1 de febrero de 2007

El parásito cultural.

No es extraño que hoy en día el uso de la filosofía, el arte y el pensamiento en general se dé entre la mayoría de la gente. La percepción elitista de la cultura es un anacronismo. Hoy casi todos tienen acceso a casi todo. Y ese monumental arsenal de ideas que la historia de nuestra civilización ha creado, está al alcance de la mano de cualquiera. Se podría pensar que esto es de por sí un salto hacia el progreso. Pero no lo es, porque ni el arte, ni la filosofía, ni la cultura en sí, hacen mejores al ser humano.

Nosotros, como vulgo, no somos productores de ideas ni generadores de movimientos artísticos, simplemente nos limitamos a consumir lo que nos llega. Y habiendo hecho del consumo un sinónimo de inmediatez y descartabilidad, de medio y no de fin, no es extraño que los haberes culturales terminen siendo tratados de igual manera. Pero esto no es suficiente para generar la problemática que aquí pretendo cuestionar, solo ayuda a expandirla y profundizarla, en parte es como un agente transmisor. La otra cara del problema, o como diría un fiscal acusador “el partícipe necesario” es la ley del mínimo esfuerzo, ley que nos rige de antaño. Principio universal y tácito de la economía: mínima inversión, máximo rendimiento posible. La ley del mínimo esfuerzo, como toda ley, representa un paradigma. Y una de las funciones del sistema paradigmático es proveernos de una contención que nos permita desplazarnos de manera segura entre ciertos límites. Ahora bien, este paradigma es demasiado laxo como para delimitarlo con facilidad, lo que supone un riesgo, ¿hasta dónde esforzarse? ¿qué resultados exigir o esperar de ese esfuerzo? No sé. Lo que sí sé es que de esta mixtura entre cultura asequible y ley del mínimo esfuerzo ha surgido un híbrido monstruoso: el parásito cultural.

Es correcto suponer que al sacrifico natural que se debe hacer para entender y aprender se le suceda una capitalización del mismo. Y ese es el punto crítico donde debemos cuidarnos, donde el paradigma se pone chicloso, donde la comodidad y la autocomplacencia se pueden estiran peligrosamente hasta el punto de explotar sobre nuestros rostros.

La capitalización de la cultura adquirida.
La ley del mínimo esfuerzo es arcaica y la amplia diversidad cultural para usufructuarla, moderna. Para poder mezclarse ambas necesitan de un cuerpo, y ese cuerpo será el de la tan humana fe; oxígeno metafísico para respirar nuestro futuro.
Una característica constitucional de la fe es su plenitud, o se aplica por entero o no se aplica, no permite término medio. Es así que acabamos, por puro sentimiento vital, por creer. Y nuestra capacidad de obrar se transforma en objeto de culto: el “querer es poder” se concibe con religiosidad, algo de lo que se puede inferir que, querer que haya dios, es crear a dios, pero ese es otro tema. Lo que quiero decir es que la fe en nuestras capacidades nos ha hecho creer que el esfuerzo siempre conlleva a la verdad y al éxito. Motivo más que suficiente para que el obrador, el hacedor, el trabajador, siempre goce, de ante mano, de una buena mirada; confiados, le libramos un cheque en blanco a tan honroso vivir.

