10 de febrero de 2016

Il dolce far niente.

Si digo tarde de verano, brisa fresca y ventana a la calle, sabrán ustedes suponer el atractivo de acodarse allí para hacer nada. Me perdonará el mundo, su ritmo, sus premisas de producción, su concepción económica del tiempo y su incansable demanda de amor y felicidad, pero yo, así abandonado al mirar y nada más, me olvido de todo, de todo lo mío. Y así, otro todo, el Todo que escribo con mayúscula, el de total totalidad, el desafectado de mi voluntad y presencia, me pasa frente a los ojos, ojos parsimoniosos y desalentadores que le comunicarían a quien los mirase la insignificancia de todo esfuerzo, porque, qué más da, cuando ya no esté ni yo ni quien supuestamente me mirase, todo seguirá allí tal como lo dejamos, o incluso mejor, por eso en mis venas la sangre está más dulce, porque la tarde se vuelve rosada y yo solo miro: un viejo pasa en una bicicleta oxidada, lleva sandalias; una abuela pasea a su nieto en cochecito muy lentamente; un gasista matriculado (eso dice su camioneta) vuelva a su casa (supongo); un pibe en moto dobla medio en contramano, se aleja; otro viejo pasa en bici, pero lleva mocasines y camisa; la vecina de enfrente saca ramas del fondo y las pone en la vereda; otro vecino baja las persianas ante la noche que llega; pasa un avión; vuelve a pasar el pibe de la moto pero ahora con su novia atrás; misterio, de la nada confluyen tres parejas jóvenes con su progenie a cuestas o caminando junto a ellos y finalmente se disipan sin que me dé cuenta; dobla un Fiat Uno blanco con dos malandras adentro; escucho el tren; al rato una chica de cartera que, lo sé, bajó de ese tren, se mete rápidamente en su casa; una cámara de seguridad inmóvil apunta a la esquina; yo sigo también sigo inmóvil, acodado en mi ventana; la calle se oscurece y las luces naranjas se prenden; pasa un desahuciado al que le falta una gamba, va pidiendo casa por casa y tiene muletas y un hijo de 9 ó 10 que camina adelante; suspiro fisiológicamente y cierro las cortinas antes de que los sentimientos me vuelvan el hombre que no quiero ser, ese que me da mucho trabajo.

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