8 de mayo de 2014

Salinger (sobre la relación escritor-obra-lector y la literatura como forma de vida).

Identidad: no sé de quién. El ser humano no es; no puede ser. Definirse, ante la constante mutación que supone una vida, es prácticamente imposible. Foucault se ofuscaba ante las preguntas sobre su identidad, decía ya no estar donde lo buscaban. Y Salinger, escritor y solo escritor, se recluyó para interrogarse y ejercitarse en el arte de la mutación consciente, para parir, no sin dolor, el final de sus días como soldado y el principio de sus días como sus personajes: se bombardeó con la pluralidad de la familia Glass hasta destruir lo que había sido. ¿Cuándo dejó de ser un escritor más para convertirse en un escritor menos? ¿Cómo hizo para darlo todo y mantenerse con vida hasta el último de sus  días? La respuesta es amor. Tan choto como eso: amor. Amor por él y por la otredad en iguales y alquímicas proporciones. Y si uno lo lee sacrificando algo de sí, recibe algo de esa gracia que él tuvo. Uno muta, como él, amorosamente.

(Salinger escribiendo ¨El guardián entre el centeno¨en plena segunda guerra mundial)

Ayer al acostarme, mientras me tapaba y tanteaba la mesa de luz buscando cualquiera de sus libros (siempre están a mano), me preguntaba: ¿a quién visito cuando vuelvo una y  otra vez a la lectura de Salinger; ¿vuelvo a él o a sus creaciones (no las rebajaré a personajes)? ¿Dónde termina Salinger y comienza, por ejemplo, Seymour Glass? ¿Sirve preguntarse quién es real? Para mí, la materia de lo real es la materia de los afectos y punto. ¿Y la materia de la vida? Siento a la literatura como un proceso alquímico del lenguaje, como la trasmutación del mismo a una forma de vida. Una forma de vida primitiva y rudimentaria. Y creo que la experiencia de lectura es de recepción y asimilación, es decir, de Relación. Creo, además, que lector se es con menos frecuencia de la que pensamos. Y esto es porque rara vez existe un nivel de compromiso (de parte nuestra para con la obra) como lo tuvo el autor con su creación. Me explico: el escritor y el lector deben arriesgarse en idéntica medida. Solo así, una vida en común que no es la de ambos, se cristalizará en todo su milagro. ¿Son posibles, entonces, los escritores-lectores ateos? ¿Existe la religión por fuera del éxtasis? ¿Es por lo ya innombrable de su Relación que se vuelven devotos de lo suyo, sea lo que fuere?

(Salinger recluido en su hogar. Todos los días trabajaba en su escritura. Y lo hacía uniformado con ese overall)

En estas circunstancias, tan metafísicas e iniciáticas, no deben de extrañarnos las sospechas entre los cultores de la literatura. Y es que los sentimientos literarios pueden ser tan falsos como cualquier otro. De hecho, éstas (las de este texto) podrían ser intuiciones disfrazadas de revelaciones (o trasmitidas como tales). Quiero precaverme al respecto. De todas formas me equivoco porque siento el orgullo (traicionero) del aspirante Zen quien confunde como suyo el conocimiento de que el Zen no puede ser definido (razonado, o expresado en términos intelectuales). Mi único cometido aquí, es dejar de temer. Y es dar un paso más en la entrega de mi identidad. Busco dejar de ser un lector más para convertirse en un lector menos.

Una de las creaciones de Salinger, Seymour Glass, le dice a su hermano, Buddy Glass (o tal vez Salinger le dice a Seymour, o éste a él, o cualquiera de ellos a nosotros, porque a esta altura la hermandad nos ha puesto en comunión):

¨Una de las pocas cosas que quedan en el mundo, aparte del mundo mismo, que me entristece día a día, es saber que tú te molestas si Boo Boo o Walt te dicen que estás diciendo algo que suena mío. Lo tomas como una especie de acusación de plagio, un pequeño atentado contra tu personalidad. ¿Es tan terrible que a veces parezcamos la misma persona? La membrana entre nosotros es tan delgada... ¿Es tan importante que tengamos en cuenta qué es lo que pertenece a cada uno? (...) Para nosotros, ¿no es cierto que cada una de nuestras personalidades comienza justo en el instante en que reconocemos nuestras tan estrechas relaciones y aceptamos que es inevitable el mutuo préstamos de chistes, talentos, tonterías?¨. Extracto de ¨Levantad carpinteros la viga del tejado y Seymour: Una introducción.


Para cerrar (no para terminar, ¡queda tanto por decir!): la literatura es parte del proceso biológico que nos afecta. La literatura impacta por vías del afecto. La literatura es, en sí misma, una creación que puede entenderse como una forma de vida no encarnada. Leer, en tanto lo planteo en este texto, es dar lugar en uno a esa forma de vida. 



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