Pero el parásito cultural no obra así, sino con mala fe. Para mí la mala fe puede tener dos afluentes, uno, venido de una conciencia que difiere del social bien común, esto es, el obrar sin los escrúpulos ni los reparos éticos o morales imperantes, por considerarlos una traba para el cumplimiento de objetivos íntimos. Y el segundo afluente, proveniente de una conciencia inadaptada por incomprensión electiva, esto es, lo más parecido a la desidia y la negligencia. Ambas distorsiones de la fe, según mi parecer, poseen igual poder de afectación cultural. En resumen, no importa qué tipo de parásito cultural sea, el atajo y la obtención indigna de ventajas es común a toda la especie. Este flagelo oculto de nuestro tiempo no duda en echar mano a la filosofía y al arte que a puro sufrimiento la humanidad ha escurrido de algunos humanos. Este mediocre solapado es un tipo que domina con superficial perfección el arte de la apariencia intelectual. Las citas, los apotegmas, los aforismos y otros formatos de representación cultural son usados en su batalla como balas certeras y precisas, como una munición letal que mata las dudas que podamos tener sobre él y sobre sus conocimientos del extenso campo del saber universal. Este soldado de la mediocridad ostenta nombres de filósofos, literatos y artistas convirtiéndolos en la mano derecha de su perversa voluntad. Es un inescrupuloso, un “ocupa” que habita los pensamientos ajenos. Hay que mirar con atención, este seudointelectual es un diletante que se adhiere como sanguijuela a la primer filosofía que le conviene. Cuando encuentra una que es propicia para sus previamente elegidos fines, empieza a chuparla hasta vaciarla de su original significado, que dicho sea de paso, nunca entendió o nunca quiso entender. Tergiversa. Muchas veces se ensaña con una idea en particular, pues es más cómodo. No es raro que quienes más se aferran a una idea sean quienes menos ideas tienen. A riesgo de perogrullada esbozo el siguiente y parcial ejemplo: a una persona violenta, racista, intolerante, altanera y prepotente, con ansias de dominar y desplazar, nada le costará cobijarse en un Nietzsche, figura a quién probablemente desconozca minuciosamente, pero de la que sin embargo se apropiará. Y además lo hará sin escrúpulos ni respeto, dado que creará una falsa efigie de él para validarse y solventar la odiosa conducta que tenía a priori.

Uno de las conductas que potencian esta problemática es nuestra comodidad intelectual (la propia utilización de la ley del mínimo esfuerzo), o la menos probable confianza hacia nuestros semejantes. Cualquiera sea, deja lugar suficiente para que el engaño se propague, y con él, el abaratamiento de una filosofía, la resignificación perniciosa de las ideas y la adulteración de la cultura.

Si se permite que la asociación fraudulenta que tiene el parásito cultural con las ideas manipuladas se propague, uno acaba por perder algo demasiado importante. Porque termina por vivir una cultura mentida. Y al perderse el derecho a la “verdad”, se pierde la posibilidad de elección de la misma. Poder elegir qué parte de la cultura conformará nuestra verdad es poder elegir y tallar nuestra identidad, que en definitiva es también la identidad cultural de una sociedad, dado que la conforma. Es decir, nosotros mismos nos terminamos convirtiendo en un parásito cultural porque pasamos a obrar conforme a una homogenización, y la homogenización cultural es la muerte de la individualidad. Aquí surge una paradoja en cuanto a que la diversidad se vuelve antropofágica. Me explico: la diversidad, generada por un eterno apetito del ser humano por encontrar “el uno que todo lo explique”, termina aniquilando su carácter plural al no encontrar ese uno y al mentirse que lo ha hecho; la desesperación es quien fuerza a realizar una elección. Es que finalmente el valor de la diversidad radica en la posibilidad de elección que otorga, y el tener que elegir, es una forma de descartar, borrar y aniquilar las otras opciones. Hay parásitos culturales que saben esto muy bien, como Paul Joseph Goebbels, ministro de propaganda de Adolf Hitler, que dijo algo interesante, aunque no solo lo dijo, sino que lo ejecutó, y eficazmente además, para conseguir sus perversos objetivos: “una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad”. Claro caso de honestidad sobre la propia y aberrante conducta parasitaria. Sabida es la manipulación ideológica que ha hecho el régimen nazi, extremo donde la muerte de la individualidad fue mucho más que espiritual.

Ojo, mantengamos ejercitado el espíritu crítico, tallemos nuestra identidad y protejamos la libertad de elección cultural, no dejemos que se nos diluya entre cerveza y televisión (quiero aclarar que no pretendo desestimar ni al alcohol ni a la televisión, blancos comunes a la hora de apuntar hacia un culpable de los males sociales. Simplemente los menciono como habituales medios diversivos, pero no como deformadores negativos o destructores de los “valores” y la “moral”).

