El destino es el propósito. Te lo digo yo, que hasta el momento no encontré algo por lo cual vivir que no sea eso, el destino. Ahora, si me preguntás qué es el destino, bien, debo decirte que estás fuera de lugar. Porque eso es algo que no me es posible conocer sin ocupar ese lugar, el del destino. Y todos sabemos que no se puede ocupar un lugar que ya se está ocupando. Porque explicar es eso: ocupar dos veces el mismo lugar, al mismo tiempo. Por eso las explicaciones siempre son falsas, mejor dicho, desubicadas. Y no me siento culpable cuando me río. Si las explicaciones hacen cosquillas no es mi culpa: las frases tienen un cuerpo, y viborearan metiéndose entre los sucesos, que también son cuerpo. Fricciones.
Lo contradictorio es esto, mirá: el destino se hace chistoso cuando se formula y trágico cuando se calla. Pero no es verdad, ¿cierto? No debería haber dicho trágico, es como muy teatral, teatral entre comillas.
Me convendría usar palabras que no evoquen ni que provoquen sentimientos tan extremos. Debo ser menos presuntuoso. Pero. Pero: la tibieza está mal vista por los apasionados, que vendríamos a ser un poco todos. Celebramos los excesos. Los celebramos porque es lo único que nos sostiene. Bueno, lo único no. Pero no me digas que no vivimos sobre un suelo de brasas. Ardemos en existencia. Jajaja… la metáfora… con ella digo las cosas de cualquier forma, ¡como para no desconfiar!
Me voy. ¿Qué arte del irse a tiempo, no?
Las brasas, las brasas. Las brasas versus, por ejemplo, las ganas que te tengo.
¿Qué arte del irse a tiempo, no? Me voy. Es que el destino es el propósito.
23 de enero de 2008
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1 comentario:
este me gusto mucho... mucho...
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