29 de febrero de 2012

Parte de guerra.

La fiebre ya bajó y me dejé la barba. Cuando estoy enfermo estoy entregado, así que si la barba crece, que crezca, y si debo morir, poco me importa estar barbudo. Igualmente me la voy a cortar, porque como a cierta gente, solo me la aguanto un rato.
Creo que podría recomendar (porque viene perfecto para el sentimiento de tedio hacia la gente que dejé entrever recién) al personaje Poroto, de este autor que es médico, psicoanalista y actor y no sé qué más, que ahora no recuerdo el nombre y al que una vez le mandé un mail y nunca me respondió. Pero todo bien, tal vez no le llegó, digo, emocionalmente hablando, y no se le antojó saber más de mí. A veces creo que no parezco tan interesante como en verdad soy, aunque también creo (y evitemos la obviedad de que esté equivocado) que sí lo parezco pero que eso no es suficiente para justificar el trato conmigo. A veces, pocas, siento un poco de resentimiento por eso. Pero como eso es algo que no me hace muy bien, digo, el vivir resentido, busco (y encuentro) las razones necesarias para justificar un reacomodamiento emocional y seguir adelante, no digo feliz, pero al menos desembroncado, que no es poco en esta vida donde parece que hay muchas cosas para tomarle bronca.

Alguna vez pensé también en ir a ver a un psicoanalista. Pero lamentablemente estoy en una guerra de tipo mundial y sospecho, además, que ellos son parte del enemigo. Claro que no tengo las pruebas suficientes (y tal vez nunca las tenga), a pesar de los muy respetables informes que han elaborado contra ellos la otra facción que también me alarma pero que no pienso traer en forma de detalles prolongados porque quiero terminar este asunto por acá no más. Por supuesto, siendo yo un abanderado de la libertad, no me comprometo tampoco con estos detractores sistemáticos que son incapaces de valorar los pintorescos anhelos psicoanalíticos, entre los cuales se encuentra la probabilidad de una sexualidad trascendente. ¿Qué? Lo dicho.

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