22 de noviembre de 2007

Yo moneda.

Por ejemplo, tener el dinero para comprarse un vehículo de lujo y hacerlo, no es un gasto de dinero. Es la obviedad quien procede, y por tanto, es el dinero que se gasta solo, prescindiendo de uno, siguiendo su natural rumbo, su independencia. Es el capital haciéndonos su bien de intercambio: la moneda somos nosotros.

Ahora liberemos la moneda.
La moneda solo tiene valor en tránsito, la moneda es tránsito. Para mantener su razón el objeto de su gasto debe ser variable. Ahora, ¿qué pasa cuando el objeto de su gasto somos nosotros? Se resiente la producción del capital humano: la satisfacción, cunita de la felicidad. (El que no quiera ser feliz, que levante la mano).

Ese resentimiento de la satisfacción es un problema actual del tránsito monetario, su causante es el deseo. La incompatibilidad surge justamente porque nosotros ya éramos tránsito, ya tenemos un fluir del que el deseo es parte, pero no totalidad.

Desde el momento en que nos hicimos moneda, compatibilizar el gasto monetario con nuestro gasto yoico, con nuestro tránsito de identidad, se ha vuelto vital.

La fricción de la simbiosis.
Entonces, la incompatibilidad surge porque nosotros ya estábamos en continuo tránsito, ya éramos objeto de gasto antes de monetizarnos. El hacernos moneda, en las circunstancias del deseo, no colabora con la dinámica de la identidad, porque la circunscribe, porque limita su gasto.

A pesar de su vinculación con la libertad, la moneda está acotada al mundo del deseo. La idea instaurada de la dinámica de la moneda es falsa. Está orientada a la creación del deseo pero no a su satisfacción. Es decir, la circulación se ha hecho dependiente del deseo dejando de lado el placer sin finalidad.

La circulación de la moneda sólo por el circuito del deseo produce una repetición que la encierra en la insatisfacción propia de lo cíclico.

Ese fenómeno de la insatisfacción que es hoy parte del circuito deseo/monetario, se debe a que el hombre y la mujer no pueden circular solo por el deseo. Necesitamos más.

La dinámica del deseo es estática, en cambio la del placer no. El placer es móvil. Uno puede encontrar placer en algo antes no deseado. Por tanto el valor de la moneda, el valor de nosotros, es la generación del placer sin objeto preestablecido.

El principio de la felicidad es la adquisición de lo no necesario.

La moneda que intercambiamos somos nosotros, y hay que darle una dimensión de valor que vaya más allá del tradicional dinero. Hay que poner a la utilidad por encima de la necesidad. Pero ojo, no hay que caer en el pragmatismo ni mensurar en base a lo utilitario: lo fundamental es que lo utilitario tampoco es necesario.

La libertad de no desear.
Ya sabemos que la satisfacción está anclada en la libertad, y que ella también se ejercita en lo económico/emocional. También sabemos que la fuerza por crear deseo, que es parte de la mecánica del flujo monetario, la perjudica. Ahora, ¿cómo contrarrestar, cómo salir del circuito del deseo impuesto? Desmitificando la necesidad. Porque lo contraproducente hace pie justamente en el mito de la necesidad: la necesidad del deseo.

No digo que esté mal desear, lo que está mal es la idea que instaura a la falta de deseo como un problema. La deseomanía, la predicación de la exaltación permanente de un estado deseoso, es parte del sufrir actual. “¿Qué es lo que querés? ¿qué necesitas?” son preguntas que hoy por hoy, bordean el acoso. Esas interrogaciones, que se esconden bajo un falso espíritu servicial, nos llegan desde todos lados y también se escudan en otro mito: la respuesta, y su aliado nefasto: “el que calla otorga”.

Toda la fuerza del viejo capital depende de la pura retórica del deseo que funde y confunde al querer con el desear y al desear con el necesitar. Y la verdad es que yo puedo querer sin desear y desear sin necesitar.

Hay que conquistar la neutralidad del objeto, de lo inorgánico. Ir tranquilo, mudable. ¡Y basta de relacionar el reposo de la vitalidad con la apatía, o peor, con la enfermedad! Porque hasta la terapéutica ha claudicado y pone a la falta de deseo como problema. Muchísimas personas gastan horas de terapia en tratar insatisfacciones existentes pero falsas. ¿Desde cuando uno debe sentir angustia por no desear? Es uno falso problema, uno no puede lamentarse porque no le guste algo. En este aspecto, la terapia, más que liberar deseos, los reprime, los ordena, los peina con raya al costado, y los manda temprano a la cama.

Hay un autoritarismo del deseo que lleva a la insatisfacción permanente.

“El placer debe también formar parte de nuestra cultura. No está de más señalar que desde hace siglos, la mayoría de las personas -incluidos también médicos, psiquiatras y hasta los movimientos de liberación- vienen hablando del deseo, nunca del placer. "Debemos liberar nuestro deseo", afirman. ¡No! Debemos crear placeres nuevos: acaso surja entonces el deseo”. Michel Foucault.

Si la moneda es tránsito, y vuelve a nosotros tras desabastecerse en la exterioridad que le dimos con el capitalismo, bien, pero reincorporémosla sabiamente, seleccionando, y gastándola fuera del circuito del deseo/deseo.

Transitemos por el desinterés hacia la búsqueda de lo vital, el placer.





Placer, pequeño tesoro. Depeche Mode.
Todo el mundo busca a alguien a quien seguir / Lo encuentran todo difícil de digerir / Todo el mundo busca una razón para vivir / Si tú buscas una razón yo tengo una razón para dar / Placer, pequeño tesoro.

Todo el mundo busca sensaciones nuevas / Todos hablan del estado de la nación / Todos buscan una tierra prometida / Ya nadie comprende / El placer pequeño tesoro.

Todo el mundo busca una razón para vivir / Si tu buscas una razón / Yo tengo una razón para dar / Placer, pequeño tesoro.

Vestidos de maternidad / Y trajes de paternidad / Si esto es lo que quieres / Te están esperando / Todo el mundo necesita una u otra razón / Y tú encontrarás una razón cuando descubras / El placer, pequeño tesoro.

1 comentario:

Alex dijo...

somos monedas porque somos sujetos deseantes??