Al despertar a veces uno siente que se le ha añadido
una sabiduría. No recuerda si fue producto de un sueño o de esas cavilaciones
semiconscientes previas al dormirse. Uno simplemente se despierta sabiendo
algo. Es decir, sabe sin saber cómo; lo que significa que ese saber no está
sujeto a la duda en menor medida de que lo está el hecho de saberse uno
verdaderamente existente, real.
Supe del nacer.
Nacer fue un
hecho traumático. Una herida no maligna. Una que puede y debe ser sanada con un
vivir digno de ella. Un vivir desnudo. La desnudez como religio.
El trauma
esencial de esta vida se viste, entonces, de desnudez.
De las
profundidades de la etimología (como del útero del que somos arrojados),
sacamos que trauma tiene su raíz en
el verbo tero que es frotar,
machacar, estrujar. De esto se desprenden palabras como trillar, triturar, trigo y, finalmente, tribulación: un tormento que machaca y
trauma.
Nacer es
hacerlo desnudo. Una herida que es ausencia. Nos trauma la falta de algo que no
sabemos qué es.
En mi saber
del nacer, supe que me faltaba a mi mismo.
la primera
marca de la vida
en este mundo
de realidad incierta
donde sin
vestir no hay alimento (salvo el materno –salvo/salvedad/salvado)
uno solo tiene
(se tiene a uno solo)
y es esa falta
el signo de nuestra supervivencia
y ese
organismo que nos posee
que no muere
que se
restaura incesantemente
que a lo mucho
a su final
cansado de
rejuvenecer
fue lo único
que es
y que fuimos
y que seremos
¨Ser seré¨,
parece haber dicho el cuerpo en nacimiento continuo: y es esta también la
palabra desnuda o la desnudez del lenguaje que intenta representar el saber que
al despertar tenía añadido.
Y Creo. Creo
que la austeridad es un acto reflejo de todo esto. Un tributo a la vida
desnuda. La vida misma, la sin forma. La que se conoce sin más que
trabajándola. Pero no en sí misma, ya que en su desnudez es ausencia, sino en
donde sea que esté su alimento, fuera del cual no podría vestirse.
Saber que al nacer lo único es la tierra y sus mil
formas de trabajarla.
Me voy al campo. Abandono la falta de austeridad del pensar (el pensamiento no deja de ser una riqueza, tan idéntica como cualquier otra). Mi trabajar será todo. El tiempo secará estos pensamientos y secos caerán de mi cabeza. Con ellos haré pan. Y los llamaré pancitos. Y rezaré: Son mis panes el milagro. Su digestión, mi fe.
Addenda 1: En
homenaje a los Pretos Velhos.
Addenda 2: Cuenta José Luis Sampedro
una anécdota que Salvador de Madariaga refiere en su libro ¨España¨: un
jornalero muy pobre rechaza el dinero que su capataz le ofrece para comprar su
voto. El jornalero lo rechaza diciéndole: ¨En mi hambre mando yo¨. Y añade
Sampedro: ¨es una de las pocas cosas que se le puede decir al hambriento, por
lo menos que en tu hambre mandes tu¨.
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