21 de julio de 2009

Musicalizar; una genealogía inaudita; y mi dialogar con Keith Jarrett.

Con musicalizar no me refiero al acto de poner música, ni tampoco al de componerla, sino al de hacerla y hacerse en y con ella. Una forma de existencia cuántica. Un punto ciego y dinámico. Un hacerse ser en otro plano del espacio/tiempo.

“Una de las mayores falacias en círculos artísticos y musicales es quizá cuando se dice que la música surge de la música. Eso es como decir que los niños surgen de los niños. No es cierto, no es así. La música es el resultado de un proceso que experimentan los músicos. Especialmente cuando la música está creándose en ese momento”.

Keith Jarrett no solo nos evita la infecunda tarea de socavarle orígenes a la música, sino que también nos advierte sobre la composición no musical de la música. Idea que nos la subraya respondiendo “son más importante que la música” cuando se le pregunta qué importancia tienen otras cosas en su forma de pensar, como la literatura o la filosofía.

“La música es para mi el resultado de un proceso. Es también un proceso, pero es el resultado de un proceso que no tiene nada que ver con la música”.



El arte de Keith Jarrett se destaca, básicamente, en la improvisación. Aspecto clave para mí. Porque sobre la improvisación versan cuestiones fundamentales y relativas al determinismo y al azar, al libre albedrío y al destino, al tiempo y al espacio.

“Cuando pienso en improvisación pienso ir de cero a cero, o a donde quiera que llegue. Pero no estoy conectando una cosa con otra”.

“Lo más sorprendente del proceso es que, sin siquiera proponérnoslo, las formas aparecen. Tal vez en Inside Out sean más tradicionales, pero ni siquiera ahí esas formas existían antes de que empezaran a cobrar vida ante nosotros”.

De Keith Jarrett uno escucha su música, suya, antes que música. O ambas: propiedad compositiva recíproca. Algo curioso: ambos (él y la música) parecen repelerse (todo creador fuerza las cosas). Hay momentos de su hacer que tienen una insistencia autista y cíclica. Una monotonía exasperante que extrae lo notable de una nota: el martillo del piano golpeando en la cuerda es una imagen análoga al nietzscheano filosofar a martillazos. Otra analogía de estos vitalistas es haber llegado (y en el caso de Frederich Nietzsche, permanecido) a un estado de cuasi destrucción de sí. El contrabajista Gary Peacock lo recuerda: “Se sentaba afuera en el porche y miraba la hierba. No podía hacer otra cosa”.

“Cuando tienes tantísimas cosas atravesando tu sistema, se llega a un punto crítico: donde o bien lo trasmites como sonido o te mueres”.

Se comprende que antes de la ejecución musical hay, desde una geografía-etnografía-paisajística-etc (con los sonidos de su naturaleza y cultura) hasta una producción literaria, filosófica y artística (no sonora) que contiene y contextualiza al intérprete musical (por supuesto que también hay música).

“Este estudio se encuentra en suelo nativo americano. Simplemente tomé una flauta y empecé a tocar. O un tambor. Empezó a sonar como si perteneciera a donde yo vivo. Fue la primera vez que sentí que hacía música realmente desde mi casa”.

La improvisación es, en parte, la cristalización de un proceso subterráneo y múltiple. Sin embargo, al mismo tiempo, no es una cristalización. Quien improvisa, da curso. Y en ese cursar experimenta el tiempo como totalidad y nulidad (un Chronos y un kairos): va con lo inasible: lo es.

“En un concierto en solitario (improvisado siempre desde la primera nota) participan, como mínimo, tres personas: el improvisador, el compositor espontáneo y el tipo que escucha sentado al piano”.

Musicalizar es colaborar con un acto formal de lo eterno y lo infinito, pero a condición de perder la conciencia en ello. Solo volviendo de la experiencia se la puede dimensionar; cualquier acto en su acontecer es invalorable, solo la retrospectiva y la proyectiva nos pone en conocimiento de lo vivido o por vivir. Aunque perder la conciencia no implica, claro, la pérdida de lo que somos (una persona inconciente sigue existiendo a pesar de ello). Digamos que en la improvisación hay un corrimiento del eje yoico.

