26 de septiembre de 2007

La transmutación del secreto en arte y la mutación del Yo; arte impresivo.

Los secretos no existen a no ser en su concepción más pura: la de no necesitarse su contar. El resto es chisme. Esa relación íntima y que no pide divulgación es secreción vital. El secreto como secreción orgánica se encarga de separar y descomponer para reorganizar la vida. Porque reorganizar es re-expresar, y re-expresar es la transfiguración del Yo. La identidad, máscara del Yo, superficie de contacto con lo externo, ezstá en crisis permanente en tanto perpetua fluctuación, sucesión de sí. La interrogación por el quién soy, es inútil. Toda la interrogación en este campo es inútil, la respuesta, impensable. El decirse es un “por hacerse” o un “ya hecho”.

La identidad es dada por el afuera, es una superficie que se construye por contacto, que copia las formas (como un blister), su función es de molde, de modelo, de amoldarse, de pretensión idéntica, de mimesis. Pero los estímulos que modelan la identidad son tantos y tan disímiles que la síntesis se vuelve una necesidad basal. En esa síntesis interviene el secreto, y el arte impresivo está para ayudarlo a crear.

Cuando la interpretación orgánica de las necesidades de síntesis y cambio, de reorganización y devenires, se concretan, el secreto-secreción se libera, se desarma, desaparece. Esa liberación se manifiesta en un “hacer”. Esas existencias son el resultado de una adaptación, un alivio de tensiones, y también una manifestación de voluntad y poder. La vida insiste, luego existe.

Hay un arte que consiste en la inducción de esas insistencias (que pugnan por organizarse) mediante el ejercicio de manifestaciones singulares. Es un arte de la provocación, más que de la acción.

Este arte no es una acción expresiva, sino impresiva. Es el que facilita y crea los contextos que podrían contener el texto expresivo, un texto que se hace con el “hacer”, a su tiempo y medida. Es decir, que no tuvo un desarrollo conceptual, ni un ápice imaginario que lo proyectase. Es un arte meramente experimental y experiencial. El modelo mismo de provocación es lo experimental, y su vivencia, lo experiencial.

“No lo creerá, pero es verdad: yo, cuando corro, soy como el viento". Forest Gump.

Comencé a diletar sobre esta inducción artística del secreto cuando un tercero me invitó a experimentar una. Lo que me conmovió fueron dos cosas: que yo ya lo hacía (otras, y específicamente esa), y que la invitación vino de una marca, Volkswagen. La proposición de este arte mínimo, íntimo y vital, me llegó de la mano de un concepto muy seductor: night driving.

El night driving es una invitación a experimentar una conducción distinta, lejos de las clásicas utilitario-transportistas o psico-fálicas (una vez leí, creo que a Dolina “el auto es para ir del punto “a” al punto “b”, y los fines de semana, al “c”… muy simpático). La propuesta de Volkswagen es para hacerse a través del arte, del arte impresivo. Ofrece un vehículo para trasmutarse. El automóvil como inductor de experiencias que transformen ese secreto innominado y salvaje, esa génesis velada y latente, en un nuevo Yo. Es un paso de la insistencia a la existencia, de la vida, a la vivida. Es una propuesta demasiado arriesgada, porque el arte impresivo es personalísimo y nada garantiza que uno lo experimente. Fundamentalmente porque debe preexistir en el individuo. De no ser así, la experiencia no tendrá la fuerza impresiva necesaria. Aunque, de no darse en plenitud, igualmente puede proveer matices perceptivos nuevos; siempre bienvenidos. En este caso Volkswagen nos plantea vivirnos en la relación auto-conducción bajo un escenario transfigurador como puede ser el de la noche-ciudad. Una propuesta seductora, potente, misteriosa. Yo la tomo. Y por ahí me vivo: atravesando y dejándome atravesar por todos los atributos de la noche, expandiendo las formas de conducción y desligando la mecánica de sus funciones más primitivas. En mi caso, una conducción fluida, constante, en segunda velocidad, y por un barrio con calles serenas y arboladas hasta la apariencia tubular. Aporta lo suyo, también, el bamboleo delicado de la suspensión, las texturas rociadas, los perfumes intensos de la vegetación, el ámbar del alumbrado público, y a veces, mi cabeza ligeramente inclinada. Condiciones más, condiciones menos, todas colaboran para desenfocar los sentidos y mezclarlos en beneficio de las percepciones oníricas de la realidad; para instaurarme en un nuevo ritmo de existencia. Este es uno de mis secretos, una de mis insistencias que se desase y libera un placer infinitesimal y vital. Un alimento, me atrevería a decir, para la apoptosis.

El filósofo Michel Onfray, en su Razón del Gourmet, hace una descripción de la ceremonia de Té Zen que resulta, a los efectos, parcialmente idéntica al arte impresivo que postulo: “El teísmo es estetización de la existencia, hace del espacio emblemático de donde se bebe un sitio emblemático para la moral, un terreno privilegiado para nuestras posibilidades de existencia…”. De esto se trata el arte impresivo, de inducir nuevas posibilidades de existencia.

