De los oscuros períodos de la vida se sale. No ganando, no
perdiendo, sino simplemente saliendo. A veces no se sale, también. El momento en
el que se sale, al igual que en el que se entra, es similar a la de los sueños:
una transición de la que no se puede ser consciente. Y creo saber porqué. Porque
la consciencia no es un flujo constante sino que, como el corazón, tiene a la
intermitencia como sistema de vida. Es decir, solo vivimos a condición de no
hacerlo. También como el ojo, que se permite ver a condición del parpadeo.
Y lo que sucede cuando no hay luz, cuando el corazón está en
diástole, cuando las tormentas eléctricas que se producen en el cerebro cesan
brevemente, lo que sucede es que habitamos suspendidos en los dominios de la
muerte (de ese contrapunto). No es que se esté muerto, claro que no, sino que
se está en sus dominios, al menos en cuanto a inconsciencia
se refiere. Qué se yo.
Todo nuestro organismo (su organización) está dispuesto de
tal manera que siempre que algo se está apagando otra cosa se está encendiendo.
Pero a veces le sucede como a esos árboles de navidad que tienen varios juegos
de luces pero que, así y todo, hay un momento en que todas se apagan al mismo
tiempo. Eso mas o menos me pasó durante varios meses. Mi período de oscuridad.
Hice algo mientras duró, sin embargo. Algo que fue
instintivo y fundamental para salir de ese estado. Iba al bosque y me sentaba. Supongo
ahora que porque los árboles tiene otro ritmo, otra permanencia, por eso iba.
Porque era adecuada, según comprobé, con esa permanencia en negativo que yo
tenía. Nos conveníamos: yo no estaba presente y ellos (los árboles) no estaban
nada ausentes.
Interesante: a través de la savia, la sabiduría. Los
nutrientes saben. Y así también hay algo en mí que sabe. Eso que en mí sabe me
hizo buscar a Mirna. Mirna es una chica osa, grande, bruta como el amor (es un
osa metafóricamente hablando). Y cuando abraza lo hace, como leí alguna vez por
ahí, con una fuerza que casi te pasa para el otro lado. ¿Se entiende? Te abraza
que te desarma y cuando te volvés a armar, capaz te armás mejor. “Te armo
mucho”, debería decir un peluche para regalar. Yo también te armo, deberíamos
poder responder.
Con Mirna teníamos un convenio (y todavía se sostiene). El
abrazo sirve, pero no alcanza. No al menos en mi período de oscuridad (puedo
ser muy oscuro). Así que el convenio incluía el culo. Mirna es robusta,
hermosamente sólida y gorda. Su culo es enorme e irresistible. Es más, es
necesario. Toda la ternura del mundo tiene su materialización ahí. Un culo de
osa buena, buenosa. El convenio es simple: ella me deja agarrarle el culo con
las dos manos e incluso descansar mi cabeza. Eso es todo. Lo es TODO. A cambio,
yo le cuento aspectos biográficos llamativos de pintores consagrados. Le
fascinan. Se ilumina cuando se los cuento.
Esa es nuestra manera de iluminarnos y salir de nuestros
períodos oscuros. Un ejemplo: Salvador Dalí –le conté- untaba sus bigotes con
miel para que las moscas le hicieran cosquillas mientras pintaba.
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