Mi interlocutor, esa conciencia omnipresente, carente de
cuerpo propio, poseedora de la humanidad toda, valdría decir de sus cuerpos o
gestos, que como un ente de ciencia ficción vino del espacio a poseer a quien
toca, a quien le sirva para expresar su
maraña verbal, su enredadera de palabras, esa conciencia hoy está somnolienta,
algo ausente, por eso entre estas palabras hablo, y lo hago así, como un preso que
estira su brazo por entre los barrotes, y allí estás vos, en la celda de
enfrente, deslizándote por entre tus propios barrotes, saliendo con sigilo,
acercándote hasta mí, en silencio, como aguantando la respiración, con la
mirada esperanzada, brillante porque es tuya, radiante por el éxtasis de la
muerte y la transgresión, que son la misma cosa, la única verdadera cosa que
nos une más allá del lenguaje que tanto nos perturba y aleja, porque es el
espacio mismo en expansión quien nos saca de nuestro amor nuclear, de nuestro
núcleo de vida terrestre y total, ah, esa conciencia que vino de afuera, que no
nos pertenece y que ahora está apenas dormida, cansada de sofocar todo esto, de
luchar contra mi, que te quiero, y que por eso puedo, y que por eso vos te
deslizas, descalza y hermosa, ya casi muerta, hasta lo que será mi eterno
silencio.
17 de septiembre de 2014
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