Identidad: no sé de quién. El ser humano no es; no puede ser. Definirse, ante la
constante mutación que supone una vida, es prácticamente imposible. Foucault se
ofuscaba ante las preguntas sobre su identidad, decía ya no estar donde lo buscaban.
Y Salinger, escritor y solo escritor, se recluyó para interrogarse y
ejercitarse en el arte de la mutación consciente, para parir, no sin dolor, el
final de sus días como soldado y el principio de sus días como sus personajes: se bombardeó con la
pluralidad de la familia Glass hasta destruir lo que había sido. ¿Cuándo dejó
de ser un escritor más para convertirse en un escritor menos? ¿Cómo hizo para
darlo todo y mantenerse con vida hasta el último de sus días? La respuesta es amor. Tan choto como
eso: amor. Amor por él y por la otredad en iguales y alquímicas proporciones. Y
si uno lo lee sacrificando algo de sí, recibe algo de esa gracia que él tuvo.
Uno muta, como él, amorosamente.
Ayer al acostarme, mientras me tapaba y tanteaba la mesa de
luz buscando cualquiera de sus libros (siempre están a mano), me preguntaba: ¿a
quién visito cuando vuelvo una y otra
vez a la lectura de Salinger; ¿vuelvo a él o a sus creaciones (no las rebajaré
a personajes)? ¿Dónde termina Salinger y comienza, por ejemplo, Seymour Glass?
¿Sirve preguntarse quién es real? Para mí, la materia de lo real es la materia
de los afectos y punto. ¿Y la materia de la vida? Siento a la literatura como
un proceso alquímico del lenguaje, como la trasmutación del mismo a una forma
de vida. Una forma de vida primitiva y rudimentaria. Y creo que la experiencia
de lectura es de recepción y asimilación, es decir, de Relación. Creo, además,
que lector se es con menos frecuencia de la que pensamos. Y esto es porque rara
vez existe un nivel de compromiso (de parte nuestra para con la obra) como lo
tuvo el autor con su creación. Me explico: el escritor y el lector deben
arriesgarse en idéntica medida. Solo así, una vida en común que no es la de
ambos, se cristalizará en todo su milagro. ¿Son posibles, entonces, los
escritores-lectores ateos? ¿Existe la religión por fuera del éxtasis? ¿Es por
lo ya innombrable de su Relación que se vuelven devotos de lo suyo, sea lo que
fuere?
(Salinger recluido en su hogar. Todos los días trabajaba en su escritura. Y lo hacía uniformado con ese overall)
Una de las creaciones de Salinger, Seymour Glass, le dice a
su hermano, Buddy Glass (o tal vez
Salinger le dice a Seymour, o éste a él, o cualquiera de ellos a nosotros,
porque a esta altura la hermandad nos
ha puesto en comunión):
¨Una de las pocas
cosas que quedan en el mundo, aparte del mundo mismo, que me entristece día a
día, es saber que tú te molestas si Boo Boo o Walt te dicen que estás diciendo
algo que suena mío. Lo tomas como una especie de acusación de plagio, un
pequeño atentado contra tu personalidad. ¿Es tan terrible que a veces parezcamos
la misma persona? La membrana entre nosotros es tan delgada... ¿Es tan
importante que tengamos en cuenta qué es lo que pertenece a cada uno? (...)
Para nosotros, ¿no es cierto que cada una de nuestras personalidades comienza justo
en el instante en que reconocemos nuestras tan estrechas relaciones y aceptamos
que es inevitable el mutuo préstamos de chistes, talentos, tonterías?¨. Extracto de ¨Levantad carpinteros la viga del tejado y Seymour: Una introducción.
Para cerrar (no para terminar, ¡queda tanto por decir!): la
literatura es parte del proceso biológico que nos afecta. La literatura impacta
por vías del afecto. La literatura es, en sí misma, una creación que puede
entenderse como una forma de vida no encarnada. Leer, en tanto lo planteo en
este texto, es dar lugar en uno a esa forma de vida.
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