Hace unos
días, en una de esas horas infinitas de la madrugada, con un cansancio que me
cerraba los ojos pero con la persistencia de quien teme al sueño como el fin de
un día desaprovechado, así, me aferraba a la vida intersticial, esa que está en
los lindes de la conciencia, esa que, por agotamiento vital, se sostiene
limitante entre los dos mundos que habitamos con alternancia, que por comodidad
y desconocimiento llamaré el mundo onírico y el de la vigilia. En ese estado
salí a viajar por este otro espacio que es mi blog. Y fue verdaderamente un
viaje al centro del universo. Visitarse a uno mismo es como mirarse en un
espejo estelar: la imagen que recibimos es la de alguien que está a años luz,
la de alguien que ya está muerto y que, por esas cosas del tiempo, aún brilla.
Mi blog, no por nada, se llama instantesde. Y desde el principio se formo por
un estallido de melancolía. Sentimiento que aún lo alimenta. Un espacio que en
un principio fue pretencioso y disimulado y digo disimulado y pienso en
simulación; eso fue, una construcción donde se simula ya no el universo que
habito, sino la mirada que tengo sobre él. La simulación de la simulación, una
puesta en abismo de un sentimiento que ya es abismal, porque no hay melancolía
sin un eterno retorno a lo que consideramos ya expirado, y que no por eso,
termina de expirar definitivamente.
A este
espacio lo mantiene vivo una agonía vital. Una muerte que nunca llega porque su
transcurrir termina siendo una forma de vida. Sin darme cuenta voy viviendo por
fuera de mi propia melancolía, o mejor dicho, en sus límites. Ese juego,
reglado por un humor que trasunta mi voluntad, es el que se expresa aquí (en
este blog) desde hace ya varios años. Este espacio es parte de mi identidad. Y
la pregunta, o la inquietud que me surgió esa madrugada en que lo recorrí fue
difusa, pero así y todo, la entreví como la necesidad de saber si esto me ayudó
en algo. Si todos los errores aquí volcados tendrían el efecto Blanchot: ¨Escribir
puede tener al menos este sentido: gastar los errores. Hablar los propaga,
los disemina haciendo creer en una verdad¨. Y la verdad, no puedo estar seguro
de ello. Sí puedo notar, tal vez engañado por el improbable ejercicio de la
comparación, que mi desacuerdo con cosas expresadas me sugieren un progreso. Sin
embargo la melancolía no tarda en borrarme la complacencia (aunque suele durar
lo suficiente para sentir esa felicidad, la verdadera felicidad, la que
anestesia). No es que aquí haya dolor, solo hay sentimiento, aunque a veces
pareciera que no hay sentimiento, sino dolor en estado puro (casi sin dolor).
Pero eso es un efecto del abismo. La verdad, la única verdad, es que esto es un
desierto lleno de espejismos.
1 comentario:
eso es, parte de la identidad de uno ya.... auqnue sea un blog pedorro... como no sentirse afín a esa idea....
pasé desde Il Corvino....salu2....
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