Bellísima Amelie, metiendo la mano en una bolsa llena de arbejas, o mirando las caras de la gente durante la función de cine.



“Tan solo intentaba vivir lo que brotaba espontáneamente de mí, ¿por qué habría de serme tan difícil?” Amelie.

El ritmo, que párrafos atrás mencioné, tiene un carácter impresivo elemental. Tal vez a lo primero que remita ritmo sea a lo musical, pero sabemos que es mucho más. Demasiado más. Los ritmos son ciclos, y nosotros percibimos la vida entorno a ellos. Descubrir, crear, montarse en un nuevo ritmo, es la manifestación vital de la voluntad.

Por ejemplo, un concepto es un bit rítmico (la relación binaria yo la comprendo como elección de lo uno contra el infinito de lo otro). Se consume a sí mismo, arde en su propia materia. Su valor reside, por ende, en el chisporroteo que permitirá encender al próximo. Podemos hablar de frecuencias (de una sucesión de unidades de momentos similares a intervalos regulares). Si una línea es una sucesión de puntos, una frecuencia es una sucesión de ritmos. Las frecuencias sostienen todo: las emociones, sensaciones, cogniciones, etc.

La matemática es ritmo, el número áureo es ritmo, la simetría lo es. El baile, también. Su poder sensual radica en su demostración “conectiva”, en la habilidad de conectar unidades de movimientos haciendo una traducción de otro plano rítmico, como puede ser la música. La justa correspondencia, la cronía (pongo cronía, libre de todo sufijo –ana, sin, a-, por que es indiferente. Lo importante es el factor crónico, sin importar la relación. Porque incluso lo anacrónico puede tener una justa correspondencia y ser, por ejemplo, sincrónico) entre el ritmo musical y el corporal resulta en armonía. Es entendimiento vital. Un buen bailarín nunca tendrá inconvenientes en perpetuar la especie.

La fe también es ritmo. Como anhelo de trascendencia, es la percepción de una concepción rítmica universal, natural, inmanente. Ritmo, frecuencia, sucesión. Lo mismo la segunda ley de la termodinámica.

La respiración es rítmica. El suspiro y el bostezo son instantes de placer entrópico, unidades dislocadas que cambian la frecuencia soporífera de la respiración.

La capacidad de atención, tan volátil, depende del ritmo que agite nuestra percepción. El control remoto es un elemento que ayuda lograr un ritmo propio a aquel que se impone desde afuera, y como tal, puede contribuir a una experiencia de arte impresivo. El zapping es una paleta de colores, un pentagrama de 60 canales, un sexagrama (ni hablemos de las posibilidades que brinda la web). Pero acá no se trata de componer, si no de descomponer, de facilitar una síntesis propia, una lucha contra la identidad, contra la copia. Jamás dos iguales en la evolución. Mismo elementos, distinta distribución, huellas dactilares.

La entropía es un vacío arrítmico. Pero la arritmia es genésica, en tanto posibilita un cambio de ritmo. Si esto no sucede, tengo la información de que lo que sostenía la persistencia de ese ritmo, deja de funcionar. En términos biológicos estaríamos frente a un paro cardíaco. Pero como dije, la entropía es co-extensiva del ritmo, por tanto, bien habitada, permite el cambio fluido de estado. Siguiendo en el campo biológico, el micro-placer que se experimenta al correr, llamado cambio de aire, responde a este cambio de ritmo, ya en equivalencia con los nuevos requerimientos de oxígeno.

La entropía, como borde, es el lugar donde se genera y actúa el arte impresivo.

El impresionante Julien Dupont.


El arte impresivo es supernumerario, puede ser, incluso, una conversación; uno puede serse conversado. El arte impresivo es como la lluvia cayendo sobre agua. Un elemento actuando sobre sí mismo. Anillos concéntricos que se ven desde arriba y abajo. Superficie y profundidad indiferenciada. Que en lo plano es relieve, y que sin embargo, en su propio relieve, es plano. Ritmo, variación de lo mismo, pero sin duplicación. Es eterno retorno que termina, y, otro que empieza. Es la energía de Sísifo y de quien lo piensa a él. Amor, muerte, literatura, filosofía, arte, existencia ardiente. Imposibilidad de pensarse, e imposibilidad para dejar de actuarse.

El arte impresivo no tiene artista. Porque el artista es siempre una obsesión, una reiteración. Aún en sus propias variantes, aún en sus diferentes vertientes, cada artista, cada filósofo, cada deportista, cada destacado, responde a una sola cosa que lo persiste. Mientras que el arte impresivo requiere de su abandono. Es, con la condición de haber sido. Es inercial, es, para que algo sea. Forest Gump nunca volvió a correr.



“Aquel día, sin ninguna razón en particular, decidí salir a correr”. Forest Gump.

