11 de octubre de 2006

Reducciones.

Pensar es un esfuerzo de la pereza. Quien lo hace busca simplificar y unificar. Pensamos para adecuar la realidad a nuestros objetivos y necesidades. Tratamos, mediante el pensamiento, entender y representarnos todo de la manera más simple, creando atajos y haciendo omisiones.

Entiendo que la relación que tenemos con nuestro entorno y la comunicación que de él hacemos, la realizamos a través de signos y símbolos. Medios de nula eficacia para capturar de manera íntegra la compleja y polifacética realidad de las cosas. Y no importa quién y cómo los use, cualquier signo o símbolo es necesariamente un trasmisor defectuoso e incompleto; aún el símbolo, que puede al menos tener dos significados. Es así que, por más que la pereza nos empuje a pensar, la mayor porción de la realidad siempre quedará afuera y siempre nos agobiará el peso de la incomprensión general de nuestro universo.

Ahora, si la captura de la realidad la hacemos impulsada por la pereza y con el poder reductivo del pensamiento es porque algún beneficio obtenemos. Y es que reducir y simplificar tiene el lado positivo de permitirnos enfrentar tamaño mundo sin volvernos locos. Sin embargo hay un aspecto de esto del cual reniego: aquel que reduce y simplifica a las personas.

Tenemos por costumbre, ya casi por vicio, rotular a las personas y darle con ello una sola dimensión a su realidad. Por caso podemos tomar la reducción y la despersonalización que se hace a partir de lo laboral. Actividad que ha llegado a obtener, en parte por la variable económica, un valor exacerbado.
Uno es lo que hace, pero cuando lo que hace es solo trabajar, entonces uno es solo su trabajo; hoy la persona pasa a edificar casi toda su identidad con el trabajo. De esta manera deja de tener la complejidad de Ser humando para tener la simplicidad y seguridad de Ser, por ejemplo, colectivero. Se entiende entonces la profunda angustia y el sentimiento de inutilidad que siente una persona cuando se encuentra desocupada, y lo fácil que de ello resulta la explotación laboral: es preferible ser tratado como la peor escoria a no ser tratado, a NO SER.

Como hemos visto, este paradigma de reducción humana resulta simple y cómodo. Características que contribuyen a formar una comprensión muy sesgada y parcial de las personas, y por tanto, injusta. ¿Ha de extrañarnos entonces que la justicia sea un concepto imposible?

Tratar a la gente de manera reducida es terrible. Y por desgracia hay muchas, demasiadas maneras de hacerlo; desde su trabajo, pasando por los apodos de inspiración física, hasta sus creencias religiosas y políticas. Todas reducciones, todas deleznables. Porque démonos o no cuenta, cuando hacemos esto condicionamos. Y ahí pongo mi indignación. Porque una persona condicionada es una persona limitada, sin horizonte, y de posibilidades cercenadas. Es alguien que se olvida de quién es, y peor aún, se olvida de quién puede ser, pues asume, según se le indica, que debe pensar de una manera. Y no es tanto el qué o el cómo pensar, sino la inmutabilidad del mismo. Porque el paradigma de la reducción no tiene tanto prurito con las formas como con el contenido, que debe ser invariable. Piense como quiera, dice esta sociedad moderna y democrática, pero que sea de una sola manera, dicta. Y ese es un terreno muy fértil para los prejuicios. Porque pasamos a aceptar que los colectiveros deben pensar así, como los abogados asá. Pero el problema es mayor cuando yo, colectivero u abogado, acepto que debo pensar y conducirme de determinada manera, y paso de esta forma a alimentar prejuicios, y a su vez, contribuyo a hacerlos cada vez menos prejuicios y más realidad. Como se ve, es un circulo vicioso. Nos rotulan, aceptamos, representamos, y a su vez rotulamos también. Facilismo que nos place por brindar inmediata comodidad y que nos trae solapado el perjuicio de una vida pequeña. Con esta corriente de pensamiento fronterizo y enfermizo, la existencia se hace mezquina, opaca, chata. Y ahora me enojé. Así que mejor termino.

Recordemos que el ser humano no es sinécdoque, que no hay parte que valga por su todo. Peleemos ante esta inclinación natural de nuestra pereza, y que el pensamiento hacia una persona no concluya nunca. Suspendamos el juicio fácil. Tratemos de no cerrar opinión de nadie. Porque cada vez que lo hagamos la estaremos reduciendo y empequeñeciendo. La estaremos y nos estaremos limitando a ser poco, muy poco. Buenas tardes.

4 comentarios:

Maru dijo...

sencillamente me gusto...

esta semana estuve pensando en el hecho de rotular a las personas estereotiparlas generalizando...

esta mal muy mal... y tenes razon en cada una de tus palabras....

Victoria dijo...

ahhh
nonono
què delicioso!!


què de acuerdo estoi.
intereses sociològicos transparentaron x ahì.

es verdadt eso del trabajo.
son tiempos en donde socialmente tenes espacio, si laburas.


i no hacerlo es ni
i realmente eso inhibe.
con-cuerdo.


emm
cierto sì.
sucede que quizàs se ha dado
que ciertos profesionales de su profesiòn piensen como eso, i que asì los hai quienes son eso,
como los que son eso i tambièn màs.


ahorita puedo agregar algo que me gusta decir a mi que es que ´no somos 1 sòla cosa´.



es amazing como cuando eras pequeñito hablabas de la nada con alguien, sobre lo màs efìmero que ERA NO MENOS,
i de ´grande´ las conversaciones son tan chatas. aburridas las màs.


x eso... no nos preguntemos el nombre, ni què hacemos...
sino mejor... no sè... què te gusta?


i los aburridos,
que se doctoren en su sentir ´amor´,
que festejen aniversarios, que se regalen tarjetas, que se casen i que tengan hijos que perpetuen suya forma-especie...
i los demàs
´algùn lugar encontran´
a lo Calamaro.


no sè.
pero sì es verdad que hai personas aburridas.



un abrazo complacido
x lo que ha sido el estìmulo de leerle*



v;
ff -fluir flexible.

Diego dijo...

Vick, tus comentarios son más que aquello que comentan. Es como la publicidad que supera al producto. Gracias.

Alex dijo...

Por eso prefiero sentir e intuir.