“La verdad es que, cuando tocamos música improvisada, vivimos en una de las dos caras de la moneda, en una que, además, cambia de aspecto a cada momento. Para describirlo, debería viajar al otro lado (al aspecto analítico), pero, una vez ahí, entenderíamos que no tenemos acceso a la respuesta verdadera. La respuesta verdadera está en la música; en su fin y en su energía”.

Por esto entendemos que, a la vuelta de toda ejecución improvisada, el músico mistifique (y sus oyentes -nosotros- también).

“Cuando escuchan esta música, saben exactamente tanto como nosotros sobre ese próximo momento. Y cuando lo escucharon, compartieron con nosotros el suspense que nosotros experimentábamos mientras creábamos esa música. La única diferencia entre ustedes -los oyentes- y el trío es que nosotros tuvimos que dar físicamente ese salto hacia lo desconocido, que yo tuve que reunir al improvisador y al compositor y pedirles que colaboraran”.

Dos cosas suceden entre persona/cuerpo, rasguido/soplo/golpe/etc y nota/sonido: el espacio y el tiempo. El uno está relacionado con la resonancia, que es un “entre”, un fenómeno que pone a lo espacial de manifiesto. El otro es la extensión de ello, por la cual, y gracias a su efecto vibrato/sonoro, nos pone de manifiesto lo que llamamos tiempo; todas las cosas existen, al menos, en y por estos dos aspectos.

“Algunos de esos músicos ni siquiera sabían tocar, pero aquello no tenía demasiada importancia, y de ellos aprendí unas cuantas cosas en términos de tiempo y espacio”.

Por verdad óptica damos a lo que ocupa espacio un estatuto espacial, y por verdad auditiva, un estatuto temporal. Sin embargo debemos considerar que cada sentido está formado por la interacción de todos los sentidos. De manera que hablar de espacio y tiempo, es una diferenciación que hace más a la explicación que al hecho. O al menos que le dan al hecho una seguridad que no tiene, de manera que hablamos sobre ello (intelectualmente) con ambigüedad, como para resguardar lo innombrable de la emoción. El misterio se crea y preserva por estas contradicciones. Tensión de lo irresoluto. Posibilidad y potencia de la improvisación. Keith Jarrett trabaja, fundamentalmente, cursando ese espacio y tiempo. Cuando toca lo vemos moverse, jadear, canturrear, patear: desplazarse de su plano cotidiano, de su mundo habitual.



“(…) recuerdo haber escuchado a mi hermano Chris (que no sabía nada de pianos) tocar algunas cosas que me marcaron profundamente. (…) Sin embargo, de aquel acto salía algo (…) habrían de pasar muchos años antes de que yo pudiera habitar, deliberadamente, el espacio musical que Chris había visitado accidentalmente. Así fue como aprendí que, a veces, debemos provocar los “accidentes”.

Pasar de lo no hecho a lo hecho, de donde se está a donde no se está, construir un mundo nuevo, habitar un espacio/tiempo que hace instantes era inconcebible, es tarea ardua, a veces ingrata, y también peligrosa.

“Dejar que la música fluya a pesar de uno mismo es posiblemente lo más duro de todo lo que se necesita para ser músico”.

La improvisación musical es para un músico lo que un caballo indómito para un jinete (es que la creación de un nuevo mundo, como en la jineteada, implica hacer corresponder elementos que están disociados). Una experiencia de extrema vitalidad, y justamente por eso, borde del desastre. En el documental “El arte de la improvisación” se le pregunta a Jarrett qué sacrificios le exigió la música. El no duda en responder: la salud.



“Es tanto lo que me exijo que la víctima es mi salud. Ese es el mayor sacrificio. No es una cosa muy saludable. No es muy saludable ser tanto el ventrílocuo como el muñeco. Y mantener vivos a los dos”.

Durante unos años Keith Jarrett padeció una especie de “síndrome de fatiga crónica –le daré ese nombre tan banal [sic]” que lo tenía absolutamente abatido. Llegaron a pensar que jamás volvería a tocar.

“No podía tocar. Podía mirar el piano, pero no podía abrir la tapa, me suponía demasiado esfuerzo”.

Sin embargo, tras un esfuerzo monumental, compuso y grabó en su casa “The Melody at night with you”, una producción que fue originalmente un regalo de navidad para su esposa.




