21 de agosto de 2009

Platonismo amoroso y metaverso: nada más real que el dolor.

No es una locura considerar a esa mujer real. La locura es sentir algo que tal vez no exista.

"Dolido. Imaginándose muerto, el sujeto amoroso ve la vida del ser amado continuar como si nada hubiera ocurrido". Roland Barthes. Fragmentos de un discurso amoroso.





Lo no correspondido trasvasa los planos de la realidad y la virtualidad, los anula. Y esto sucede porque el amor, para ser comunicado, debe tomar la forma de un relato. Y el que ama confunde el sentimiento con el relato del mismo. Sin embargo el amor no se constata en la comunicación de su deseo (el amor no se constata, y las actos de amor no son sucesivos ni acumulables, la cosa se juega día a día de una forma que del todo nos resulta incomprensible), lo que lleva trágicamente a confundirlo con la irrealización: no me ama porque no sabe todo lo que la amo: no me ama porque no me conoce: debo darle a conocer mi amor: una vez comunicado, me amará.

Quereme, yegua.






"Anulación. Explosión del lenguaje en el curso del cual el sujeto llega a anular al objeto amado bajo el peso del amor mismo: por una perversión típicamente amorosa. Lo que el sujeto ama es el amor y no el objeto mismo". Roland Barthes. Fragmentos de un discurso amoroso.


Mientras el metaverso sea considerado como un medio más, tendrá el sabor amargo de la conquista imposible ya que solo se usará como medio de comunicación de un deseo que no se llegará a constatar. Lo platónico del metaverso está en el error de su consideración mediática. Una vez más la confianza en nuestras capacidades pone demasiada carga de esperanza en el lenguaje (en este caso revestido de una tecnología digital y virtual). Y así replica al mundo real con sus fantasmas.

El dolor provocado por el rechazo o la ignorancia hacia uno crea la relación fantasmagórica: el dolor se confunde con la constatación de una realidad: no me ama, se piensa, y con ello se cree en una realidad que no es tal: la otredad, en tanto relación amorosa, nunca existió, nunca participo de nuestro deseo. Existe alguien, sí, pero no forma parte del relato de nuestra imaginación amorosa. El sentimiento amoroso es un avatar por definición: toma la forma que esperamos de él.






La imaginación construye la relación metaversal como cualquier otra. Quien ama relata, y sobre ello busca constatar una correspondencia, que no se da, pero que siempre se considerará factible. Es una problemática ontológica: sobre lo imposible del amor (que se da, porque finalmente se puede amar y ser amado) o mejor dicho, sobre el desamor dominante, sobre ese hueco a ocupar por otro, uno no para de construir: átomos o bits, no importa, la realidad siempre es una. Una en si misma, nunca un medio.






“En cierto modo el amor es un engaño concertado, los dos saben que el otro se hace una imagen superior a la realidad, pero admiten y fomentan ese engaño porque es preferible. Es el engaño el que enamora, pero no en el sentido de la traición, sino en el de dotarse uno, y dotar al otro, de virtudes supernumerarias”. Alejandro Dolina.

1 comentario:

Alex dijo...

me gustó mucho este post, che, de cabo a rabo. No me metí en todos los links, porque esto de que la web te permite "avanzar en profundidad", te puede llevar todo el día (es decir, me metí en ese de la seducción en la web y ese me llevó al yo digital y eso me llevó a pensar en la tercera tópica freudiana que algunos posfreudianos plantean y si sigo y mi hija enferma...la realidad nunca deja de atravesarte y construir el relato y el co-relato. Te recomiendo a Paul Ricoeur).
Y ese quereme yegua (no fui al link, aclaro), es una síntesis fantástica, que puede ser devuelto con un "amame a mí en la que soy, hijo de puta y largá el edipo de una buena vez".
Pero aún así, entre avatares (amo la polisemia), el relato de nuestra imaginación amorosa, la participación (y acá digo) "necesaria" del deseo -porque no hay yo sin otro-, entre la confusión, la mediación, la comunicación fallida, aún en ese "te amo quiere decir me amo a mí en vos", la vitualidát, la seducción -que no tiene límites ni fronteras, sólo toma la forma del recipiente en el que se da el encuentro- creo que hay posibilidad de relación, de encuentro, de amor con todas las letras y en cada letra todos los sentidos.
Te quiero, nene, dicho sea de paso en un cariño que nació de estel encuentro en este espacio virtual pero cercano, porque tal vez Jung tenga razón y haya un inconciente colectivo en el que participamos todos más allá del tiempo y el espacio.