22 de septiembre de 2009

Nota sobre el salvajismo.

Escribo esto porque mi enemigo es analfabeto. En el peor de los casos estas palabras funcionarán como evidencia y venganza, en el mejor, como herramienta de supervivencia.

Escribo para pensar y no caer en la paranoia. Es difícil hacerlo bajo estas circunstancias, pero el pensamiento es lo que acostumbro a usar para salir de mis problemas. No debería ser así; la violencia no debe serle ajena a ningún humano.

Tengo miedo y me siento deficiente; bajo este acecho me cuesta concentrarme. Además, por estar escribiendo a mano no entiendo mi letra, y el esfuerzo de mi lectura me altera aún más.




Hace unos días llegué a esta isla del delta con ganas de desenchufarme. Alquilé esta casucha a un desconocido que, en principio, no tiene nada que ver con esto. La precariedad fue mi elección, pude elegir un lugar más cómodo pero quise experimentar la fantasía del aislamiento y del vivir con casi nada.

Hasta acá me trajo el propietario con su lancha. No tengo idea dónde estoy exactamente, navegamos unos 40 minutos y todo fue medio laberíntico. Mañana debería volver a buscarme. Cuando me dejó en la orilla me dijo que en realidad yo no iba a estar tan solo, que también habitaba la isla un hombre y su hija. Me dijo textualmente: “es un bruto-analfabeto, un huraño de mierda, así que ni lo vas a ver”. No le reproché que no me lo haya dicho antes. Asumo que la verdad es un vicio intelecto-moral, no comercial.

Durante los primeros dos días me conformé con orillar el río y apenas me metí en la selva para hacer mis necesidades entre chapas. Me traje algo de comida pero de todas maneras tiré un par de líneas al agua. Leí, dormí, y pasé un tiempo largo limpiando y cocinando los pescados.






El tercer día me mandé a espiar al viejo. Un poco jugando al explorador empecé a recorrer el lugar. Hasta de puro idiota me llevé el cuchillo a la cintura. La aventura fue breve, en pocos minutos estuve en la orilla contraria sin noticias de mis vecinos. Me pregunté dónde estarían. Sin embargo, antes de pensar nada, escuché unos golpes. Me agazapé y fui hacia ellos. A pocos metros, calculo unos cincuenta, había una nena de trece o catorce haciendo leña a hachazo limpio. Me escondí y me quedé mirándola.

Debo reconocer que su exotismo era cautivante. A pesar de su delgadez demostraba fuerza. Su anatomía era femenina, incipientemente femenina, pero su cuerpo tenía un comportamiento más bien masculino. Tenía la piel brillante y amarronada. Y el efecto de la luz (perpendicular a esa hora) hacía que su traspiración refractase con calma los tonos de la tarde. Podría haber pasado por un espejismo, su figura se adivinaba entre el paisaje y de manera intermitente destellaba en verdes y dorados como la propia selva y río.






Es notable, la naturaleza se comportaba con ella de manera diferente que conmigo. Mientras que para mí todo era contexto, para ella era… no sé cómo explicarlo… para ella era si misma. Debo admitir que jamás había visto un cuerpo en ese estado. Tan igual y tan distinto al nuestro. Me pregunto si es posible una observación antropológica de la sensualidad. Imagino que mantener distancia con algo atractivo es todo un reto para la disciplina. Por lo pronto es peligroso; brotado de la tierra misma el padre se plantó entre ella y yo. Me miró fijamente la entrepierna y luego me gritó como a un animal. Y como tal respondí.

Corrí por un tuvo de espinas y ramas. Atravesé la selva hasta llegar a la casucha sin tener idea cómo. Ahora estoy cortado y lacerado en innumerables lugares. No puedo curarme. La mochila, donde tengo un pequeño botiquín, quedó junto a la caña, afuera. Prefiero quedarme adentro y esperar a que pase la noche. Voy a mantenerme a oscuras, lejos de la puerta y aferrado a mi cuchillo de pesca. Ya no queda claridad. Dejo de escribir. El tiempo dirá.

5 comentarios:

Alex dijo...

distintos puntos de vista de cada quien en su propia experiencia, porque ella además de sumergida en su mismidad, estaba ajena.
No hay forma de escaparle a la Otredad. Y si lo intentás terminás magullado y expectante pero mal, porque sentís la Otredad al acecho.
Y en la selva eso es una soberana cagada, digo, nunca estuve en una selva.

chapu dijo...

e compadre esta bien¿¿
que loco
y la internet conectando todo...
mucho vertigo

chapu dijo...

me hizo acordar a un mundo feliz de huxley si no lo has leido pues lo has vivido y leelo hermano que vale la pena,
saludos

pd: habras muerto en manos del viejo¿ seria realmente arrasador

Diego dijo...

Alex, la otredad es siempre un signo de interrogación. La cuestión (en el sentido de cuestionamiento) es sobre la actitud con la cual nos enfrentamos a ella. Y tambien de cómo es posible, aun a su pesar, la conformación de una comunidad.

Yo tampoco estuve en una selva.

Diego dijo...

Hola, Chapu. Sí, estoy, bien, lo mucho que me ha pasado escribiendo es mancharme con tinta o volcar café en el teclado.

Lo cierto, más allá de toda la internet, es que aquello que nos conecta sigue siendo nuestras pasiones, emociones y sentimientos.

Y no, no leí a Huxley. Pero tengo en cuenta la recomendación. Gracias.