Patinando sobre un sueño.

Si hay una manera bella de recorrer el mundo, es en patines. Deslizarse con ingravidez despreocupada, con gracia infantil, con sonrisa de céfiro. Sin embargo, hay una forma que contiene esa experiencia y más: el sueño. Hace días que duermo apenas unas horas, tengo muchas ganas de vivir. Y los sueños, claro, son la esfera de lo-todo-posible. Lo que no cabe en la vida, cabe en los sueños. Lo que el amor monopoliza a luz del sol, el sueño libera a luz de luna. Así, la vida nos pasea, y nos dice, riendo traviesa, que todo existe.

Uno se empecina en interpretar los sueños. Error. Los sueños nos interpretan a nosotros. Nada útil hay en poetizar sobre ellos. Así como burda es la poesía que intenta hablar de la poesía, así lo es la explicación de un sueño. Yo los floto en su momento. Y los patino en el recuerdo.

Doble encanto, soñarte y recordar que te soñé; que te existí. Y que no sin tu consentir cultivé frambuesas en tus mejillas para luego cosecharlas a besos. Qué fértil es tu alma para el amor. Cuanta justicia hay en tu esposo, en tu hija, en tus amistades, en tu vida. Cuán encantador es el abrazo de tu abrazo. Uno tiene que recurrir a la tristeza más fría para aprovechar la bondad de su calor.

Alto. Miento si describo más, callo para no desfigurar: imagines difusas, retazos de piel, sospecho que sexo, pero no sé, tal vez solo fue desnudes natural, algo que combinara con los sentimientos en libertad. It doesn’t matter, como tampoco importa el idioma, por eso hay tantos.

Algún día viviremos más en los sueños. Es decir, existiremos más allá de la mitad vida que día a día vivimos.

Hoy, no soportamos tanto.