19 de enero de 2009

Lo que se es. Acercamiento a la pura intimidad.

La totalidad de nuestro mundo está dado no más que por la totalidad de las palabras e imágenes que tenemos para significarlo (al menos desde lo textual, desde donde yo lo estoy expresando, no se me presenta otra posibilidad de concebirlo).

El mundo, nuestro mundo, es decir, la totalidad de lo que somos, no permite un remanente de insignificación: uno jamás siente, efectivamente, que le falta algo que desconoce. Incluso a la nada le damos un espesor, un cuerpo que abarca desde lo tipográfico “nada” hasta la imagen de vacío, que cada cual se representará a su manera.




Lo nuevo, lo que se adquiere de cualquier tipo, se integra directamente a nuestro mundo como parte del todo. No al que ya concebíamos, sino uno nuevo, pero idéntico desde el punto de vista que otro, anterior o posterior al mismo, es inimaginable.

A medida que incorporamos, digamos, conocimiento-contexto, éste se integra de manera indiferenciada en la totalidad. Repito: uno jamás siente, efectivamente, que le falta algo que desconoce.

“La vida sería insoportable si tuviéramos conciencia de ella. Felizmente, no es así. Vivimos en la misma inconciencia que los animales, del mismo modo fútil e inútil, y si presentimos la muerte, suponiendo qué sea, sin que en verdad lo sepamos, muerte que ellos en cambio no presienten, la presentimos a través de tantos olvidos, de tantas distracciones y desvíos, que mal podemos decir que pensamos en ella”. Fragmento 405, del “Libro del desasosiego”, de Fernando Pessoa.




Para la sensación de intimidad no hay virtualidad, fantasmagoría, ni ninguna dimensión más o menos real que otra. Esto sucede porque la intimidad puede preceder a todas las construcciones de manera que puede saciarse, colmarse, contentarse, afianzarse de todas formas, con todas las formas (formas en el sentido más amplio). El cuerpo es una construcción imaginaria en base a una educación de los sentidos. Hay en nuestra manera de concebir al cuerpo una virtualidad subyacente. De alguna manera, el cuerpo es virtual.

“Intentó sacudir el enorme peso de su cuerpo, cuerpo que no tenía, pero del que se hacía la ilusión, como un cuerpo prestado. Necesitaba sentir aquél calor ficticio, que irradiaba de él mismo como de un sol cercano, oír el soplo que brotaba de una fuente imaginaria, escuchar los latidos de un corazón falso”. Thomas el oscuro, Maurice Blanchot.

El ser íntimo es la pura expresión de la indiferencia. De hecho existe por ser indiferente. Se puede ser fantasma, se puede ser virtual, se puede, especulo, no Ser. El ser íntimo persistirá por la lógica de la inaccesibilidad. El ser íntimo contendrá todas las configuraciones de posibles existencias porque toda exteriorización, sean razonamientos, emociones o sensaciones, son parte indeterminada y plenamente integrada al todo que se cree se es: allí el sentimiento de lo íntimo. Allí la formulación del ego. El yo como valor supremo y reverencial (sería bueno, ante la muerte, cambiar el “no somos nada”, por “el somos todo”. Al menos el dolor tendría un fundamento para existir y desaparecer en el mismo momento).

“Anne abría en aquel momento los ojos. No había en efecto ninguna esperanza. Aquél momento de suprema distracción (…) Abría los ojos sin la menor curiosidad, con la lasitud de quien sabe perfectamente de antemano lo que va a ofrecérsele a la vista (…). Como todo moribundo se iba observando los ritos, perdonando a sus enemigos, amando a sus amigos, sin confesar, secreto que nadie confiesa, que todo aquello era ya insignificante. Ella ya o tenía importancia. Les miraba con una mirada cada vez más modesta, con una mirada sencilla que para ellos, humanos, era una mirada vacía. (…) Su rostro, sus hombros, debían hacerse invisibles, como conviene a algo que se desvanece. Su madre gemía: “¿Anne, me reconoces?” (…) Anne oía aquella voz: todo es inútil, su madre no era más que un ser insignificante.” Thomas el oscuro, Maurice Blanchot.

Un ensamblaje de intimidades es una confirmación de la trivialidad de la intimidad: que después de todo, todo siga igual, es la trivialidad profunda de la intimidad.

