrazo gigante, porque esos no puedo evitarlos.

Te quiero mucho, Lo.

Flor dijo...

¿Digo lo que pienso?
Creo que mejor cuento lo que pasó. Llegué a este rincon del cyberespacio como cualquiera podría haberlo hecho: por eso que algunos llaman "casualidad" (de la cualquier individuo más o menos perspicaz puede sospechar), saltando de blog en blog. Leí el perfil y me pareció interesante, pero si algo me han comentado más de una vez es que las primeras impresiones no siempre tienen la razón. Tomé aire, entonces, y me dispuse a confrontar el efecto del primer impacto con el que podría darme la lectura de la publicación más reciente. Hecho esto, llego a la conclusión de que volveré a pasar por aquí.
Un gusto "conocerlo" a través de sus palabras.

DudaDesnuda dijo...

Me permito no estar de acuerdo con Ud. en eso de los atardeceres.
Si algo se repite y se seguirá repitiendo diferentes pero iguales, son los atardeceres. Claro que también los amaneceres y los anocheceres.
Le dejo un cordial saludo y una pena que olvidara su ex secreto.

Besos y nubes.

David Yazo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
David Yazo dijo...

todos igual, con la sensación placentera que invade la escritura, "orgasmo cósmico" como o diría un gran autor.

Misantropía no sé..

es seguro una cosa, vuelvo por aquí...

Adriano dijo...

Una vez más caigo en sus paradojas: siempre da gusto tropezar con ellas...

"la existencia -y debería agregar divulgación- de los secretos es una convención de los que gustan de ver en el mundo cosas ocultas y misteriosas, es más una derivación del tedio que la trascendencia de importancias -yo llevo piedras en los bolsillos por si alguien me quiere contar un secreto"

Me ha gustado muchísimo este fragmento por su cierto tornasol nietzscheano: como el de una perla.

Un gran abrazo.

Alejandra Dening dijo...

ehhh... percibo un aire a textius interruptus... me dejaste con las ganas... no sé, cuándo te tomás vacaciones??? quizás así despejes un poco la mente y vuelvas más decidido no sólo a acabar sino a continuar para que ese acabar no llegue abruptamente y se transforme todo en un textius abruptus...

Lo. dijo...

Feliz cumple. Te quiero mucho nene, aunque no seas un nene.
Muaack!!

Victoria dijo...

què te voy a decir..
es un fluir de flexibilidad leerte.
es una hilvanaciòn armoniosa


què leerte so fine!

es como cuando personas organizan reunirse a comer..
y hay ricuras
el plato principal sabroso
y el postre, sabès que serà riquìsimo màs tb.



abrazo deleitado*

microcosmos dijo...

me fascina pasear dentro de tus textos. y reflexiones? lamento decepcionarte, me llevo varias.
beso.

Anónimo dijo...

Explicar como caí acá ya me resulta un poco tedioso (ha sido un día de extraordinaria vuelta bloggera) así que obviaré el mencionado asunto y sólo me dedicaré a expulsar las letras que aquí leerás (si es que la vanidad y el ego se hacen presentes y deciden saber que piensan quienes no conocés sobre lo que expones - salió en verso y todo.. que barbaridad-).
La contraposición de ideas como fórmula para exponer una, haciendo un altar de la contradicción constante y la supuesta incoherencia que la conlleva es simplemente UN ORGASMO. Reconozcámoslo, es algo gastado.. pero tambien hay que reconocer que pocos saben hacerlo con natural excelencia.
Dicho lo dicho (?) me dedico a agradecerte desde lo más profundo de una mente movediza y bloqueda (largos meses sin inspiracion literaria me están poniendo al borde de un ataque de pelotudez crónica muy dificil de evitar)por ser, quizas, quien desestructure nuevamente mi cerebro alentandome a adentrarme nuevamente en el placer desmedido de contar todo aquello que hoy no me permito.

Mikaelina dijo...

Yo quisiera aclarar que lo volátil no es sinónimo de explosivo, pero lo volatil en un espacio confinado podría tornarse explosivo, así que no le quiero quitar mérito a su explosividad.

Me ha gustado todo, me dan ganas de abrazarlo.

Anónimo dijo...

su texto:
una lujuria.

Alex dijo...

me quedé colgada en todas las ramas deste post!!!!!!!

Lo. dijo...

se extraña leerte, volvés?

Lo. dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Alex dijo...

Diego, para que pueda añadirte como autor a siete pecados te tengo que mandar un mail. Enviame un correo a la dirección que puse en el post "Blog de muchos". Gracias
Besos