20 de junio de 2008

Callate y decime.

Si el callar y decir fuese una línea, el silencio sería el punto. El mismo que para la matemática, en su sucesión, configura a la línea misma. Entendido así, como abstracción, el silencio es una interrupción cultural. Un punto que se repite ad infinitum y que constituye el espacio del diálogo en sí.

- El silencio existe en tanto ausencia de un decir.
- Solo se puede decir.

Para la cultura solo se puede decir; confusión: creemos (religiosamente) que siempre hay algo para decir simplemente porque siempre se puede decir algo. El principio de Verdad está en el verbo mismo: palabra / verdad / legitima existencia.

- El hombre por sobre la ley.
- Y la ley por sobre el hombre. Inmediatamente.
- Y nuevamente el hombre por sobre la ley. Por sobre su ley.

Creemos (siempre) que hay algo para decir (porque se puede).

- Solo es posible creer, ¿sí?
- La existencia es Afirmación.




Una consecuencia de la Afirmación, cuando la hago conciente, es que no puedo bailar. El sentimentalismo necesario para hacerlo se espeja en su propia afirmación: pierdo el ritmo al percibir su repetición infinita (igual que cuando vemos nuestra imagen multiplicada en espejos enfrentados). Todo esto porque al silencio también se lo hace decodificación musical (en tanto no seamos los músicos, es decir, su genuino productor). La música solo es para quien la hace, para nosotros es otra cosa. Sin ir más lejos, escucharla es ya otra cosa.

- Nunca se baila música.
- ¿Ah, no?
- No.
- Linda afirmación.

Al silencio se lo interpreta todo. Siempre. No hay remanente: el excedente, lo innombrable, el vacío, el horizonte, lo inasible, y cualquier otra figura de lo incomprensible, son contingencias dinámicas, signos prostitutos a disposición de vuestra necesidad. Si la moral es blanda (siempre lo es) sabremos qué decir.

“¿Por qué lo dado está hecho como lo encontramos?”. Hans Blumemberg. Las realidades en que vivimos.

La retórica, siguiendo con la metáfora prostibular, es recurso del proxeneta. Es un abuso, y por principio, una ruptura del diálogo. El orador es un perverso que hace ley la libertad de expresión (dicta que la expresión es una equivalencia de la libertad), y al hacerla ley, la ficcionaliza, y la pretende por sobre nosotros, que somos existencia y afirmación incondicional de sí. Nos impele a argumentar y a creer que siempre hay algo para decir simplemente porque siempre se puede decir algo; esa omnipotencia es un pliegue de la violencia. Somos indefectiblemente violentos.

“Todos tienen un plan hasta que reciben una trompada en la boca”. Mike Tyson.




- No se puede saber cuándo callarse porque el saber no es un silencio.
- Bien dicho.
- Callate.

Sabemos que los argumentos son insuficientes, y sin embargo pensamos que bastan. ¿Por qué la contradicción? Porque el pensamiento se afirma en su negación. Se afirma en un doble sentido: se afirma como sinónimo de solidez y se afirma como sinónimo del sí inmortal de la existencia que es.

“¿Evidencias?… mis polainas… con evidencias cualquiera prueba cualquier cosa”. Homero Simpson.

- Tanta seriedad me parece sospechosa.
- A mí me da risa.
- Es lo mismo.

El humor, como comicidad, es un falso contra-argumento (no hay más que una dirección del decir, aunque no significa que ese decir sea unidireccional). Un humorista con ideología es un humorista con poder. El poder, lo sabemos, se canibaliza y se corrompe. El humorista es un corrupto de inocencia fingida, y su artillería: la risibilidad.

Evidencias para Homero Simpson: ¿se ha visto un poder que no deteste al humorismo? La risa es una opinión, pero la opinión no es risa. El lugar común del humorista como triste es casi cierto, casi. Lo más acertado es ponerlo como “serio”.




"Cualquier clase de polémica es extraña, desde un principio, a la actitud del pensamiento. El rol del pensamiento no es el del polemista. Pues el pensamiento solo piensa cuando sigue a aquello que habla para una cosa. Las palabras combativas no tienen aquí otro sentido que el de proteger la cosa". Martin Heidegger.

- ¿Qué nos dice todo esto?
- Que la vida es seria porque todos los argumentos son válidos.
- No sabría qué decir.
- Es cuestión de tiempo.
- Lo sé.

4 comentarios:

Alex dijo...

che, tengo un deja vu con este posto, estaba segura que lo leí hace muuuuuuuuuuucho y que había comentado.
mmmnosé, el silencio me habla, a veces el mundo es una aliteración constante, y además nos la pasamos interpretando todo.
Besito

Diego dijo...

Cuando lo escribí, en un momento, sentí ese "ya visto" que vos también sentiste. Es posible, muy posible, que esto texto repita un tópico por el que siento bastante apego. Seguramente ya planteé con anterioridad inquietudes semejantes.

Me pregunto, a raíz de esto, cuál es el límite entre la perseverancia y la obstinación. El punto en que la salud de nuestros vicios deja de ser una paradoja.

Beso.

Alex dijo...

jajajaj, la raya que separa una cosa de la otra es finita. pero no sé si es la vejentud pero cada vez más cosas me parecen apenas separadas, veo los límites cada vez más difusos.
seremos una paradoja?

Anónimo dijo...

No Alex, creo que necesitas ir al oftalmólogo urgentemente (joke!)

Natie