En términos muy generales la intimidad es algo de lo que nadie se puede evadir. La sexualidad, claramente, es uno de esos “inevitables” (aun la abstinencia sexual es una experiencia de la sexualidad). Intimidad y sexualidad están imbricados hasta lo indiscernible. Pero, a la inversa de lo que por lo usual se considera, es la intimidad la que cuestiona al sexo. El dispositivo sexual con el que somos formados no deja de proponer una serie de prácticas nacidas de una convención social. Sospecha lógica: si la enajenación en una estructura social dificulta la mirada íntima, entonces el sexo también lo hace. Así, la perversión, como una puesta en cuestión de lo establecido, cobra un valor de intimidad absoluto. La perversión tiene más que ver con la expresión de una intimidad no sexual que con el sexo en tanto expresión reglada de tabúes. La perversión cuestiona al sexo desexualizándolo, apropiándoselo, envolviéndolo, demostrando su naturaleza ficcional. Crea otra ficción igualmente real, sexuada, y trivial. Repito: que después de todo, todo siga igual, es la trivialidad profunda de la intimidad.

“Ahora creo llegado el momento de presentar al lector algunas consideraciones de orden general. Entre los límites de los nueve y los catorce años, surgen doncellas que revelan a ciertos viajeros embrujados, dos o tres veces mayores que ellas, su verdadera naturaleza, no humana, sino nínfica ( o sea demoníaca); propongo llamar nínfulas a estas criaturas escogidas”. Lolita, Vladimir Nabokov.




La duda sobre si todo esto que estoy escribiendo es la intimidad, es razonable. Claro, lo que digo puede cuestionarse (pero siempre desde lo textual), sin embargo la intimidad, yo, sigo confirmándome entre líneas, que es lo que no se puede poner en duda. Y es porque el todo del cuestionar lo hace inaccesible al todo de lo incuestionable. Abrá que dejar la duda para otro texto. La experiencia de mezclarnos íntimamente exige el abandono de toda pretensión de claridad intelectual. El trato desentendido, la liviandad, el desinterés, son buenos caminos para intentar una relación íntima. La intimidad debe abordarse como un poética, pero sin solemnidad.

Confianza es una palabra que rima semánticamente con intimidad. La confianza es también certeza. Mala interpretación de sí la de aquel que considera a la duda como la piedra de toque de la verdad existencial. El pensador cliché suele confundir la dinámica de la mente con un método cognoscitivo de su intelección. Así el pensador se vicia con el pensamiento de sí mismo buscando en su propia intimidad la intimidad del otro que es su pensar.

Cada ambiente es una unidad cerrada en sí misma (…) Consideremos en esta perspectiva una tela de la araña. La araña no sabe nada de la mosca, ni le cabe tomar sus medidas como le es dado hacerlo al sastre antes de confeccionar un traje para su cliente. Sin embargo, determina la amplitud de las mallas de su tela según las dimensiones del cuerpo de la mosca y conmensura la resistencia de los hilos en proporción exacta a la fuerza de choque del cuerpo en vuelo de la mosca. (…) En realidad, el hecho más sorprendente es que los hilos de la tela están exactamente proporcionados a la capacidad visual del ojo de la mosca, que no puede verlos y vuela, pues, hacia la muerte sin darse cuenta. Los dos mundos perceptivos, el de la araña y la mosca, no se comunican en absoluto pero están tan perfectamente acordados que se diría que la partitura original de la mosca, que puede denominarse también su imagen originaria o su arquetipo, actúa sobre la de la araña en modo tal que la tela que teje podría ser llamada “moscaria”. Todo sucede (…) sin que sea posible decir cómo dos elementos tan heterogéneos han podido llegar a estar tan íntimamente vinculados”. Lo abierto. El hombre y el animal, Giorgio Agamben.

Nadie absorbe al otro y preserva su identidad, ni el otro se deja absorber para perderla. Sin embargo, significamos. Y una vez que lo hacemos, ya nada es lo que era. La ambivalencia, el devaneo, es la dinámica natural de un relacionamiento en todo caso neuronal. La sinapsis fundamenta la duda, sí, pero el tejido total cerebral fundamenta la certeza. Somos lo único que tenemos. Dicho de otra forma: tenemos todo lo que somos. Pero esto no dice mucho, salvo, lo que dice todo el mundo.

4 comentarios:

rafael cippolini dijo...

Hola Diego
Festejo todo: el nuevo look de tu blog, la inteligencia de las citas, las imágenes, el fino hilvanado de los argumentos y descripciones.
Año nuevo, blog optimizado.
Va un abrazo

Diego dijo...

Muchísimas gracias, Rafael. Me alegra tu apreciación.
Otro abrazo para vos.

Alex dijo...

"tenemos todo lo que somos", que no es poco Die.

Diego dijo...

Ni mucho alex, es la única medida posible.
Besos.