Monotonía, lesiones, agotamiento, dolor. Todo deporte implica un disciplinamiento y una puesta en contracción al natural desborde de la vida. El deporte es una reconducción de la vitalidad y una manifestación creativa de la voluntad que, en tanto fenomenología, resulta el quid de la cuestión deportiva.
El deporte como mundo.
Si no puedo correr ando en bicicleta, y si no puedo andar en bici, nado, pero bajo ningún punto de vista abandono mi quehacer deportivo. Y es que en cualquiera de estas tres disciplinas, hermanadas por su práctica en soledad, participo del profundo fenómeno existencial; el deporte es un diálogo con el no-mundo y tiene que ver con la construcción a partir del insondable concepto de vacío.
“Soy el nadador, Señor, solo el hombre que nada. / Gracias doy a tus aguas porque en ellas / mis brazos todavía / hacen ruido de alas”. Héctor Viel Temperley, nadador y escritor.
La perseverancia, la rutina, la repetición; el hacer obsesivo del deporte es como la cámara lenta: nos permite transitar por un otro tiempo. Facilita la captación del detalle,
(abro un paréntesis: ya Flaubert sostenía que bastaba ver algo mucho tiempo para que este se volviese interesante. De la misma manera, rutina mediante, el deporte nos interesa con el mundo: y como indica el prefijo inter, nos pone en un entre. ¿Entre qué?, entre puntos no relacionados por fuera de la práctica deportiva. Es decir, nos pone en interés y participación de un otro tiempo construido desde la intimidad (que tiene tanto que ver con el vacío), propiamente dicho, un mundo singular. Como para no fascinarse)
posibilita un ejercicio del sentido visual, y a su través, (recordemos que no hay sentido independiente, todos están interrelacionados e interconstruidos) otorga a la imaginación el poder de gestionar a la voluntad. No hay excelencia deportiva sin imaginación. Desde los movimientos solitarios del karateka haciendo su katá (literalmente “forma”), hasta la coreografía en tierra que hacen los pilotos de la impresionante Red Bull Air Race (no se pierdan este video). Es así: todo comienza en la cabeza. Y así lo supo Adidas y así lo capitalizó con su campaña Impossible is Nothing.
El deporte es un diálogo con el mundo. Es íntimo porque se sirve de la imaginación y de otro procesos mentales para construir una realidad que no existe: la fenomenología deportiva es la conciencia del mundo-uno.
El deporte tiene tanto de física como de metafísica. Se aprende a creer en un más allá porque se transita la experiencia de un más acá (en tanto dinámica de la superación, el haber sido fundamenta el poder ser). Se aprende a descansar, se modifica la alimentación… todo se vuelve un ejercicio de economía vital. Y es que para el deportista no hay mundo. El mundo es un hecho de la voluntad. La administración sabia de sus recursos hasta la conquista de otros. La experiencia misma de la sucesión. El sentimiento propio de la inmortalidad.
5 comentarios:
hay dos cosas que no son lo mío: el deporte y la voluntad, en ese orden
Pero no sabés lo que te perdés...
muy buen artículo diego, soy deportista (golfista y practicante de taichi) y lo has dicho muy bien
me gustaría citarlo en uno de mis blogs, yinyanggolf.blogspot.com
avisame si no hay problema
saludos
Gracias. No hay ningún problema, Aldus. La web está para eso.
Saludos.
gracias, subido en yinyanggolf.blogspot.com
saludos
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