Otra mirada al parasitismo cultural: dime lo que no piensas y te diré quién eres.
La frase que precede aplica a quines se amparan en el pensamiento ajeno para ocultar la falta de argumento propio más allá de la mala fe con que lo haga. No hace falta ser un manipulador para acometer en el uso parasitario de la cultura. La simple comodidad, rayana en el aprovechamiento excesivo de la ley del mínimo esfuerzo, y la necesidad de refugiarse argumentalmente en una razón que justifique la habitual conducta, son suficientes móviles para inmiscuirse en los razonamientos ajenos. No condeno el uso de la cita, el intertexto, la alusión, el tópico y otros componentes de nuestro discurso. Sé que son elementos retóricos imprescindibles para crear marcos de referencia y pilares de expresión. Lo que condeno es el uso indiscriminado, impune, indebido, idiota, etc. Usos que también conducen a las dramáticas consecuencias que ya expliqué.

La libertad de expresión es un derecho adquirido con el derramamiento de sangre de siglos enteros. Dolores y sufrimientos de miles han convertido al razonar en un deber moral y en un miembro honorífico de la ética del vivir. Y no estamos razonando casi nada. El “yo pienso” es la falsedad más verbalizada de nuestros tiempos. Creo que una porción importante de la gente es parásito cultural, sobre todo del segundo tipo, del que podríamos llamar el diletante; lamentablemente me inscribo en él. Este ensayo es prueba, aunque también argumento de defensa.

Brevemente voy a comentar un caso con dos aristas (y que difiere del primero que mencioné como ejemplo -el del violento que se refugiaba en Nietzsche- por ser más del segundo tipo, del negligente), es además, el que me inspiró a escribir este ensayo.

Por un lado mostraré como la cómoda usurpación de una frase célebre sirve para validar una postura tomada de antemano, y por otro, la falta de coherencia de dicha frase, que demuestra, además, que hay más ganas de ser convencidos que ideas convincentes. Trataré de persuadirlos de que hacer un esfuerzo y pensar un poco más lo que se ha de tomar de la cultura es esencial para mantenerla sana. Porque en definitiva, el contrapunto básico del parasitismo es la capacidad crítica.

La cita en cuestión corresponde al filósofo Lao Tse y dice: “El que está satisfecho con su parte es rico”.

A tener en cuenta: la persona que usurpó esta frase tiene limitados recursos económicos, es poco asidua al ejercicio de la reflexión, es confiada, humilde y carece de ambiciones intelectuales. En parte es un parásito cultural de mi tipo, del diletante, pero del subtipo pasivo. Con estos datos no hace falta demasiado análisis para ver que la frase “El que está satisfecho con su parte es rico” le queda de maravillas. Le calza perfecto, por eso la ha tomado. Es un mínimo esfuerzo con un máximo beneficio dado que, con el solo hecho de adherir a ella, justifica y honra su modo de vida, un modo que, a mi manera de ver, posibilita el quietismo y el status quo de la pobreza, en su concepto más amplio. A mi consideración, esta persona ha elegido su propio mal.

El que está satisfecho con su parte es rico, es una idea que puede, en un principio, resultar sabia. Pero no lo es en absoluto. De hecho, la postura que alienta es hija de una voluntad inapropiada para el desarrollo y el crecimiento individual, algo que se opone a lo que yo entiendo debe ser una expresión de sabiduría. Veamos por qué: estar satisfecho es un contrasentido cuando se junta a la idea de humildad que propone el enunciado. Un satisfecho no puede ser humilde al mismo tiempo porque la humildad implica la aceptación conciente de cierta falta de. Y la falta jamás puede ser riqueza, que es el tener algo con más o menos abundancia, sea un bien espiritual o material. El conformismo propuesto por la frase es también contrasentido de humildad, porque una persona que está conforme con su humildad, es una persona poco humilde. Es más, pisa la línea donde la humildad linda con la arrogancia y la vanagloria. Además la frase hace ver a la pobreza como una virtud, cosa que no puedo tolerar. La pobreza, en cualquier sentido, impide todo tipo de desarrollo. Subyuga al ser humano y lo pone en las manos de los más hábiles manipuladores y parásitos, generalmente bien hospedados en los cenáculos de la religión, la política, y como vimos, la misma cultura.

