4 de abril de 2007
El señor equis.
Al señor equis le gustan las mujeres. Y le gustan como género de afecto. Una de ellas y un cachorro pueden fundirse en un espectáculo de inconmensurable belleza. Por eso el señor equis se entristece. Él jamás tendrá eso. Porque nada se puede tener. El señor equis no deja de sorprenderse cada vez que una de ellas le habla. Porque hablan, y mucho. Él las prefiere calladas. Y lejanas. Le gusta entonces ir a buscarlas. Y ver una gran sonrisa. Abandonos premeditados que valen la pena, se dice para sus adentros. El señor equis tiene un gran corazón: lo esconde. Y recomienda esconder lo que se debe cuidar. Es un iluso. Es humano. Eso dicen sus actos. El señor equis sabe que no puede dar lo que promete. Porque nada se puede dar. Pero promete. Porque el aire está hecho de ilusiones. Si el señor equis deja de respirar se muere. El señor equis es común, tan común que se pone mal por serlo. Entonces se pone hacer cosas raras, como no hacer nada. El señor equis se equivoca. Algo está haciendo, y reconocer que no sabe qué, lo llena de orgullo. El señor equis no sabe de enemigos ni amigos. Sabe de compañeros de juegos. Y sabe que si una joven le canta al oído se va al cielo. Su tragedia es ser adulto. Dice que los niños son muy niños para lamentarse, y los viejos, muy niños también. El señor equis fue uno y será el otro. Es una chispa entre paréntesis. Un destello fugaz e impertinente que apenas sirve para mostrar todo lo que no se puede ver. Una luminaria incandescente que atrae curiosos como insectos, y que se apaga justo a tiempo, para no verlos morir.
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4 comentarios:
sutil e incorregible la contradicción con/en la que se describe a señor equis.
una delicia, por supuesto.
delicia, tal cual!
"una chispa entre paréntesis"...te diría que así resplandece más, como vos.
me gustó.
cada post me gusta más y más, mr. d. siga así, que va por un camino.
o dos.
pero piolas todos.
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