21 de julio de 2017

Los pájaros azules.

En la alta cordillera, además de los horribles pero majestuosos cóndores, existe una especie de ave hoy ignorada. Charles Darwin testimonia su existencia en el libro Aves. Le dedica todo un capitulo (del que aquí solo traigo un comentario). El capítulo en cuestión se titula Pájaros azules y solo aparece en el manuscrito original de Aves (en rigor nunca estuvo en el libro impreso. El manuscrito puede solicitarse al Museo Británico de Ciencias Naturales).
La razón por la cual Charles decidió no incluir ese capitulo es misteriosa pero puede, y aquí la hago, hacerse una conjetura recurriendo a su Diario de un Naturalista. En ese diario podemos buscar las anotaciones que fueron hechas en fechas durante las cuales el texto, Pájaros azules, fue escrito. Esas anotaciones son reveladoras. Por esa época el joven Charles estaba fascinado con unas plantas que había adquirido de un indio Yaqui, en la zona de Sonora, México.
La planta, procesada ritualmente, se transformaba en “Humito”, una entidad que bien manejada le permitía a uno “observar y ver”. Charles, según sus anotaciones, gustaba de experimentar con esa hierba para lograr estados de conciencia alterados y ampliar su campo perceptivo. Quería, según sus palabras, “salir de la visión antropomórfica del universo”. En algo similar estaba el biólogo y pionero de la Etología, Jakob Johann von Uexküll, quién introdujo la noción de Umwelt, un concepto traducible en algo así como: el mundo del la percepción de los animales en relación con su medio ambiente.
Al grano: Charles, que por aquel entonces observaba los cielos de nuestra cordillera, lo estaría haciendo con un campo visión ampliado, es decir, drogado, lo que a mi criterio no le quita mérito ni verdad a sus observaciones. Recordemos al célebre biólogo Francis Crick, descubridor del ADN. Él mismo declaró “ver” bajo los efectos del LSD lo que hoy conocemos como la molécula de doble hélice del ADN. Y esa visión la tuvo antes de poder comprobarla con los rigores de la ciencia. Charles, creo yo, terminó excluyendo a los pájaros azules del libro por no poder alinear su observación con los criterios científicos a los que todo hombre de ciencia debe apegarse religiosamente. Y no tuvo, a diferencia del señor Crick, los medios tecnológicos para constatar la existencia de estas extrañas y preciosas aves.

En el manuscrito de aves, dice:

“Los pájaros azules no suelen verse porque vuelan alto y porque tienen el mismo color del cielo.”

“Si uno logra verlos se le ponen los ojos igual de azules que el cielo y que los pájaros. En ese momento uno y los pájaros se vuelven lo mismo. En ese momento uno puede ver desde el punto de vista de los pájaros. Las consecuencias de esto son hermosas y reveladoras. Esto se lo deseo a toda la humanidad.”

“Los pájaros azules nunca se posan en ningún lugar. Nacen mientras sus madres vuelan. Los pichones deben romper su huevo en caída libre y salir del cascaron antes de que este se estrelle contra las rocas de alguna montaña. Y desde ese momento, no dejan jamás de volar. Siempre se están moviendo, evitando nubes y tormentas. Y si en algún momento contrastan contra ellas, mueren. También mueren desde el atardecer y hasta el amanecer. Por la noche, los pájaros azules sobreviven gracias a un sacrificado instinto que los agrupa en una masa oscura y densa. Vuelan todos juntos, apretados. Los más jóvenes se colocan en el centro y los más viejos en la periferia. A medida que pasan las horas, los que se encuentran sobre el borde de la noche, van cayendo muertos, como pequeñas estrellas fugaces. Aletean hasta último momento y, cuando no pueden soportar más la oscuridad, la chispa de vida que llevan dentro los enciende y los fulmina rápidamente, como fósforos. Si la noche está despejada y uno tiene la triste suerte, puede verlos fulgurar y apagarse en la inmensidad del cielo negro.”

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