No es la reflexión un punto de partida tanto como de llegada. No se reflexiona “para”, si no “porque”.
Reflexionamos según la determinación de un humor ya instaurado en nosotros; y absolutamente voluble, por cierto. Sobre todo por afecciones tan básicas como el alimento y el clima.
La reflexión, ejercicio de modulación, rumiar que se hace desde la llanura del pensamiento, desde el gris de la materia, es necesariamente una parodia de sí. Se trata de un burlar aquello que nos afecta indiscriminadamente a fin de reconducirlo, traducirlo, interpretarlo, ajustarlo, a los valores de cultura predominantes. Reflexionar es representar el imaginario colectivo.
Reflexionamos simultáneamente para el otro y por lo otro.
En oposición, aunque debería decir en alternancia, aunque debería no decir nada: el filosofar y el artear. Movimientos que prescinden de la reflexión aunque no del pensamiento; elaboración de materias crudas. Instancia previa al “producto”, carente de significados, de razones, libre de prejuicios (por ser, justamente, la instancia pura del prejuicio, es decir un antes del juicio y la determinación).
La reflexión siempre nos profana un poco, cierto, pero su gasto es también ganancia: desacraliza, allana, y lo hace sin otra moral que la del cuerpo sensible. Se sirve de todo, sin escrúpulos (aun del concepto mismo de escrúpulos). Cataliza fuerzas y energías salvajes. Modela. No obstante, responde a la estructura de la otredad. Y no obstante, su pluralidad infinita, la evacua como parodia. Este juego, esta ambivalencia, permite, al filósofo, crear y enunciar con total convicción y honestidad, cualquier concepto. Concepto que luego podrá descartar con igual vehemencia, u omitir con inocente amnesia.
El movimiento paródico circula en la reflexión, es el elemento donde persiste el génesis: el filosofar, el artear; por tanto, aquello que salvaguarda el sujeto filosófico no es su filosofía, sino su filosofar.
La reflexión, su volubilidad, la percepción misma de su inutilidad última, mueve a risa. Risa seca, fuerte y sonante que no dice nada, y que, justamente por eso, acompaña y moviliza. Filosofar y artear no son más que sonidos, texturas, consistencias, olores, cosas sin más; convergencias, emergencias de un contacto nuevo en el incesante movimiento/devenir del cuerpo.
De todo esto desprendo que el valor de una reflexión es tributario del individuo y no de sí misma. Y también que valorizo al individuo según la sin razón. Es decir, desconozco el porqué, y tal vez por eso mismo se produzca el querer y el amar.
Siento que a una relación humana (se la formalice como amistad, relación sentimental, etc) la mantenemos según el nivel de incertidumbre que nos genera con independencia de sus intenciones de fiabilidad y certeza; nos parodiamos.
2 de febrero de 2008
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7 comentarios:
"por la incertidumbre que nos genera" oh, elixir de la vida, sabroso nosaber...
es que uno siempre quiere más. (bueh, en ese 'uno', me incluyo yo. y después al que quiera sumarse).
bueh, también hay una otredad interna, varias a veces...
incertidumbre es una palabra que ligo a un no saber que lastima, que causa zozobra, que inquieta el espíritu pero mal.
vos creés que si hay reflexión en el medio el amor no se produce???
qu si sabés el porqué no haría motivos???
yo te quiero y no es una parodia y no tengo incertidumbre con respecto a si me correspondés el cariño... a veces me cagás la vida vos con tu escepticismo y sin embargo a veces creo que sos la menos escéptica de las personas...
alex, qué divertido... para mí incertidumbre es una palabra que ligo al apetito que ésta genera. y tener apetito me parece positivo. será que (gracias a) no he pasado hambre de a de veras.
diego: disculpará que converse aquí con alex también. es irresistible :)
jajajaja, siempre me sacude la multitud de sentidos que le podemos dar a una palabra!
A mí en cambio, el apetito no me parece tan positivo, me hace pensar en dietas que nunca hago :(
Beso Micro, la incertidumbre actual es cuándo voy a poder cruzar la cordillera :)
El apetito y el hambre son dos cosas distintas. La satisfacción de un apetito (y con esto no lo defino) tiene que ser exquisitamente dosificada para saciar al tiempo que para prepararlo nuevamente para ser saciado. Pero con saciado, no me refiero a terminar. Jamás terminar con el apetito, como si haremos en cambio con el hambre. Y el apetito va más allá de lo alimenticio. Aunque el sentido de lo apetecible nos provenga de allí. El par comida/amor está imbrincado de tal manera que resulta muy significativo ver los múltiples planos de la vida donde se cruzan y manifiestan. Ya lo dijo Dalí "La belleza será comestible o no será”.
Desde hace unos meses, y de manera entrecortada, casi abandonada, estoy meditando, leyendo, pensando, escribiendo sobre todo esto. Por el momento lo puse bajo el nombre de "desconcierto vitalógico" y es que no puedo ordenar (es decir, jerarquizar, estructurar, moralizar, estetizar) las informaciones y observaciones que hago y saco sobre nutrición, dieta, alimentación, y las complicadísimas "cosas" que nos suceden a raiz de las relaciones que tenemos a raiz de lo más vital: el alimento, empezando por la pregunta más básica, qué carajo es el alimento. Por ejemplo, el sol activa la vitamina D. Tomar sol, puede entonces considerarse alimento?
No sé, no sé.
Me voy, y gracias por pasar. Ah, y a ver cuando pinta un conocimento cara a cara.
sí son diferents, tienes razón.
por ejemplo, no es que tenga necesidads de enfrentar este fondo azul con letras, sino que me apetece hacerlo. no se revolucionan los jugos gástricos cuando leo, sino las neuronas.
por eso me atrevería a decir que no es alimento. el placer o saciedad o satisfacción que me genera no es físico.
con lo que me gustan las metáforas, verás, la del alimento aún no abre mi apetito. veremos qué sale cuando termines de sacarlo. y si da para probarlo o no :P
Diego, si es así, soy re comestible, jijiji
Desde ese punto de vista, sí: apetito, apetecible, rico, que se degusta con los sentidos, todos ellos y en diferentes niveles, que se alternan, alteran, cruzan, porque te como con los ojos y te siento en la mente, porque te deslizás como chocolate derretido en mi garganta y la piel quema, todo eso es apetecible, y lo aptecible lo reclamo, sea un libro, un cuadro, una película, un posto o un ser humano.
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