15 comentarios:

Renatabonamici dijo...

Ahora entiendo por qué en tu perfil dice: "En este espacio pretendo volcar las impresiones que determinados momentos dejan en mí"

Se me hace un poco difícil decir lo que pienso ante tan extenso texto, digamos que tengo opiniones para cada renglón.
La ley del mínimo esfuerzo es una de las cosas que más me irritan, y al fin y al cabo, todos terminamos con esa sensación... creo que una de las peores cosas de la capitalización es justamente que no podemos elegir aislarnos mucho, porque eso significaría abandonar por completo a la sociedad, o simplemente hacer caso omiso, como yo intento.
Por otra parte, en lo que a la sociedad refiere, el poco compromiso e interés hacia algo que no sea Gran Hermano o el último partido de fútbol -ni hablar de la modelo tal que está saliendo con aquel- es lo más enfermante.
En una parte de lo que escribiste "dime lo que no piensas y te diré quién eres"...
te respondo, al menos piensan! En esta mediocridad, prefiero alguien que piense, antes que alguien que piense según la temporada de una novela, o lo que dijo Arjona acerca de la vida en sus últimas canciones... es degradante, y como anteriormente dije, enfermante. Prefiero alguien que piensen y no sean autocríticos de su propio punto de vista pero al menos.. piensen!

Creo que si sigo... no terminaría nunca...
Un placer haber pasado por acá..

Renatabonamici dijo...

Lleno de errores de coherencia y cohesión, sepan disculpar. ni corregí.

Lo. dijo...

Prometo leer y firmar como es debido.
Te quiero bonito escaleno ;)

Anónimo dijo...

Consejo de (futura)editora:
tendrías que cambiar el template, para que la columna de texto sea más ancha. Así se dificulta la lectura de textos largos. Sobretodo si es un texto lleno de ideas como este. Al tener que bajar la vista permanentemente al otro renglón, se pierde el hilo de la lectura.
Besazos.

Anónimo dijo...

Momento de pseudointelectualidad...

Creo que hay varias cosas a tener en cuenta:
1). Las teorías intentan explicar la realidad desde un paradigma creado por quien lo enuncia. Si tenemos en cuenta que un paradigma es simplemente una visión acotada y particular del mundo y, completamente original por no haber otra igual, entendemos entonces la cantidad de variantes teóricas.
2). No existen las teorías generales. La idea de que existen teorías parciales y generales es totalmente una falacia expuesta por la inmensa cantidad de teorías alternativas que intentan "emparchar" las anomalías surgidas de las primeras.
3). Una teoría desaparece cuando quienes propugnaban dicha teoría dejan de creer en ella o mueren.
4). La forma mas sencilla de convertirse en un "parasito cultural", a mi entender claro está, se dá cuando forzamos ´la realidad para que caiga dentro de una teoria particular.

Ahora... Citando el ejemplo que usas sobre la frase de Lao Tse, quizas la base de tu dilema esté en tu propia interpretación de la misma.
"El que esta satisfecho con su parte es rico" quizas no signifique nada mas que la idea de riqueza espiritual al comprender que siempre habra uno que tenga mas y uno que tenga menos que nosotros y no, como explicaste, una excusa a la pasividad.

Desde mi corta explicación, lo que quiero remarcar es que tu idea sobre esta frase sale tambien de tu propio paradigma (que como dije anteriormente, es único) conformado por tus propias vivencias, experiencias y extructura racional.

Lo grandioso de quien posee un razonamiento crítico (o un critico razonamiento) es la capacidad de conjugar teorías para entender el mundo aportando nuevas ideas que serán discernidas, agrupadas y clasificadas en base a sus propias creencias.

