22 de febrero de 2011

La verdad inmaculada; y del tiempo en el hombre.

De la imaginación se sirve el tiempo. Porque este no existe por fuera de su percepción. O debería decir, que existe determinado por la percepción.

Cuando Blanchot dice que “Escribir es entregarse a la fascinación de la ausencia de tiempo.”, dice lo que dice porque no hay otra cosa por decir al respecto que no sea esa.

La verdad es inmaculada en toda única expresión. Cada cosa se dice por sí sola. Y una vez dicha, le ha dado su sustancia al tiempo.

Tengo una hipótesis con la que debería darme tiempo (y desarrollarla, tal vez, como novela): una persona afectada por la locura se encuentra con sus antiguas palabras (inducido por hipnosis), con su vieja capacidad de controlar las determinadas normativas del lenguaje. Se las dice y se replica según su estado actual. Dos fuerzas: quien fue y quien es, conversan: litigan, como toda estructura gramatical hace con otra, porque el universo es un formalismo. Y así, médium de sí mismo, como un sol que se quema, arde en él la paradoja del tiempo y la locura que implica toda sanidad.

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