Una composición profunda que no se dio a pesar de la enfermedad, sino que fue la musicalidad de la enfermedad misma. Mejor dicho, de él mismo, en ese estado de cuasi aniquilamiento. Escucharla es una experiencia de lo más conmovedora.

“Le decía a la enfermedad, se que estás aquí, acepto tu presencia, pero aún sigo adelante con este trabajo. Para empezarlo tengo que hacerlo tan íntimo como sea posible. (…) Así que estaba transformando mi enfermedad en una canción”.

“La enfermedad me enseño mucho. (…) Cuanto mayor es la experiencia, más profunda resulta la sencillez. El tiempo es la parte compleja de esa sencillez”.

¿Hacia dónde? ¿A qué espacio/tiempo va Keith Jarret con su improvisación cuántica? Parece ser que no hay un final. Y lo agradezco, profundamente. Me voy a escucharlo. Los dejo con otro vitalista, Deleuze: “El mimetismo es un mal concepto, producto de una lógica binaria, para explicar fenómenos que tienen otra naturaleza. Ni el cocodrilo reproduce el tronco de un árbol, ni el camaleón reproduce los colores del entorno. La Pantera Rosa no imita nada, no reproduce nada, pinta el mundo de su color, rosa sobre rosa, ese es su devenir-mundo para devenir imperceptible, asignificante, trazar su ruptura, su propia línea de fuga, llevar hasta el final su “evolución aparalela”.


Nota: las palabras de Jarrett las extraje de aquí y de aquí.

7 comentarios:

Alex dijo...

lo primero que escuché de él fue The Köln Concert, en 1980 y fue una experiencia religiosa (ya sabés a qué me refiero con el término) y nunca más pude parar.
...a la mierda, tenía 18 años, era una niña...

Alex dijo...

ya me parecía que había hablado de Jarret acá, nada más que en el otro no había dicho mi edad :D

Y en relación a tu respuesta en "ese post" estoy totalmente de acuerdo contigo, lástima que algunos sean tan nonsenses (y no me refiero al absurdo maravillosos de Carrol) y otros tan mediocres.

Así que la pelea es el indicador de que me seguís queriendo, eh?? bueno yo tengo los guantes puestos, jiji

rafael cippolini dijo...

Hola Diego

Buenísimo el posteo.
No dejes de leer esto, que enlaza tu posteo anterior con el actual

www.wumingfoundation.com/italiano/outtakes/wm1_entrevista_new_thing.htm

Seguimos discontinuados ensayísticamente por la gripe, pero ya retornaremos.

Abrazos

Diego dijo...

Hola Alex,
Increíble que con 18 años escucharas ese concierto. Yo entré a Jarrett por ahí tambíen (por de Koln). Un amigo músico me lo pasó hace un par de meses y en la primera escucha me dejó maravillado. Igual me dejás sorprendido porque no solo a los 18 escuchabas eso, sino que además ¨hoy¨ te gustó mi enlace a Lady Gaga en Facebook. Otra cosa, el sentido de experiencia religiosa que me decís te juro que no lo entiendo:perdón.

Lewis es un pendiente que tengo. Solo lo conozco porque Deleuze habla mucho de él en ¨Logica del sentido¨, que tampoco terminé de leer. Debería leer más, pero soy muy fiaca y desordenado en mis lecturas.

Gracias por pasar, y respondé los comments en tu blog porque sino voy y te lo rompo todo (el blog). Jej.

Besos.

Diego dijo...

Hola Rafael,

Muchas gracias.
El enlace es muy interesante (tenés una envidiable capacidad de aportar elementos enriquecedores).

Hablando de gripe y discontinuados, ¿a que no sabés quién se fue ayer hasta el desolado rojas? Exacto. Tengo mis momentos.

Otro abrazo para vos y gracias por pasar.

Alex dijo...

bueno, siempre tuve novios y hermanos de novios con un excelente criterio musical ;-)

La música y las palabras me constituyen como pocas cosas, querido Diego.

PD: yo tampoco terminé de leer "lógica del sentido" y te recomiendo a Carrol, es otra experiencia religiosa (y con eso me refiero a algo que te saca de tu centro , te sacude y te reintegra, como una petite morte fetén fetén)

rafael cippolini dijo...

Bueno, Diego

Esta semana por lo pronto el Rojas ya dejó de estar desolado.
Vuelve la marcha!

Abrazo