DISCERNIMIENTO es la base de la logica teórica y de la comprensión del mundo como conjunto de paradigmas no excluyentes entre sí. y de hecho muchas veces complementarios... aplicarlo en post del no forzamiento de la realidad es la forma más segura de evitar convertir a la sociedad en un parásito cultural.

Alejandra Dening dijo...

ahhh... sorry... pero me gustabas más antes... me duermo ante tantas palabras... creo que antes decías más con menos... ahora lo piensas demasiado y toda la magia se va en las correcciones... lo lamento... pero te veo venir y me cruzo de vereda... aunque te pispearé de costado a ver si vuelves a ser el que logró enojarme en algún momento...

Alejandra Dening dijo...

Bueno... esteeeee... te vi pasar y me sonrojé al ver que me viste y me hice la tonta... así que me paré y te escuché... enterito... de pí a pá... no te interrumpo, ni te digo nada... recién cuando nos despedimos, camino un par de pasos y murmuro: si él mismo es de esa manera (obvio que tengo pruebas... varios coments tuyos carecen de palabras propias) y le sirve como esqueleto de su existencia... ¿por qué criticar a quien no hace más que lo mismo?
Me quedo en silencio, y antes de dar vuelta la esquina giro mi cabeza y te veo, te veo caminando, ensimismado... entonces pienso: justamente de eso se trata su esqueleto... entonces... ¿por qué ahora criticarlo yo? Y ahí se me escapa una sonrisita... es que yo también hago lo mismo, quizás sin citar autores y con casi nada de intelectualismo, pero el fin es el mismo... observar e intentar encontrarle el sentido a eso que observo...

Bye... nos estamos leyendo...

PD: Tu aporte de "sensación de montaña rusa en picada" me ha ayudado a que anoche no tire a la mierda mis 26 días sin fumar... Quizás sea esto lo que me hace no cruzar de vereda... bah, en realidad aún no lo sé...

Alex dijo...

Largo el texto!!!!
Creo que la apropiación de la cultura, sea el modo en que se de, siempre es bueno. Porque más allá de la parición de parásitos culturales (muchos de ellos con licenciaturas y masters) abre todo un campo de acción y pensamiento que apunta directamente al corazón de la pobreza al ser un disparador de la superación personal.
Coincido en tu percepción de la pobreza.

Mikaelina dijo...

Diego, discrepo cuando afirma que ni el arte, ni la filosofía, ni la cultura en sí, hacen mejores al ser humano. Creo todo lo contrario, que es lo único que nos hace mejores. Tal vez luego se explique, pero ruego me disculpe, el texto es demasiado largo y me quedé por el camino.

Tal vez vuelva con más ánimos.

Alex de Seven dijo...

Acá toy dándome una vuelta para cuidar el blog de Diego
alex de amor profano

Alex dijo...

y no volvió todavía...

Lo. dijo...

Como te dije, no voy a opinar sobre este ensayo. Primero porque este espacio es muy limitado para hacerlo; segundo porque si lo hago seguro que no me expreso correctamente; y tercero porque me hacés acordar a M...maldito seas!

Sabés que coincido casi totalmente con vos, y estas ideas que planteas ameritan una muy buena charla. Pero no va a ocurrir acá. Eso también lo sabés.
Sos un genio. Y sos la segunda persona en toda mi vida a quien se lo digo.
Te quiero, y cuando escribís estas cosas, te quiero más.

Lo. dijo...

Me encantaaaaaaaa dejarte comments tontos en post interesantes!!!
Porque soy mala. Y porque vos también sos malo. :)

Besazo (con zzzzeta de lengua mordida (si, me encanto ese beso y voy a usarlo mientras sea necesario))

Paco dijo...

Excelente nota.
Recien pase por aquí (respondiendo a tu invitación) no me arrepiento.
Creo que fomentas el pensamiento critico, y eso es de lo mejor.

Espero seguir en contacto.

Gracias

Victoria dijo...

a este lo dejè por la mitad, confieso haberlo leìdo recièn salido...


màs asì quedarà...
no podemos acabarnos todo, siempre



besos +