Debería decir, pero prefiero callarlo, que ahora, en la
plenitud de mi vida, en vez de estar trabajando a destajo para el siempre escurridizo
porvenir, me encuentro panza arriba, y patas también, viendo pasar lo que es un
espléndido y azul brillante día de otoño.
No quisiera, para seguir en esta osadía de inutilidad pura,
tener que caer en reflexiones de ningún tipo o en una escritura de pretensiones
filosóficas o poéticas. Pero, conociendo la mano fácil que tengo para el
palabrerío e, incluso aún, para despabilar ojos perezosos y llevarlos, renglón
tras renglón, hacia un final improbable y por eso también excitante, prefiero, con
un esfuerzo que casi me saca de esta parsimonia, dejar de escribir, y solo
sentir, como un animal sin futuro o como un pájaro sobre una alta rama de un árbol
sin hojas, el viento. Eso, sentir el viento en mis plumas.
1 comentario:
El otoño invita... Y ni te digo el invierno
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