7 de junio de 2010

Predilecciones transelementales: la música; lo grave, el gorjeo, lo árido y metálico.

Lo que a continuación escribo no es, ni remotamente, tan importante como la obra musical que lo provocó, más precisamente que su comienzo: donde se tocan las cuerdas del piano, donde se instrumenta desde la vibración álmica (de alma) del objeto.

Les excuso la no lectura del texto, no así la escucha de Birks Works, de Jessica Williams:



El tiempo se sucede como transcurso. Es decir, el cursar de nuestra percepción a través de diferentes elementos. Esa actividad trans es el movimiento (hacia el más allá responde la naturaleza del movimiento).

El tiempo no es trascendental sino transelemental. Nuestra complejísima percepción se conjuga por síntesis de nuestros sentidos y, su vez, por síntesis de los elementos que el cuerpo cursa.

El ritmo no es algo estrictamente musical, es fundamentalmente una operación reactiva: lo que una cosa hace a otra: el transcurso es vitalmente transformación.

De la percepción como síntesis de los sentidos, y de la expresión humana en tanto sonidos, se efectúa la música, que es una síntesis transelemental: de ella nos cautiva su poder de concentrar y concatenar (y eso es ritmo, bioritmo) lo que de elemental haya en, por ejemplo, un metal corroído, un desierto abrasador, un trinar de pájaro, o en un romper de ola (que se produce en el pecho de quien escucha): puro efecto transelemental de la música.

Tiempo hecho mundo y materia hecha música.

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