4 de septiembre de 2015

Obras expansivas y ratones.

¿De qué sirven las cosas si no conducen a nada? De nada. El valor, la valía de todo, responde a su capacidad de catapultarnos hacia otra cosa. Cualquier cosa en la que ocupemos el tiempo debe tener esa capacidad de expulsarnos hacia el segundo próximo. Cronos se devora así mismo. Pero no solo es una cuestión cuantitativa sino, esencialmente, cualitativa. El tiempo a lo ancho. Esa es la expansión que nos hace sentir fuera del tiempo.
Como deberían saber Lost es mi serie predilecta. Y los es justamente por las razones expuestas. Su asombroso poder radica en, continuamente, expulsarnos de ella. Hay libros que hacen lo mismo, que, de repente, nos sorprendemos (por él) fuera de él. Roland Barthes, en El placer del texto, decía: ¨Estar con quien se ama y pensar en otra cosa: es de esta manera que tengo los mejores pensamientos, que invento lo mejor y más adecuado para mí trabajo. Ocurre lo mismo con el texto: produce en mí el mejor placer si llega a hacerse escuchar indirectamente, si leyéndolo me siento llevado a levantar la cabeza, a escuchar otra cosa¨.
Escuchar otra cosa. Eso es. Esa es la construcción del pensamiento, su propiedad: intentar salirse de él continuamente. Razonar es huir. Y en esa huida, en ese escape siempre fallido, saltando de rama en rama, de sinapsis en sinapsis, descubrimos territorios inexplorados. Y sin llevar este razonamiento más lejos de lo que yo mismo pudiera comprender, me contento en descubrir en estas grandes y placenteras (y gozosas y golosas) obras un pensamiento puro (es decir, huidizo). Uno de esos escapes me lo produjo una escena de Lost del capítulo Cada hombre por su cuenta. Más allá de lo que acontecía en él y que respondía a la serie en sí, un diálogo entre personajes citó un fragmento de De ratones y hombres y me colgué de esa liana para arrojarme a su lectura. Y solo a esto quería llegar: miré Lost varias veces porque, como en toda gran obra (que son el mundo), uno haya infinitos recovecos para esconderse y huir, material para roer y para continuar. Y todo eso es magnífico. Porque no somos ratones, pero compartimos con ellos una inmensidad que no comprendemos y un apetito voraz por comernos cualquier realidad posible que amenace con aplastarnos.

No hay comentarios.: