15 de septiembre de 2006

26 minutos de actividad mental.

Pienso en una mujer, en todas. El tipo que me mira raro, ¿qué pensará?.
Pienso en esto que estoy escribiendo. En el trabajo. En la inutilidad de las acciones. En la repetición constante e invariable de nuestros gestos y actos. Las máquinas están hechas a nuestra imagen y semejanza. Pienso en la belleza. En la indispensable e inevitable diversión. En la simpleza de nuestros pensamientos diarios. Trato de pensar en algo concreto, pero no puedo. Voy de un lado a otro, picoteando tópicos. No puedo elegir uno. Esta falta de compromiso será por cobardía, tal vez. Abandonar es fácil, pero difícil. Hay un cargo de conciencia que pica. Pienso en lo que voy a hacer en instantes: correr. Pienso en el deporte. No, en realidad pienso en mi elección, pienso en mí. Pienso que no hay forma de no pensar en uno. Yo elegí correr. Solitario deporte. Es coherente. Los equipos son una ficción, intermitencia de soledades. Prefiero la soledad porque uno puede seguir su propio ritmo. Comodidad, supongo. Podría decir que cada flor se abre a su tiempo. Pero engañaría, no hay belleza en el tiempo, no cuando el mismo marchita. Un perro se cruza. Ahora pienso en cómo la realidad manda sobre el pensamiento (creo que es mutua la incidencia, aunque sospecho que la del pensamiento sobre la realidad es menor).
Pienso en cómo el perro cambió rotundamente el camino de mis reflexiones. Me recordó a mi perro. Me hizo pensar en él y borró por completo aquello que hace un rato me ocupaba. Si no fuera porque está escrito dudo pudiera saber qué venía pensando. Esto es demasiado fragmentado. Sin embargo hay una unidad. Ahora el perro es otro. Es el perro de una novela, creo La Nausea, de Sartre. Recuerdo sin precisión alguna, una idea que entre sus líneas había. Esta idea, (la idea no, el personaje) manifestaba la indignación que le producía escuchar a alguien alabar las virtudes de, por ejemplo, un perro, como la fidelidad , y esto lo horrorizaba porque sostenía que siempre que se hablaba de cosas así era en contra de los humanos. Es verdad. Pero yo quise mucho a mi perro, y no más por no querer a mi vecino.
Ahora me mira una mujer, atraída tal vez, por lo que escribo. Y es lógico. El paisaje que rompo está compuesto por gente con auriculares, con diarios, con revistas, con y libros o con miradas silenciosas. Pero nadie, y cuando digo nadie no me incluyo, está con una libretita en la mano, con cara de culo, y tomando nota.
Ya elegí un tema para pensar. Lo haré mientras corra. Voy calentando: pensaré en las putas. Me parece interesante y sumamente complejo. Por la misma razón me parece que no durare en su interior. Creo que de ese pensamiento voy a salir tan rápido como entré. Ya dije que era inconsistente. Lo primero que se me ocurre de estas chicas es que para ser perfectas debería no cobrar.
Bueno, terminé.

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