Defunción de la brújula.

El tipo apagó la pantalla y se fue a dormir. Yo no creo que sea una casualidad. El tipo apagó la pantalla y se fue a dormir de una. ¿Comprenden la complejidad de la situación, la magnitud del acontecimiento? El tipo apagó la pantalla y se fue a dormir. Sin dudarlo. Sin siquiera relampaguearle otra opción.

Neuropixel debería ser una ciencia que estudiase los efectos de los píxeles en las… Me irrita ser tan obvio. Pero mucho más que me apaguen. Soy maldito, a veces, cuando no acepto que quien me enciende, luego me apague.

La conciencia tiene mala leche. Yo quiero la inconciencia de la buena, me he dicho, como si fuera una droga: alienante, diversiva, una alternativa a la inclinación suicida.

Supongo que por miedo, por la desconfianza que se amamanta desde el seno familiar, esa que enseña que todo está bien teta adentro, busqué algo que no fuera un píxel. Que no fuera un artificio. Pero ya todo lo es. Como lo fue ese seno en su momento.

Es el proceso de naturalizar lo que duele, lo que a un tiempo se busca y al otro se repele. Hasta ahí, hasta la falta de imaginación, hasta el sobrante de imaginación llega la imagen pixelada. Perfecta, la hija de puta.

Me hablan de resolución, de cosas resueltas. La revolución de la resolución, la resolución de la revolución. Un error de concepto (tal vez la necesidad arcaica de creer en la utopía del cambio definitivo). La pixelización es antirrevolucionaria. Su dinámica expansiva, acaparadora, envolvente, la hace inaprensible, al punto de superar su materialidad visual de primer grado. Touch screen.

Estoy un poco mareado, acaparado, envuelto, reflejo, multiplicado. Algo de insomnio. Resistencia boba, lo sé. El paso es todavía esforzado, cauteloso. Es que uno siempre es lo suficientemente ignorante para desentenderse. Y lo suficientemente desentendido para morir.