15 de septiembre de 2006

La lectura en el tren.

Esta mañana, durante el viaje al trabajo, abandoné el tren y me dirigí hacia la costa mediterránea. Fue una paseo fantástico. La lectura sin duda transporta. Ojalá hubiera durado más; el desdoblamiento, la vida paralela -la del vagón oscuro y apretado y la de la callecita fresca de casas blancas-, se disolvió y volvió a ser una. Ese estado mental borroso que me embriagaba, ese fuera de foco, se corrigió y se enfocó en una realidad concreta, sólida y dura. Una voz atronadora enumeraba las cifras de los billetes de lotería que vendía. Después de eso no pude abstraerme más. Un sin fin de vendedores gritaron desesperados los beneficios milagrosos de sus productos. El peor, el de la lotería, que prometió a todo el pasaje que esa noche -la del sorteo-, llegaría “la solución a todos los problemas”. Idiota.

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