17 de octubre de 2016

El período oscuro (árbol, Mirna, culo, Dalí).

De los oscuros períodos de la vida se sale. No ganando, no perdiendo, sino simplemente saliendo. A veces no se sale, también. El momento en el que se sale, al igual que en el que se entra, es similar a la de los sueños: una transición de la que no se puede ser consciente. Y creo saber porqué. Porque la consciencia no es un flujo constante sino que, como el corazón, tiene a la intermitencia como sistema de vida. Es decir, solo vivimos a condición de no hacerlo. También como el ojo, que se permite ver a condición del parpadeo.

Y lo que sucede cuando no hay luz, cuando el corazón está en diástole, cuando las tormentas eléctricas que se producen en el cerebro cesan brevemente, lo que sucede es que habitamos suspendidos en los dominios de la muerte (de ese contrapunto). No es que se esté muerto, claro que no, sino que se está en sus dominios, al menos en cuanto a inconsciencia se refiere. Qué se yo.

Todo nuestro organismo (su organización) está dispuesto de tal manera que siempre que algo se está apagando otra cosa se está encendiendo. Pero a veces le sucede como a esos árboles de navidad que tienen varios juegos de luces pero que, así y todo, hay un momento en que todas se apagan al mismo tiempo. Eso mas o menos me pasó durante varios meses. Mi período de oscuridad.

Hice algo mientras duró, sin embargo. Algo que fue instintivo y fundamental para salir de ese estado. Iba al bosque y me sentaba. Supongo ahora que porque los árboles tiene otro ritmo, otra permanencia, por eso iba. Porque era adecuada, según comprobé, con esa permanencia en negativo que yo tenía. Nos conveníamos: yo no estaba presente y ellos (los árboles) no estaban nada ausentes.

Interesante: a través de la savia, la sabiduría. Los nutrientes saben. Y así también hay algo en mí que sabe. Eso que en mí sabe me hizo buscar a Mirna. Mirna es una chica osa, grande, bruta como el amor (es un osa metafóricamente hablando). Y cuando abraza lo hace, como leí alguna vez por ahí, con una fuerza que casi te pasa para el otro lado. ¿Se entiende? Te abraza que te desarma y cuando te volvés a armar, capaz te armás mejor. “Te armo mucho”, debería decir un peluche para regalar. Yo también te armo, deberíamos poder responder.

Con Mirna teníamos un convenio (y todavía se sostiene). El abrazo sirve, pero no alcanza. No al menos en mi período de oscuridad (puedo ser muy oscuro). Así que el convenio incluía el culo. Mirna es robusta, hermosamente sólida y gorda. Su culo es enorme e irresistible. Es más, es necesario. Toda la ternura del mundo tiene su materialización ahí. Un culo de osa buena, buenosa. El convenio es simple: ella me deja agarrarle el culo con las dos manos e incluso descansar mi cabeza. Eso es todo. Lo es TODO. A cambio, yo le cuento aspectos biográficos llamativos de pintores consagrados. Le fascinan. Se ilumina cuando se los cuento.
  
Esa es nuestra manera de iluminarnos y salir de nuestros períodos oscuros. Un ejemplo: Salvador Dalí –le conté- untaba sus bigotes con miel para que las moscas le hicieran cosquillas mientras pintaba.


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