29 de mayo de 2008

Haciendo no hago.

El tiempo está ahí. El espacio está ahí. El ser está ahí: en el hacer. Y con la abrumadora disponibilidad que la tecnología nos da, más la ubicuidad de la utilidad capitalista, la posibilidad de renunciar al hacer es, más que nunca, una utopía.

El “just do it”, el ya mítico eslogan de nike, prendió como loco porque vendió y vende al éxito para todos. Su “solo hazlo” tiene un sentido triunfalista virtual. Esa exhortación marketinera nos dice de manera solapada “alcanza con intentar”.




La intención dejó de ser lo que cuenta, en tanto intención de, para ser, lisa y llanamente, una utilidad en sí misma. Por ejemplo, los concursos de la tele ya no premian el bailar bien, ni el intento de lograrlo, sino el bailar como sea. Siendo así, ¿cómo renunciar? La vergüenza, el pudor, el ridículo, ya no cuentan como pretextos. ¿Reprimirse? No creo que se atreva uno a tal transgresión… es que la represión fue colonizada por la vulgata psicoanalítica y progresista hasta adquirir un sentido diabólico: “dios nos salve de la represión”… y al mismo tiempo se declaran ateos. Sí, la moralidad es paradójica, siempre doble. Es defensiva. ¿Defensiva? Llamémosle ataque preventivo, que suena actual, que suena a bombas estallando en Irak.




Noticias de último momento: Estados Unidos ataca. Un rabino ortodoxo desea infelicidad a las parejas mixtas, y vos te sumás a una cadena de mail para protestar por tu indignación de turno. Inutilidad 2.0. Instalación sin cargo, promo 1MB $24 por 6 meses.

Hacer. Hacer. Hacer. Intención, intención, intención. La meta dejó de ser un punto de llegada. Una marca como Telecom te lo dice sin vueltas en su última campaña publicitaria “nuestra meta es esforzarnos”, y utiliza la metáfora deportiva. Cuando menos eso es una mentira grande como una casa, no como la tuya, como la del presidente de la empresa. Lo sabemos, ningún deportista compite por el esfuerzo, la meta sigue siendo ganar. Superar a otro. Y como corresponde, uno se siente mal en la derrota.

Perder es real.

Hay una intolerancia para con la derrota y el fracaso que la omnipresencia del sistema capitaliza así: generando ganancia de la pérdida, anulando la angustia del perdedor con zapatillas de

éxito platónico.

Fin del primer tiempo:
Pérdida real: 0.
Éxito platónico: 1.

Se nos induce a pensar que es suficiente intentar. Que todos somos iguales… nah. Confunden la potencia de ser con el “es”. A ver, no se es deportista por hacer deporte como no se es filósofo por estudiar filosofía.

Hacer. Hacer. Hacer. Reciclar. Reciclar. Reciclar. No quiero a la cultura del reciclaje cuando esta no me permite finiquitar algo. Que todo sirva no significa que “deba” servirme. Mi ecología: no me interesa tanto salvar a las ballenas del hombre, como a mí del hombre que salva a las ballenas.

No renuncio al éxito, porque se me lo consideraría como un éxito. La renuncia al “hacer” resulta imposible. No hay espacio para un “no hacer”. Pero sí para un “no conocer”. Lo “no necesario” es el punto a considerar. A conciencia: evaluar y dosificar según necesidad aquello que queremos conocer. Sabemos que a mayor conocimiento mayor confusión. No digo frenarse, digo bajar un cambio. Digerir. Asimilar. Cada quien tiene un organismo que respetar. Se trata de aplicar una dietética.

Es difícil, no se tiene una relación calma con lo desconocido. Y tanto las religiones, como las ciencias, como los divulgadores en general, no paran de aprovecharse de lo que no conocemos. Además, la cultura de la “alarma”, “del último momento”, de lo “urgente” colabora con la paranoia. Canales de noticias las 24 hs., no es extraño. En verdad sí lo es. ¿Para la sociedad de la disponibilidad y del hacer para hacer, hay algo más conveniente que un paranoico?

Veneno: “algo está pasando”.

La verdad: no la necesitamos.

Lo que sucede: nada.




Pero a no deprimirse. El nihilismo, siempre presto a romper las pelotas, tiene un enemigo sólido: el mismo sistema, ¿qué otra cosa iba a ser? Hablemos de remixar, de versionar, de tunear según nuestra digestión. Usemos lo bueno. Hagamos no haciendo. Reelaboremos lo que existe, extrapolemos y utilicemos para nuestras emergencias las construcciones de otros. Salgamos a robar y traigamos interpretaciones a casa: y no le digamos a nuestros jefes que Foucault existió para que podamos haraganear sin sentir culpa. Ponele.

Y ya que estamos: ”No está tan mal renunciar de vez en cuando. La verdadera nobleza consiste en hacer lo que uno debe, sin esperar recompensa ninguna. Tampoco está mal darle cierta ventaja a la vida. Después de todo, el que da ventaja puede alardear aunque pierda. Y una cosa más. Si no podemos enorgullecernos de lo que hemos hecho, que nos quede por lo menos el orgullo de lo que no hemos querido hacer. Alejandro Dolina, Elogio de la renuncia.

3 comentarios:

Alex dijo...

sabés que creo?? que, en líneas generales, tenemos obturado el deseo. entonces ese hacer no surge del ser porque no hay ser, hay cosita que se deja llevar, no hay decisión, no hay frustración y una negación total a renunciar como si la renuncia fuera un nombre del fracaso.

Roma dijo...

perder es real.
Y miras zeitgeist y t das cuenta de q el mundo realmente todo, todo, apesta.


Pensar, pensar, pensar.
La inutilidad nos inunda con cosas y programas que no deseamos ver ni tener cerca.
Pero siempre habra pocos intelectos en el mundo.
siempre.


La unica vuelta que le encuentro a todo esto es la musica.


slds!

Diego dijo...

Alex, Roma: este texto no es en absoluto pesimista, está muy lejos de considerar al mundo una porquería, o de plantear al deseo, como dice Alex, como algo "obturado".

Besos.

Pd: el mundo no se puede reducir en términos tan fundamentalistas.