15 de febrero de 2012

Las razones.

Quisiera que te desvistas para mí. Así se lo dije, palabra por palabra, y sé que fui medio bruto… aunque no podemos negar que la expresión también tiene algo de elegante… ¿pero hay otra forma de decir una cosa así?

Yo creo que me entendió mal, porque lo dicho no fue otra cosa que una invitación a concretar ese deseo de la gente de que le sucedan aventuras; me entendió mal porque la gente en verdad no quiere que le sucedan aventuras. Supongo que también influyó el contexto, el ascensor, que es una cosa que no da la posibilidad de salir y alejarse cuando uno quiere, y si me pongo más filosófico hablaría del antiespacio que genera, porque no podemos decir que el ascensor tiene espacio… habría que investigar qué dice la física de los espacios que son la causa de su faltante, ¿materia oscura?… bueno, la cuestión es que por esa razón ella terminó por ponerse extremadamente ansiosa.

Por un segundo sentí lástima. Porque después de mis desafortunadas palabras, porque debo reconocer que fueron desafortunadas, el universo de esta chica, que era un cúmulo de prejuicios sexuales, hizo como una implosión, como un Big Bang emocional pero al revés, para adentro. Había que ver la transformación de lo que fueron unos ojos inexpresivos pero lindos, en otros saltones y desesperados, ¡ja!, como si yo la hubiese elegido para romperle el culo sin permiso… Perdón por la barbaridad, pero estoy seguro de que así se sentía ella ante el ¿halagoso? ¿halagante? ¨quisiera que te desvistas para mí¨.

Confieso que tal vez yo no conciba la Oportunidad, así, con mayúscula, como el resto de los insoportablemente mortales, ustedes. Pero para mí, ese momento de introspección de un viaje en ascensor es ideal para entablar una relación de intimidad, piénsenlo, es un momento único, precioso, en el que no estamos distraídos con otras cosas, salvo con los celulares, pero este no era el caso. Y ahora que lo digo no me cabe duda de que esa indefensión del aburrimiento me disparó las ganas de ser tan espontáneo, porque si ella hubiese estado haciendo otra cosa, no sé, mirando su celular, creo que no le hubiese dicho nada. Por eso me calenté, no porque se negara a desvestirse, cosa que por otro lado nunca estuve seguro de si hubiera sido tan así en otro contexto. Habría que ver. Igual mi error fue más grave, fue indignarme por su pánico, que era solo producto de su imaginación. Porque si me hubiera dicho ¨no gracias¨, yo hubiera seguido mirando la nada como si nada. Pero no, su cerebro de hormiga, de corderito-sin-mamá-cerca, le impidió pensar como un ser humano y siguió agitándose hasta que todo el puto ascensor se le convirtió en una caja latente y opresora que hasta yo llegué a sentir así, porque el pánico ya no era una cosa de ella sino que se le había salido y era más bien como un fenómeno atmosférico. Y a pesar de que soy un ser humano coherente y que traté de mantener la calma y calmarla, no hubo forma, porque apenas le acerqué la mano, así como para tranquilizara, ella empezó a gritarme que no la tocara y también a tirarme unos golpecitos que retraía rápidamente porque claramente no quería tocarme ni a los golpes: fue muy deprimente saber que para ella yo era un bicho detestable cuando la verdad la detestable era ella. Porque yo la conocía, bah, creí conocerla, era una mina súper abierta que en Twitter siempre ponía que le gustaban los besos robados y siempre estaba hablando de sexo de una manera bastante abierta e interesante, más abierta que interesante, y a mí me gustaba porque yo también soy así, pero la verdad me desilusionó, terminó siendo una farsante, una de esas personas que dicen cosas que están bien decir para el grupo de gente a la que quieren caerle bien, porque en el fondo no están seguras de qué es lo que quieren, porque la gente segura no quiere parecer liberal ni mostrar nada, la verdad, solo viven haciendo lo que les va en gana, lo cual hace comprensible que esta mina sufriera el choque de sus palabras con la realidad, la realidad real, la de un tipo que se le planta enfrente y le dice las cosas como son, aunque mi intención no era pedagógica, al menos no a nivel conciente, creo, pero uno nunca sabe. Si fuera psicólogo, cosa que podría ser si no fuera tan desconfiado, diría que tuvo una especie de brote psicótico porque no paraba de pedir ayuda y patear la puerta del ascensor cuando, lo repito, nada la justificaba, salvo, claro, su fantasía de violación. Y ya verán, sobre esa justificación es donde la justicia siempre se para.

En fin, la verdad que esta mujer se volvió una estúpida incontenible. Así que imagínense, yo, que soy un tipo relativamente tranquilo, aunque en ese momento ya no lo era tanto, no podía permitir que la puerta se abriera y el portero viera al único violador que jamás le había tocado un pelo a la muy histérica, porque la verdad que ni yo me lo hubiera creído; en ese sentido soy como el resto, a veces prejuzgo… y sí, porque vista desde afuera hay que reconocer que la escena no me favorecía, así que por defensa propia intenté taparle la boca como quien se la tapa a un nene maleducado, porque en el fondo era eso, una maleducada. Así que sí, algo de pedagogo debo de tener, al menos la indignación me mancomuna con esa gente; debería ser más flexible viendo a donde me conduce tanto prurito.

