22 de septiembre de 2008

Encarnaciones de la identidad.

Del espejo no se toma distancia. La observación es implicancia, por la cual, modificación de lo observado. La percepción, más que objetiva o subjetiva, es transitiva. Hay una relación entre el tránsito y el tiempo. Cronología y desplazamiento espacial conforman las posibilidades experienciales de un acontecimiento.




Las experiencias dejan marcas, pero el tiempo las hace huellas. Es decir, se reconoce haber experimentado algo, pero ese reconocimiento no constituye la experiencia. Ya es otra cosa. Reconocerse en ella es preterizar el presente; presenciarse sin ser uno exactamente.

El abordar la identidad como tiempo, desestimando así su influencia (por ejemplo aferrándose a la juventud), acaba en un desmotivador culto a la nostalgia. El sentimiento nostálgico nos informa claramente que el tiempo no tiene un valor absoluto. De la misma manera se equivoca quien equivale la vejez con la experiencia. Emplazar la vejez en determinado momento es absurdo, no hay declinación de la facultad de existir; el acontecer tiene tiempo, pero no edad, se da en un espacio, pero en cualquier lugar. La identidad es vaso comunicante temporal, una lectura de la experiencia, de la marca dejada por la experiencia, pero ya hecha huella.



Pareciera ser que vamos cambiando y vamos permaneciendo de manera sincrónica. Como si fuésemos un devenir mutante. Pareciera que ninguna experiencia alcanza la trascendencia; así, la misma experiencia de muerte se alinea con la identidad y pierde su carácter definitivo. La religión Umbandista testimonia esto. El médium, haciendo uso de su mediumnidad, puede incorporar entidades (por lo general esclavos negros o indígenas) y trabajar sin perder su conciencia. A ese mismo tiempo, la entidad incorporada, se manifiesta en su cuerpo, sin tener total domino sobre él, como un avatar del mundo virtual.




¿Cómo se inscribe la identidad en los átomos? ¿En dónde dejamos huellas para reconocernos? ¿Cómo se espeja la materia? Casualmente ayer vi un capítulo de Lost donde se instaura un concepto muy interesante: La constante. Sin duda relacionada con mi noción de huella.

Son muy atractivas las relaciones entre realidad virtual (metaverso) y espiritualismo (realidad astral). Aquellos que hagan posible un fenómeno ficcional como la encarnación múltiple de Matrix no omitirán la iniciación espiritualista: durante una sesión Umbandista, una entidad incorporada en un médium, le responde a un paciente sobre la posibilidad de estar al mismo tiempo en varios lugares. Lo que sucedió a continuación fue una encarnación, por parte de esta entidad, en todos los médium presentes. La misma entidad preguntó cómo se llamaban y todos respondieron con el mismo nombre, el de ella. A la interpelación de cómo esto era posible, la entidad respondió que tenía que ver la velocidad del pensamiento.




La simbiosis absoluta entre realidad virtual y realidad real será la que supere las deficiencias sensoriales de una y de otra. La que integre por el punto más débil, es decir, por el maleable y mutante. No se tratará de juntar ciencia y religión, sino átomos y bits. Así, ambas existencias podrán ser abordadas por cualquier identidad. Abrá que aprender a somatizarlas por un lado y a mistificarlas por el otro.




La ficción y la realidad son dos dimensiones de existencia separadas concretamente en su nominación. Pero en el ir venir de nuestro tránsito por ambas, se produce una huella, se cristaliza un espejo, y surge la experiencia indisociable y propia de la identidad, imposible de adjudicar a aquella ficción y a aquella realidad.

“La memoria se construye y, una vez que ha sido construida, los orígenes de esa construcción pueden perderse para siempre”. Oliver Sacks.

¿Por qué las cosas nunca son como las esperamos? Porque la espera es un tiempo que se resuelve en un espacio único, mientras que la imaginación es una proyección en extremo abarcadora. Cuando imaginamos estamos elaborando varios pensamientos en paralelo. La actividad cerebral puede ser localizada, pero no puntualizada.

El espíritu se manifiesta como una intención interpretativa, no explicativa. La identidad no busca definirse, sino indefinirse. Por eso la claridad no es propia del ocultismo. El mundo de la espiritualidad, el mundo de la materialidad, el de la racionalidad, el de la imaginación, constituyen las fascinantes experiencias de la realidad; nos constituyen.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Interesante el planteo, sobre todo porque apunta a tocar dos extremos: identidad y realidad, conciencia y percepción, modelo y reflejo. Desde mi punto de vista, vivimos en una época en la cual lo real se ha desvanecido en la mediación a tal grado, que dicha mediación ha pasado a ser lo real: vivimos, en consecuencia, enchufados a la matrix, porque la matrix se ha convertido ya en lo real.

Gracias por andar de visita por mi cadalso... y en cuanto a tu comentario, avisá nomás si te pasa lo mismo che, que yo te llamo para pasarte mi número.

Un gran abrazo.

Diego dijo...

Gracias por la lectura, Adriano.

Y sí, siempre paso por tu cadalso (que palabra en pata esa, eh?)

Otro abrazo para vos.