La experiencia me fue tan sentida que estoy incapacitado para comunicarla en la plenitud creo, merece. Por tanto voy a echar corazón a un poeta que hable por mí: Fernando Pessoa. Lo diré, sin embargo, primero a mi forma.
En esa hora de la noche en la que el sueño es profundo, estaba soñando (aunque mejor diría viendo por sus ojos) con un hombre, tal vez príncipe. Estaba él solo en la inmensidad fría y preciosa de su palacio. Estaba parado frente a una pared. Estaba casi tocándola con su nariz: se miraba en el reflejo bruñido de su superficie: era de oro, con inspiración de agua calma.
Yo sentía con él siéndolo. Teníamos un gran pesar, la angustia por la inquietud más profunda: la hechura idéntica de lo orgánico e inorgánico. La presencia callada de la materia, aunque en aceptación para con uno: la manera en que entregaba su dorado al verde marrón de nuestra piel, y la forma en que nuestra piel tomaba su luz solsticia. Allí estábamos, pared y nosotros enfrentándonos sin poder salir de nuestros cuerpos. Y sin embargo, siendo mutuamente transferibles.
Como esto poco ha dicho, dejo unos fragmentos amigos. Son de “El Libro del desasosiego”, del ya mencionado Pessoa.
“Basta que yo vea nítidamente, con los ojos o con los oídos, o con otro sentido cualquiera, para que sienta que aquello es real. Puede, incluso, ser que yo sienta dos cosas inconjugables al mismo tiempo. No importa. Hay criaturas que son capaces de sufrir durante largas horas por no serles posible ser una figura de un cuadro o de un naipe de baraja de cartas. Hay almas sobre quien pesa como una maldición el no serles posible ser hoy gente de la edad media. Este sentimiento me sucedió en otros tiempos. Hoy no me sucede. Me he refinado más allá de eso. Pero me duele, por ejemplo, no poder soñarme dos reyes en reinos diferentes, pertenecientes, por ejemplo, a universos con diferentes especies de espacios y tiempos. No conseguir esto me disgusta verdaderamente. Me sabe a pasar hambre.”
“No existe diferencia entre mí y las calles del lado de la Aduana, salvo que ellas son calles y yo soy alma, lo que puede ser que no valga nada ante lo que es la esencia de las cosas. Hay un destino igual porque es abstracto, para los hombres y para las cosas -una designación igualmente indiferente en el álgebra del misterio.”
“Dueño del mundo en mí, como de tierras que no puedo llevar conmigo, (...)”
“Ciertas horas-intervalos que he vivido, horas ante la Naturaleza, esculpidas en la ternura del aislamiento, me quedarán para siempre como medallas.”
“Existen también los paisajes y las vidas que no han sido completamente interiores. Ciertos cuadros, sin subido relieve artístico, ciertos óleo-grabados que había en paredes con las que he convivido muchas horas -pasan a ser realidad dentro de mí. Aquí, la sensación era otra, más hiriente y /triste/. Me quemaba no poder estar allí, fuesen reales o no.”
“No sé qué óleos de penumbra ungen a nuestra idea de nuestro cuerpo. El cansancio que tenemos es la sombra de un cansancio. Nos viene de muy lejos, como nuestra idea de que existe nuestra vida... Ninguno de nosotros tiene nombre o existencia plausible. Si pudiésemos ser ruidosos hasta el punto de imaginarnos riendo, nos reiríamos sin duda de creernos vivos.”
“Éramos impersonales, huecos de nosotros, otra cosa cualquiera... Éramos aquel paisaje esfumado en conciencia de sí mismo... Y así como él era dos –de realidad que era, e ilusión-, así éramos nosotros oscuramente dos, no sabiendo bien ninguno de nosotros si el otro no era él-mismo, si el incierto otro viviría...”
“¿Qué especie de vida tienes? ¿Qué modo de ver es el modo como te veo? ¿Tu perfil? Nunca es el mismo, pero nunca cambia. Y yo digo esto porque lo sé, aunque no sepa que lo sé. ¿Tu cuerpo? Desnudo está lo mismo que vestido, sentado está en la misma actitud que cuando echado o de pie. ¿Qué significa esto, que no significa nada?”
“¿Conoce alguien las fronteras de su alma, para que pueda decir: yo soy yo? Pero sé que lo que yo siento, lo siento yo. Cuando otro posee ese cuerpo, ¿posee en él lo mismo que yo? No. Posee otra sensación. ¿Poseemos algo nosotros? Si no sabemos lo que somos, ¿cómo sabemos lo que poseemos?”
“Más que otras artes, son la literatura y la música propicias a las sutilezas de un psicólogo. Las figuras de novela son -como todos saben- tan reales como cualquiera de nosotros. Ciertos aspectos de unos sonidos tienen un alma-alada y rápida, pero susceptible de psicología y sociología. Porque, bueno es que lo sepan los ignorantes: las sociedades existen dentro de los colores, de los sonidos, de las frases y hay regímenes y revoluciones, reinados, políticas y (...) -lo hay en absoluto y sin metafísica- en el conjunto instrumental de las sinfonías, en todo organismo de las novelas, en los metros cuadrados de un cuadro complejo, donde gocen, sufran y se mezclen las actitudes coloreadas de guerreros, de amantes o de simbólicos.”
“Cuando se rompe una taza de mi colección japonesa, sueño que más que un descuido de las manos de una criada haya sido la causa, o hayan sido las ansiedades de las figuras que habitan las curvas de aquella (...) de loza; la resolución tenebrosa de suicidio que las posee no me causa espanto: Se ha servido de la criada, como me sirvo de un revólver. Saber esto es estar más allá de [...] ¡y con qué precisión sé esto!”
18 de junio de 2010
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