Estoy tan cansado que no tengo fuerza ni para dormir. Es, tal vez, la una de la madrugada. Domingo; en mí, en el colchón, en el foquito, en el mosquito de mi oído, en la vastedad de la pieza, en las paredes inciertas, lejanas, cercanas, inútiles. Me muero de tristeza. Si tuviese a alguien para abandonar.
Estiro un brazo y agarro un libro premeditado. Sé que no debo hacerlo, y lo hago porque no sé otra cosa. Son poemas, tristezas ajenas que desean abandonarse en mí. Escritas para matarme sin dejarme morir, como un gran amor.
Dejo la vigilia. Pero no descanso; la poesía no es poesía, es poeta, y los poetas no son poetas, son fantasmas, como nosotros, los muertos que vivos andamos. Y Pessoa no me deja, no se deja. Y me recita versos inéditos. Me despierta a fogonazos. No quiero tomar nota, no es mi tristeza, no son mis versos. Ya no quiero dormir. Y él me duerme a golpes, me arrastra, me sacude. Me harta de palabras. Palabras ardientes. Me dice cosas maravillosas y aterradoras. Atisbo a comprender, y no quiero…
¡A mi tiempo, Pessoa, a mi tiempo! Pero no le importa, sus palabras quieren ser estas, y estas quieren ser, pero no las dejo. Y me revuelco, y amanezco, y salgo a la calle, y ando esquivo, y arisco, y agotado.
20 de marzo de 2007
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5 comentarios:
te iba a dejar un abrazo pero, ya sabes... mejor no?
tan así?
beso
A veces logro esquivar con éxito esas lecturas... pero la música no. De cualquier manera, el resultado es el mismo.
Saludos :)
Dale....echale la culpa a él! Pobre Pessoa......
LO.
Pessoa es maravilloso
bien sabe, él,
que el poeta es un fingidor...
qué bello tu escrito.
otra mano de vos.
te leo...
siento distinto
no sé
no siento tu aire,
sólo de vos digo y puedo
que me sos.. mi 'muñeco que -me- regala besos'...
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