La cosa es que todo el asunto se complicó, porque yo no soy un tipo violento y no tengo, digamos, experiencia en trabarme físicamente con nadie, cosa que hizo que se me fuera un poco la mano y no la dejara respirar lo necesario. Encima la muy desaforada empezó a toser y a ahogarse con su propia saliva. Debo decir que a esa altura yo también era otro y ya no era el que suelo ser. Pasé de querer besarla, o mejor dicho, de pretender besarla, porque la verdad eso de que se desvista lo dije porque me pareció interesante, porque en el fondo yo me daba por muy satisfecho con un simple beso… pero como les decía, pasé de sentir atracción por ella a sentir asco. No me gustó en absoluto sentir su baba caliente en mi mano, me desagradó tanto pero tanto que casi saco la mano, cosa que finalmente hice para refregármela en el pantalón, y tal vez exageré, pero en ese momento me dio la sensación de que su asqueroso comportamiento era contagioso, porque parecía eso, como una enfermedad, como si ella hubiera enfermado de golpe en ese ascensor; bien, hasta ahí llegué yo con mi locura. Lo que pasó después es lo que aún pasa.
En cuanto el ascensor llegó abajo las puertas se abrieron y yo me vi horriblemente empapado en transpiración y ella tirada en el suelo con la ropa desarreglada dando la impresión de estar semidesnuda cuando en verdad, si se miraba bien, no lo estaba. ¡Ja!, ¡cómo aparenta la realidad!

Lo digo con sinceridad, a esa altura de los hechos yo esperaba que no apareciese nadie hasta que las puertas se volvieran a cerrar y esperaba que todo quedara en un mal recuerdo o en una anécdota de la cual sacar algún aprendizaje. Para ambos, claro. Sin embargo, en ese momento no me preocupaba aprender nada, sino encontrar algún conocimiento ya adquirido para poder salir indemne. Así que caminé hacia la salida del edificio temblando porque no se me ocurría nada mejor que simplemente salir, y eso me daba pavor, porque la verdad me sentía muy frágil, no lo podía evitar, sobretodo porque sabía que en recepción iba a estar el tipo de Seguridad, que solo espera ver a alguien sospechosamente vulnerable, porque es así, el crimen lo vuelve a uno, que no es criminal, en alguien vulnerable, o tal vez sea al revés, alguien vulnerable se vuelve criminal, habrá que ver. La cuestión es que yo, lamentablemente, tenía razón, porque en cuanto pasé frente al tipo de seguridad supe que algo había visto por ese monitorcito que tiene, porque se paró con una precaución tan sospechosa, con esa mezcla de miedo y ciega obediencia profesional, y hostilmente me dijo que qué cosa había dejado yo en el ascensor. Pero yo no le respondí, así que me chistó un par de veces y luego, alarmado por mi sospechosa sordera, me gritó algo.

Yo debo llevar cierta sabiduría de presa en la sangre, a eso me refería cuando decía de encontrar algún conocimiento ya adquirido, porque en vez de salir corriendo y activar el mecanismo persecutorio del depredador, seguí avanzando como si nada, cosa que los desconcierta. Algo parecido hago cuando salgo en bicicleta y un perro se me viene encima, simplemente freno y lo desconcierto, y el tipo simplemente no sabe qué hacer. Es gracioso que lo mismo pueda hacerse con una persona. Igual no me burlo porque animales somos todos, de hecho yo acabo de hacer una animalada y eso mismo me hace sentir un poco tranquilo, porque uno no puede sentir culpa por lo que es. Los perros son lo que son y nosotros también, así que simplemente seguí mi camino hasta salir a la vereda y quedar fuera del campo visual de la bestia uniformada.

Y después sí, corrí desesperadamente por lo menos diez cuadras hasta que me frené de golpe porque me di cuenta de que a esa altura posiblemente algún policía también me estuviera buscando y esperando ver esto que les digo, una presa, así que me comporté como si no fuera presa y empecé a caminar lo más tranquilo posible y a no mirar para todos lados. De alguna manera iba diciéndome que sea lo que dios quiera, porque eso es parte de ser un ser humano, aceptar que uno no puede evadir el camino que su propia condición traza, al menos eso es lo que piensa uno cuando está desanimado, que no es algo que no nos corresponda sentir, digo, el desánimo, porque algunos tratan al desánimo como un virus, y podría ser, así que en definitiva no está mal mi filosofía, porque creo que una buena forma de vacunarse contra el desánimo es justamente inoculárselo y crear los anticuerpos necesarios para estar más fuerte para la próxima vez que nos toque una experiencia como esta, que nos viene a cuestionar nuestra humanidad. Y lo digo de verdad, porque a causa de todo esto yo ahora tengo fiebre, no es muy alta, pero confío que lo suficiente.

Por lo pronto seguiré encerrado en casa. En todos estos días no escuché ninguna noticia de ninguna chica muerta, con lo cual supongo que solo se desmayó, aunque no sé si eso no es peor. Porque me parece que es preferible ser un homicida anónimo que un violador con rostro, porque sobre ese rostro, que no es este, sino el que ellos vean, la justicia se está preparando para escupir todo el patetismo que utiliza para justificar su propia existencia, que si nos fijamos bien, es el mismo que yo estoy usando ahora, por eso podría decir con cierta impunidad que mi situación es la de preferir a la chica muerta; pero igual me siento medio una mierda. Porque uno puede ser un bestia pero también es otra cosa. Y esa otra cosa es la que, en definitiva, van a castigar. Veré qué hacer y qué pensar cuando la fiebre baje.

No hay comentarios.: