10 de marzo de 2008

Perspectiva desde la felicidad.

Un café cremoso. Una galletita de coco. Un puro. Ray Charles. Lluvia. Sentir que se me quiere.

¡Qué dulce es la vanidad de las cosas! ¡Qué graciosa la soberbia del gasto! ¡Que don la burla de la pobreza!

Todo se me figura generoso. Y no lo merezco. Primero porque el mérito es una justificación cuasi jurídica del esfuerzo, y segundo, porque lo Otro, sea un tabaco, un músico, la meteorología, o mi mujer, me son ajenos.

El gozo me viene por la delicadeza y gratuidad que envuelve a las cosas. Por la captura de una inestabilidad, como una corriente cálida de mar.

Lo que pasa, solo por pasar, es suficiente. Es causa de cualquier cosa. Los efectos son operaciones de una selección subjetiva.

Percibo una paradoja: que el punto de apoyo de la generosidad y la mezquindad es el mismo: el miedo. La mezquindad del miedo, su efecto paralítico; y el sometimiento del concepto de precaución al punto de convertirlo en arma de la proscripción: no hay que olvidar que la precaución es ante todo movilizante.

Queriendo mucho a las cosas se las pierde. Y se las pierde de antemano. Querer mucho es temer demasiado. Y la demasía inmoviliza.

Los temores se evacuan con coraje, y el coraje, con la noción de que lo único que se pierde es aquello que no se gana. Y que lo ganado se pierde en el mismo instante de haberse conseguido. Quiero decir que la propiedad no existe, o más bien, que es transitiva (y un poco impertinente).

Jamás creer en lo definitivo ni persistir en una decisión. El concepto de fidelidad es funcional a la traición, y la traición, funcional a los predicadores de la fidelidad. No rompan las pelotas, señores.

Más o menos: domar lo amargo, saborear un caballo, montar una mujer; mezclar para burlar sentidos, para perder la costumbre y su consecuente insensibilidad.

La inestabilidad es consustancial del miedo, entiendo, pero es también condición de generosidad y gozo. Oportunidad de regocijarse en el uso de la propia fuerza, que no deja de ser una virtud humorística.

Hay más chistes de supositorios que culos resentidos.

2 comentarios:

Alex dijo...

dale, contáme un chiste de supositorios!!!!

Me quedé pensando en eso de que la precaución moviliza...mmmnosé, al menos a mí creo que no, vendría a ser como la duda para mí, la duda me deja quieta, definitivamente paralizada.
Sin embargo, creo que tenés razón cuando decís que la propiedad no existe.
Fantástico el post, de esos que remueven cosas.

microcosmos dijo...

ya pasaste a otro post.. y a mí todavía se me achinan enteros los ojos leyendo tu primer párrafo y me quedo pegada ahí.