19 de agosto de 2010

Territorio y cuerpo.

¿Cómo se construye un territorio? ¿De qué lo hacemos? Digo, ¿qué elementos sensibles lo delimitan y nos lo ponen como un espacio de significados? Y estos signos, ¿qué aspectos programan de nuestra identidad mental y física?

Conceptos como la biocenosis, la biogeografía, la ecología y la etología nos entraman la percepción dándonos información vital. Y por esta información entiendo lo que nos forma, es decir, el mundo que nos talla, el contexto que nos constituye; somos por lo que el mundo es.

Desde los cinco sentidos tradicionales hasta la propiocepción, pasando por la capacidad intelectiva (a la que considero no más importante que el conocimiento del estómago y sus enzimas digestivas), todo tiene el fundamento de la territorialidad.

El espacio, infinito y amorfo, vacío pero continente, se organiza a fuerza sísmica, eólica, gravitacional, etc, etc. Lo mismo el cuerpo, con su presión arterial, sus fibras musculares, sus teorías mentales.

Hace tiempo que vengo convenciéndome sobre la necesidad de establecer desde el nivel primario una educación física y alimenticia más profunda. Pocos son concientes hasta qué punto la cultura y los rituales societales les provocan males. Asumir la responsabilidad de existir debe ser el objetivo basal de toda educación.

Cuando veo gente que se tropieza, que se cae, que se empuja, que choca con el auto, o que sufre los mortales efectos colaterales de sus hábitos alimenticios, solo veo el no asumir de su cuerpo, la ignorancia del espacio, el no reconocimiento del territorio. Mucho antes de conducir un auto una persona debe, por ejemplo, aprender a orientar su mirada, y recién ahí, a lanzar su cuerpo en movimiento. Porque la conducta mínima y personal es la que se traslada y amplifica a los medios que usamos. Medios que son, por supuesto, componentes de nuestro territorio. La disciplina deportiva, no tanto el deporte mirado como ejercicio, es fundamental para el conocimiento del cuerpo, cuerpo que, traza y hace (a su vez que es hecho) el territorio donde vive.

Lo mismo sucede con la alimentación. El territorio, clave a la hora de producir alimentos, fue suplantado por la industria. La industria, regida por un impulso comercial, y solo comercial, empaqueta, etiqueta y procesa alimentos con altos contenidos grasos, azúcares en exceso y aditivos de todo tipo. El territorio, desde la huerta, hasta la cocina misma (o la sobremesa), esos lugares donde se daba el tiempo y la ocasión para trasmitir conocimientos, cedieron ante el supermercado y los locales gastronómicos deficientes y apresurados.

Lo mejor que puedo hacer es invitarlos a conocer la (imperiosa) propuesta de revolución alimenticia que propone el talentoso Jaime Oliver. Revolución que implica, tal como digo, una reconquista del territorio, que parte de una educación temprana. Mientras lo miran, comer algunas pasa de uva con un par de nueces. Qué cosa más deliciosa, por dios.


2 comentarios:

Alex dijo...

es verdad lo que decís, pero también es verdad que algunas cosas dependen de percepciones internas arraigadas en el inconciente que dificultan esto de "orientar su mirada, y recién ahí, a lanzar su cuerpo en movimiento". Cuerpo de león en mente de ratón me decía mi terapeuta hace muchos años atrás cuando yo era presa de una torpeza incalculable y me llevaba todo puesto.

Diego dijo...

Jaja, interesante eso de cuerpo de león y mente de ratón. Beso.