El mismo. El otro.

Es evidente que yo también lo siento. Me pasa cada vez que digo algo cuando hablo: ese frío profundo sobreviene y apaga cualquier ardor expresivo. Es el sentido: de lo innecesario. Entonces me digo que los sinónimos empobrecen el lenguaje. No es lo mismo mi mano izquierda que aquella que no es la derecha; es la una o la otra, aunque le muestre la misma. Y eso me indispone. Me obnubilo cuando callo, cuando una mano, o lo que sea, me calla. Porque no es lo mismo que estar en silencio, que en última instancia es una elección. Y la sanidad, a la que corresponde no decir esto que le estoy diciendo; esa higiene de las relaciones que consta en decir lo que hay que decir a aquellos a quienes hay que decírselo. Así cualquiera. Que en comparación las cosas puedan comparase, así cualquiera. ¡Ja! mire que loco ¿ve lo que le digo? ¿qué estamos escuchando? ¿Information Society? Póngalo de nuevo, ¿escuchó? “Repetition, the only thing I can do”. ¿Se da cuenta? No sé ni para qué se lo digo. Estoy un poco desmesurado, ya van dos veces en mi vida que uso la letra de un tema como ejemplo de lo que no puedo decir. No me entiende, eso es porque el entendimiento es una repetición. Fíjese, esto es Leyendo a Godot:

Estragón: ¿Y no sería más bien un arbolillo?
Vladimiro: Un arbusto.
Estragón: Un arbolillo.

Otra vez, otra cosa, otra vez:

Vladimiro: Se diría que estamos en un espectáculo.
Estragón: En el circo.
Vladimiro: En una revista.
Estragón: En el circo.

Otra cosa, otra vez, otra cosa:

Vladimiro: Es como un ruido de alas.
Estragón: De hojas.
Vladimiro: De arena.
Estragón: De hojas.

Necesito tranquilizarme, voy a hacerlo (una vez) más:

Vladimiro: Mas bien cuchichean.
Estragón: Murmuran.
Vladimiro: Susurran.
Estragón: Murmuran.

Qué lindo, ¿no? Por ahí anda el sin sonido de la música. Tanto balanceo me dio sueño. Aprovecho y me voy a dormir contento. Un placer haberlo visto, aunque haya sido otra vez.