11 de junio de 2012

Hacia el campo.


Al despertar a veces uno siente que se le ha añadido una sabiduría. No recuerda si fue producto de un sueño o de esas cavilaciones semiconscientes previas al dormirse. Uno simplemente se despierta sabiendo algo. Es decir, sabe sin saber cómo; lo que significa que ese saber no está sujeto a la duda en menor medida de que lo está el hecho de saberse uno verdaderamente existente, real.

Supe del nacer.
Nacer fue un hecho traumático. Una herida no maligna. Una que puede y debe ser sanada con un vivir digno de ella. Un vivir desnudo. La desnudez como religio.
El trauma esencial de esta vida se viste, entonces, de desnudez.

De las profundidades de la etimología (como del útero del que somos arrojados), sacamos que trauma tiene su raíz en el verbo tero que es frotar, machacar, estrujar. De esto se desprenden palabras como trillar, triturar, trigo y, finalmente, tribulación: un tormento que machaca y trauma.  

Nacer es hacerlo desnudo. Una herida que es ausencia. Nos trauma la falta de algo que no sabemos qué es.

En mi saber del nacer, supe que me faltaba a mi mismo.

la primera marca de la vida
en este mundo de realidad incierta
donde sin vestir no hay alimento (salvo el materno –salvo/salvedad/salvado)
uno solo tiene (se tiene a uno solo)
y es esa falta el signo de nuestra supervivencia
y ese organismo que nos posee
que no muere
que se restaura incesantemente
que a lo mucho
a su final
cansado de rejuvenecer
fue lo único que es
y que fuimos
y que seremos

¨Ser seré¨, parece haber dicho el cuerpo en nacimiento continuo: y es esta también la palabra desnuda o la desnudez del lenguaje que intenta representar el saber que al despertar tenía añadido.

Y Creo. Creo que la austeridad es un acto reflejo de todo esto. Un tributo a la vida desnuda. La vida misma, la sin forma. La que se conoce sin más que trabajándola. Pero no en sí misma, ya que en su desnudez es ausencia, sino en donde sea que esté su alimento, fuera del cual no podría vestirse.   

Saber que al nacer lo único es la tierra y sus mil formas de trabajarla.

Me voy al campo. Abandono la falta de austeridad del pensar (el pensamiento no deja de ser una riqueza, tan idéntica como cualquier otra). Mi trabajar será todo. El tiempo secará estos pensamientos y secos caerán de mi cabeza. Con ellos haré pan. Y los llamaré pancitos. Y rezaré: Son mis panes el milagro. Su digestión, mi fe.


Addenda 1: En homenaje a los Pretos Velhos.
Addenda 2: Cuenta José Luis Sampedro una anécdota que Salvador de Madariaga refiere en su libro ¨España¨: un jornalero muy pobre rechaza el dinero que su capataz le ofrece para comprar su voto. El jornalero lo rechaza diciéndole: ¨En mi hambre mando yo¨. Y añade Sampedro: ¨es una de las pocas cosas que se le puede decir al hambriento, por lo menos que en tu hambre mandes tu¨. 

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