Iba a hacer algo, pero vi que me estaban mirando y no lo hice. Eso
podría decirse que fue el hecho más relevante del día. Un hecho que contiene un
hecho no sucedido, o sea, un no-hecho. Podría ser ese no-hecho como esos
no-lugares de Marc Augé. Aunque no, la censura de la mirada está lejos de ser
un flujo que no me permita anclar, construir una identidad. Todo lo contrario.
Si ahora es de noche y estoy, como estoy, en esta cama, es por esa mirada; yo
siempre recalo en el puerto de la soledad, que es mi lugar, un lugar al que
llegué por expulsión, a fuerza de miradas y puestas de atención insolentes,
desvergonzadas. Yo también soy curioso, pero el pudor me hace discreto,
voyerista. Recuerdo, mientras espero el sueño, este texto de David Foster
Wallace. Se titula ¨Actúen con naturalidad¨, y dice: ¨Los narradores como
especie suelen ser mirones. Suelen acechar y observar. Son observadores natos.
Son espectadores. Son esos tipos del metro cuya forma disimulada de mirar
resulta inquietante. Casi depredadora. Es porque las situaciones humanas son el
alimento de los escritores. Los narradores miran a otros seres humanos de la
misma forma que los curiosos frenan para ver un accidente de coche: codician la
imagen de sí mismos como testigos.¨
Realmente me parece brillante este tipo, Wallace. A esa lucidez yo le
tengo miedo. Sobre todo a estas horas de la noche, donde el espíritu se sienta
como indio y se deja contar las más terribles historias por parte de las
emociones que se han filtrado en uno, subrepticiamente, durante todo el día. Yo
le tengo terror al suicidio, amo la vida… estoy tratando de acordarme unas
palabras de Simone de Beauvoir. La noche anterior (si la lluvia cae en el
pasado, la noche también), la estaba viendo en una entrevista televisiva (¡cómo
me repulsa esa mujer!). En esa entrevista decía algo así como que era
inevitable para alguien como yo sentir como siente, respecto al amor por la
vida y las sombras del suicidio, que oscurecen inevitablemente los esfuerzos de
la razón, con sus indiscutibles razones de vivir. Ella no dijo esto último, eso
me quedó a mí. Después, como hoy, apagué la tele y me fui a la cama. Que la
noche de ayer y la de hoy sean la misma noche me angustia. Esperar el sueño
angustiado no es bueno. Hay que dormirse bien. Es bueno que a
uno le deseen las buenas noches. Es una Oración. Cuando era chico
dormía en la misma habitación que mi abuela y ella me decía ¨que duermas con
los angelitos¨. Yo de grande nunca la dije, digo que duermas bien o que
descanses.
No recuerdo quién (tal vez Fabián Casas, o alguien a quién él citó),
dijo que el matrimonio era estar siendo observado todo el tiempo. Yo no
encuentro nada más acertado. No hay compañía, por más hermosa que sea, que
pueda librarnos de su presencia. Yo necesito de la soledad, ya lo dije, es mi
lugar, o el lugar donde la otredad me pone. Es un fuera del campo visual.
Siempre me gustaron los puntos ciegos. Incluso esos puntos ciegos de los
espejos retrovisores del auto, son simplemente exquisitos. Cuántos accidentes,
cuántos volantazos, nos modifican la vida por esto de no ver y no ser visto.
Preciosos cambios de rumbo.
La soledad, o esta noche, podrían ser propicias para el cambio, todo
esto podría contribuir; es tan seductoramente tranquila esta cama, el sueño
que empieza a bajar, a narcotizarlo todo a su paso, la conciencia que va
lentamente hacia su vahído. Apenas puedo presentir que habrá un mañana y que si
algo cambia, no lo veré; ruego no ver ni escuchar nada. Ahora hago lo que
puedo. Dejo caer los párpados y termino de ponerme los tapones de goma en los
oídos. Los amaso con dos dedos para hacerlos finitos, luego los empujo hasta el
cerebro y dejo que se expandan y vayan llenándome toda la oreja. Es sedante la
sensación de ir escuchando cada vez menos. Los perros que ladran se van apagando
y quedan en un segundo plano, los gritos de los basureros se ahogan y se
sienten como si otro los estuviera escuchando. De a poco me voy desdoblando en
quien dormirá. El miedo desaparece o es ya de otro. Creo que voy a dormir bien.
Creo, como puro acto de fe.
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