26 de febrero de 2008

Técnica y velocidad; esquivando balas reales y una ametralladora llamada tecnología.

Velocidad: acontecimiento sin tiempo. Absoluto. Relativo solo como consecuencia, como lectura de un resultado. Extracción de orden subjetivo. Representación de una necesidad de cálculo, de orden.

La tecnología se crea, se ejecuta, a la velocidad de nuestras representaciones. Representaciones que a su vez sirven para desplazar límites dando lugar a nuevas habilidades. Lo adquirido y lo dado son lo mismo, son nociones separadas de un mismo hecho, y que en el no tiempo de la velocidad, carecen de significado.

La tecnología, el uso de una técnica, es central para la existencia: inscribe en nuestros genes la información necesaria que modela y que nos adapta para su propia explotación, que es, ni más ni menos, la supervivencia.

No hay tecnología que avance más allá de nuestra velocidad de asimilación, que nos supere. Tal vez no sepamos cómo la asimilamos y qué uso le damos, pero eso no niega su función. Por ejemplo, ante el crecimiento vertiginoso de Internet y del Software nos sentimos lentos y que no damos abasto para aprehender. El error está en esperar algo. Los efectos se ven en su misma dinámica: ya no tenemos necesidad de pararnos a recapitular, a pensar, a concluir, debemos dar cuenta de esto: la tecnología nos inviste hoy como nunca lo ha hecho. De tal manera que, la noción de rapidez (ligada al espacio y tiempo), es ya inválida.




La costumbre de pensar en términos de rapidez posiblemente provenga de la cada vez más lejana necesidad de desplazamiento (Homo erectus). El hombre contemporáneo (Homo sapiens) está abandonando tanto el desplazamiento como la sapiencia para pararse sobre otra habilidad/necesidad, la de creación: perpetua, incesante (¿Homo génous-genui?) (¿será entonces la creatividad el próximo límite a superar, la futura tecnología a sublevar?).

El siglo veinte fue el siglo de la rapidez, el cúlmine de la aceleración. El siglo veintiuno será el de la velocidad absoluta, el de una dinámica estática.

El disciplinamiento de esta nueva dimensión de existencia recién comienza, y exige una filosofía capaz de administrar la energía que fluye a través de esta tecnología ubicua. Llamémosla Tecnosofía.

La Tecnosofía tal vez encuentre una buena fuente de inspiración en el Zen y en la marcialidad del Karate Do. Digo marcialidad porque imagino que la Tecnosofía deberá tener una faceta combativa, ya que no hay poder que no se vuelva contra su fuente o, mejor dicho, que desgaste el vehículo por el cual fluye. Y el Karate Do combina la filosofía Zen con la disciplina que estoy buscando para canalizar los efectos de la mejor manera.





En primera instancia esta disciplina trabaja para lograr el abandono del tiempo dando la posibilidad de un abordaje al plano de la velocidad (absoluta). Es decir, inscribe en el cuerpo la facultad de responder de forma ubicua, tal los requisitos del desarrollo tecnológico actual.

Me explico. En el entrenamiento (diario, repetitivo, constante), se le pide al cuerpo cada vez más una mayor rapidez (esto mediado por una representación mental de aquello a lo que se aspira). La exigencia (desmedida, por incesante) se graba en las neuronas como una necesidad vital. Es una buena noticia saber que a los límites de la fisiología se le contrapone -y une- la libertad del modelado neuronal (que funciona en el plano de la velocidad).

Este modo de vida da la posibilidad del golpe más rápido: aquél que nunca se da. Es que el ejercicio de esta disciplina se funda en un concepto de lo fluido, lo permanente dinámico. El karate Do evita, esquiva acontecimientos, pero lo hace creando uno nuevo. Esa capacidad de creación es la que debe también tomar la Tecnosofía. Crear para no ser creado. Atraparse y soltarse para no dejarse capturar. Matarse cada vez que se ha de morir. Upgrade permanente. Una vida Beta. Como una especie de moral provisoria Decartiana, pero con la conciencia de saber que no habrá una definitiva.

Sensei Seiichi Yoshitaka Akamine solía contar un experiencia que vivió en la segunda guerra y que tal vez ejemplifique la diferencia entre velocidad y rapidez, algo clave en la Tecnosofía, en la asimilación/uso de nuestra nueva existencia:

Mientras iba en su bicicleta por un camino apartado, un avión enemigo se le fue repentinamente encima tratando de ametrallarlo.

"Fue mi reacción espontánea lo que me salvó ese día, la que me hizo saltar y rodar lejos, fuera del camino… eso fue gracias al karate".

5 comentarios:

Alex dijo...

me vendría bien un curso de tecnosofía. Tené en cuenta que todavía no entiendo el mecanismos por medio del cual cada vez que aprieto una tecla se enciende la luz o cómo mierda hacen para entrar en la tele todas esas personitas. Un misterio, che, un soberano misterio.
Vos decís que no hay un enano en el cpu haciendo que todo funcione???

La vida es un milagro.

Diego dijo...

Sí la vida fuera un milagro, Alex, no sería nada milagrosa.

Alex dijo...

No seas malo, me revienta cuando me contradicen, jijiji

Caracol dijo...

Podría Ud. explicarlo mas lentamente ? :)

Anónimo dijo...

ahora entiendo porque cuando falto a karate el cuerpo me pide que valla xD