Me pregunto si arte impresivo responde a una pulsión. Y me parece que no. Porque la pulsión es fija, mientras que el secreto, tal como yo lo planteo (y el arte impresivo que sería su inductor), es una dinámica sin objeto. Podría decir que la pulsión, la idea de una pulsión, es una fijación creada por efecto residual del arte impresivo. Una especie de adiposidad de lo “ya hecho”, una persistencia. Podría decirse que todas las pulsiones son de vida, y por eso mismo, de muerte.




La imagen. La fotografía. Y una relación impresiva que dio lugar al registro fílmico: Louis y Auguste Lumière tuvieron esa relación y la fotografía devino movimiento. Se lo digo de este modo: las fotos, en sucesión rítmica Lumièrense, produjo la imagen movimiento.



A partir de ahí, las posibilidades de existencia y los modos de vida que se generaron con esa relación impresiva de los hermanos franceses, con ese nuevo ritmo y registro del lenguaje, lo ha cambiado todo, tanto para ellos como para nosotros. Sonría, lo están filmando.

5 comentarios:

Alex dijo...

A ver, soy lo que voy siendo, en todo caso mi identidad es mi huella.
Y te pregunto: cuando decís que la identidad cumple una función de mimesis, decís que yo por contacto soy vos?
desde el momento en que alguien dice tengo un secreto, más allá de que no lo cuente, ya dejó de ser secreto, abre un mundo de especulaciones y forcejeos, incluso una escalada de presiones que pueden terminar en el vómito expresivo.
Pero si el secreto es aquello que se me impone como ausencia de un sentido, alqo que se oculta a la interpretación y a la simple decodificación, entonces ahí, tal vez, puedo ligarlo a esto del arte (no sé si impresivo porque no termino de entender el concepto), a esta cosa de reorganización y devenires, sin embargo, no se desarma ni desaparece, permanece como una fuerza impulsora, esa "locura" a través de la cual "la vida insiste y luego existe" (me encantó la frase).
(Hasta donde se, la pulsión no tiene objeto)

En próximas lecturas, el texto es muy largo y ando sin tiempo, seguro que me salen más cosas, pero en esta primera, puedo decirte que me gustó mucho :)

Besoabrazo

Alicia dijo...

Resulta sumamente seductor cuánto puede seducirte un concepto (nigth driving, en este caso). Y las razones están todas en este escrito.
Dicen que una obra de arte es un modo de abolir parcialmente una ausencia. Y coincido. Pero también una forma de trascendencia personal, jamás algo estático. Como vos dijiste: "De esto se trata el arte impresivo, de inducir nuevas posibilidades de existencia". O esta frase que amé:
"La vida insiste, luego existe".

Y toda nuestra existencia se manifiesta y sostiene, creo, por medio de cadencias y no cadencias. Como seres humanos somos sistemas abiertos, expuestos inevitablemente a cambios y re cambios, y estas retroalimentaciones, psitivas o negativas, requieren un ritmo constante, para no fallecer. Y de ellas depede el curso de la entropía.
Y esto no es ningún secreto. Por suerte los secretos se nos revelan de otros modos.

Pero, oiga, la pulsión no es fija, sino algo que puja todo el tiempo y puede cambiar de objeto incesantemente.
Aun así, no creo que el arte esté totalmente ligada a la pulsión (hablando desde Freud). Sino deberíamos creer que toda tarea artística es mera sublimación de energías sexuales. Y en eso no habría ningún secreto. Y todos sabemos que es mucho más que eso. Pero no sabemos cuánto más es. Y ahí está el secreto.

microcosmos dijo...

no imprimo cosas de los blog así como no fotocopio libros.
'tonces te pido, eso sí, que no vayas a bajar este post así vuelvo a leerlo, en cada uno de sus cuadros, con otro ritmo de moivimiento.

pd. una de las cosas que más lamento con esta falta de tiempo, es leerte. así de simple.

Alejandra Dening dijo...

Quedé un poco mareada con el ensayo, pero tanto el video de VW, como el del flaco y el de Belleza Americana me transmitieron sensaciones distintas, pero a la vez similares... quizás en definitiva sólo se trataba de causarme esas impresiones... no sé, me da la impresión... jeje!

Besos!

Victoria dijo...

mmm
una pulsiòn no.
quizàs si una forma de pulsiòn
...
una manera de expresiòn de libido...

bonita manera la de vivir impresivamente..
cual pulsiòn de vida, y muerte tb se siente... :)


la frase es de Hesse,
està en Demian.



tu principio...
es de lo que ando estudiando
que no me entra del todo, xq me ebulliciona en la cappeza...


me gustarìa hablarlo
sì...

a medida que he crecido y no encontràdome en àmbitos sociales con los que compartir,
me he ido regando sola...

lo que...
ebulliciona exactamente
siendo, siguiendo tu intro...


somos sociales y luego individuales
o viceversa?
què cuestiòn de mi, actualmente



un abrazo
que ser interesante sos pordio!